Flores secas
Publicado en el Diari de Tarragona el 30 de marzo de 2014 No sé si España es un buen lugar para vivir, pero desde luego es el mejor sitio para morir. Los difuntos ibéricos medianamente destacados tienen garantizado el reconocimiento social a través de las personalidades públicas más representativas, auténticas plañideras que encarnan el supuesto dolor colectivo. Hay que ser rematadamente malo para perder el derecho al panegírico masivo. Un manto de correcta desmemoria permite que quienes fustigaron sin piedad al difunto mientras estaba vivo no tengan el menor reparo en ocupar el primer banco de la iglesia para secarse sus inexistentes lágrimas. Si además el que nos deja simboliza la mala conciencia de todo el país, como en el caso de Adolfo Suárez, entonces la necrofilia hispánica estalla en todo su apogeo. El día en que el desaparecido presidente alcanzó la jefatura del gobierno yo apenas tenía cinco años, así que es poco lo que puedo aportar por experiencia propia. El anagrama de la