Desconexión
Publicado en el Diari de Tarragona el 30 de julio de 2017 Al margen de lo miedoso que sea cada uno, el conjunto de viajeros aéreos puede dividirse en dos grupos fundamentales, atendiendo al mayor o menor recelo con el que dan ese último paso antes de abandonar la seguridad del finger: los que siempre han disfrutado de vuelos razonablemente plácidos, y los que no han gozado de esa suerte. Yo tuve la fortuna de pertenecer al primer grupo hasta hace quince años. Volvíamos de pasar unos días en Estambul, con esa mezcla de sensaciones que suele caracterizar el final de unas vacaciones: un sentimiento de pena porque lo extraordinario se acaba, pero también un soterrado deseo de llegar a casa para dormir en tu querida cama. Ya habíamos superado la isla de Córcega y apenas quedaba media hora para aterrizar en Barcelona. De pronto, nuestro avión comenzó a sufrir unas violentas turbulencias. Las sacudidas fueron creciendo en intensidad hasta que se desató el pánico: portaequipajes abi