Demolition men
Publicado en el Diari de Tarragona el 29 de julio de 2012 Un rápido paseo por la historia de la humanidad nos permite detectar fácilmente uno de los escasos aspectos que comparten casi todos los gobernantes del planeta: su afán por legar grandes obras públicas para la posteridad. Es indiferente de qué civilización se trate (maya, mesopotámica, bizantina, islámica o jemer), también cuál sea la zona geográfica en cuestión (Francia napoleónica, Rusia zarista, Perú precolombino, Alemania nazi o China imperial), e incluso el sustrato ideológico del mandatario de turno (Moctezuma, Stalin, Thomas Jefferson, Pericles o Julio II). Todos ellos promovieron fabulosas construcciones destinadas a sobrevivir durante generaciones, al margen de que cada uno actuara impulsado por diferentes tipos de motivaciones: aportar esplendor institucional a su gobierno, rodearse de lujos aún más despampanantes que sus predecesores, satisfacer vocaciones arquitectónicas frustradas, o alcanzar tras su muerte un