Digodieguismo en Galapagar

Publicado en el Diari de Tarragona el 6 de marzo de 2020


¿Recuerdan ustedes la superioridad moral con que Pablo Iglesias prometía que los dirigentes de Podemos nunca se perpetuarían en sus cargos? El código ético de la formación establecía que los puestos internos y externos de sus miembros tendrían una duración máxima de ocho años, "con posibilidad de prorrogarse excepcionalmente a un máximo de doce". Sin embargo, las cosas cambiarán a partir del congreso de Vistalegre III, que se celebrará el próximo 21 de marzo en Leganés. El documento que propone la actual dirección fulmina la limitación de mandatos, señalando que el tope extendido de doce años podrá también sobrepasarse mediante una nueva prórroga. Salvo sorpresa mayúscula, el zar morado conservará su puesto y su poder, gracias a las purgas que han convertido el Consejo Ciudadano Estatal en una sala de masaje compuesta mayoritariamente por fieles.

¿Recuerdan ustedes la arrogante autocomplacencia con que Pablo Iglesias prometía que los dirigentes de Podemos nunca acumularían cargos? La normativa vigente establecía “un límite claro a las responsabilidades que se pueden tener en la organización, restringiendo los puestos de dedicación intensiva en Podemos a un máximo de dos, uno interno y otro externo". El líder morado e Irene Montero ya se saltaron sus propios estatutos al no renunciar a ser diputados cuando se convirtieron en ministros. En cualquier caso, parece que los Ceaușescu de Galapagar han decidido no arriesgarse a una denuncia ante el Comité de Garantías, y la propuesta de trabajo del inminente congreso (que, con involuntaria sorna, se denomina ‘Documento Ético’) destierra cualquier limite a la acumulación.

¿Recuerdan ustedes la inmodesta ejemplaridad con que Pablo Iglesias prometía que los dirigentes de Podemos nunca cobrarían más del triple del salario mínimo interprofesional? Uno de los lemas que marcaron la irrupción del líder morado en el parlamentarismo español fue su compromiso de acabar con “la vieja política”, un concepto nebuloso que aglutinaba todo aquello que los ciudadanos reprochaban a “la casta”. Uno de los puntos inevitables en esta memoria colectiva de agravios era el acceso a la función representativa con el objetivo fundamental de enriquecerse (frecuentemente, con unos sueldos sustancialmente mayores a los logrados en el propio ámbito profesional, si es que se tenía). Fruto de este resquemor social, el nuevo partido asumió el mencionado tope salarial, contabilizando los ingresos percibidos “por la totalidad de sus funciones en puestos profesionales, de elección, de representación o nombramientos derivados directa o indirectamente de su pertenencia a Podemos". Adivinen qué limitación desaparece también en la tercera entrega de Vistalegre.

En efecto, hasta ahora, los cargos de Podemos debían donar al partido las cantidades que superasen el triple del SMI, con el objetivo de abastecer la llamada 'caja de resistencia' que sufraga actos y movilizaciones, para financiar diversas causas sociales, y para el desarrollo de proyectos innovadores a través del programa Impulsa. El fiel cumplimiento de estas directrices debemos suponerlo, porque el portal de transparencia de Podemos no se actualiza desde 2017.

Personalmente, considero que las dos primeras envainadas de Iglesias son mucho más nocivas que la tercera. En un caso, porque la perpetuación en los cargos suele ser garantía de putrefacción interna (como decía Bernard Shaw, “los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo… y por los mismos motivos”). Y en el otro, porque jamás he comprendido cómo una persona puede responder a pleno rendimiento, cuando ocupa simultáneamente varios cargos de alta responsabilidad, que presuntamente representan una significativa carga de trabajo individualmente considerados. Sin embargo, ha sido la polémica económica la chispa que ha prendido el incendio. La envidia siempre ha movido montañas en España.

Como botón de muestra, el polémico Ramón Espinar ha escrito en Twitter que el lema según el cual "los representantes deben vivir como los representados no es un argumento de quita y pon. Son principios. Qué deterioro. Qué pena". La candidatura liderada por Iglesias ha respondido con un argumento, cuando menos, desconcertante: "debido al incremento del SMI desde la llegada de Podemos a las instituciones, y ante la perspectiva de que éste continúe aumentando, esta cifra ha dejado de ser un marco de referencia válido para la limitación salarial de nuestra organización". O sea, que como el salario mínimo profesional está elevándose y esta tendencia incrementaría automáticamente los emolumentos de los cargos, se abandona este factor como índice de cálculo de la aportación interna y se sustituye por otro método… ¡que multiplica aún más los ingresos de estos tipos! El tradicional recurso morado de ahogar al interlocutor en una ensalada de palabras huecas es una estrategia que funciona con los incondicionales, pero no con quien espera una explicación razonada y razonable.

La propuesta del equipo de Iglesias es que los representantes de Podemos sigan "donando mensualmente un porcentaje de su salario, desde un 5% como mínimo a un 30% como máximo". Aunque este sistema parezca una nueva muestra del talante franciscano del partido, su aplicación a las cifras concretas desmonta esta impresión. Ha habido quien se ha tomado la molestia de calcular los efectos del nuevo modelo sobre los sueldos que perciben Pablo Iglesias e Irene Montero, y el resultado es que la pareja ingresará a partir de ahora entre 7.830 y 31.318 euros brutos anuales más que ahora. La piscina privada y el jardín japonés no se pagan solos. Desde luego, nadie podrá decir que no estábamos avisados. El propio Iglesias lo adelantó en un programa de la Sexta, contestando a una espectadora: "No creas nunca las promesas de ningún político. Puede que lo diga de corazón, pero que después las circunstancias le hagan cambiar". Más razón que un santo.

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