Confluencias
Publicado en el Diari de Tarragona el 19 de julio de 2015 Hasta épocas muy recientes, la democracia española se ha comportado electoralmente como una partida de póker semanal entre amigos: lo que ganaban unos lo perdían los otros, con el único consuelo de poder recuperarlo en la próxima ocasión. La única variable en juego ante las urnas era el beneficio o pérdida de cada participante, pero nunca el grupo de jugadores en liza, perfectamente definido e inamovible. En ese sentido, el parlamentarismo español se asemejaba a las grandes ligas norteamericanas, unas competiciones cerradas que acaban coronando a un vencedor entre un colectivo estanco de contendientes. A pesar de tratarse de un mecanismo aparentemente consolidado, una crisis económica interminable ha acabado reventando las reglas no escritas de nuestra particular timba. Desde la reinstauración de la democracia, los grandes partidos de gobierno estatal y autonómico fueron diseñando una estructura pública descomunal con incontabl