El beso



Publicado en el Diari de Tarragona el 27 de agosto de 2023


Como pueden imaginarse, el objeto de este artículo no es la obra cumbre de Gustav Klimt, expuesta en el Belvedere vienés (visita muy recomendable) sino el beso que el presidente de la Real Federación Española de Fútbol estampó en la boca de la jugadora Jennifer Hermoso durante la entrega de medallas del reciente campeonato mundial femenino de selecciones. En este lamentable sainete probablemente confluyen tres factores diferenciados, que conjuntamente han conseguido oscurecer la celebración de un triunfo de enorme importancia y trascendencia social, por lo que sin duda representa para la visibilización y profesionalización del deporte femenino.

En primer lugar, nos encontramos ante el propio incidente, que demuestra una falta de talla evidente e intolerable en el máximo dirigente del fútbol español, teniendo especialmente en cuenta el enorme poder que ostenta quien toma la iniciativa respecto de la persona que es besada de forma involuntaria. Si a esto sumamos la imagen de Rubiales agarrándose ostentosamente la entrepierna para celebrar el pitido final, en el palco de autoridades del ANZ Stadium de Sidney, junto a la reina Letizia y la infanta Sofía, nos podemos hacer una idea del penoso perfil que caracteriza a algunos personajes que lideran el mundo del balón.

La respuesta no tardó en llegar: la Asociación de Futbolistas Españoles (“es especialmente grave lo sucedido con Jennifer Hermoso, al encontrarse en una clara vulnerabilidad ante una persona que tiene una posición de poder sobre ella”), la Escuela Nacional de Entrenadores de Fútbol de España (presentando una denuncia para abrir un expediente sancionador ante el CSD), etc. Desde el ámbito político, Yolanda Díaz exigió la dimisión inmediata del controvertido dirigente (“hemos denunciado lo sucedido ante el Consejo Superior de Deportes por infracción grave”) y el ministro de Cultura y Deportes, Miquel Iceta, calificó el hecho de “inaceptable”, destacando el deber de las personas con responsabilidades públicas de “evitar cualquier circunstancia que pueda interpretarse en clave de prevalencia: no puede ser que quien manda fuerce el beso”. Incluso el propio Pedro Sánchez señaló que “lo que vimos fue inaceptable, pero también las disculpas del señor Rubiales no son suficientes”.

En efecto, el segundo factor que agrava la situación es la respuesta del propio autor ante un gesto manifiestamente improcedente. En un primer momento, no dudó en despacharse a gusto en la Cope: “No hagamos caso de los idiotas y de los estúpidos. Es un pico de dos amigos celebrando algo. No estamos para gilipolleces. Yo, con todo lo que he pasado, más gilipolleces y más tontos del culo... No me comentéis más cosas de pringados”. Tras estas meditadas y ponderadas reflexiones, dignas del mismísimo Torrente, viendo que la polémica comenzaba a coger peso, publicó un vídeo de disculpa diciendo más o menos lo mismo con una terminología menos grosera. Según diversos medios, el implicado presionó a Jennifer Hermoso para aparecer conjuntamente en esa grabación (“mi puesto está en juego, hazlo aunque sea por mis hijas”, le dijo presuntamente quien lleva varios años ganando casi un millón de euros anuales), propuesta que fue rechazada por la propia futbolista. Para colmo, según La Sexta, el comunicado de la federación, que intentaba relativizar lo sucedido, incluía unas declaraciones entrecomilladas de la jugadora internacional ("ha sido un gesto mutuo totalmente espontáneo por la alegría inmensa que da ganar un Mundial”) que los responsables de comunicación de la RFEF directamente se inventaron. Si se confirma este extremo, es obvio que alguna otra cabeza debería caer de forma fulminante y contundente.

Por último, el tercer factor que agudiza la trascendencia de este episodio es que sólo representa un capítulo más en una larga lista de hechos, cuando menos cuestionables, en la trayectoria de Rubiales. Efectivamente, nuestro protagonista acumula un oscuro historial a la altura de otros conocidos dirigentes deportivos, tanto a nivel estatal como internacional. Y no sólo por cuestiones vinculadas al acoso sexual (recordemos las declaraciones de Tamara Ramos, exdirectora de marketing de la Asociación de Futbolistas Españoles, denunciando agresiones físicas y expresiones como “has venido aquí a ponerte rodilleras”), sino también por otro tipo de polémicas. Hace tiempo que el CSD y la Fiscalía Anticorrupción reciben denuncias por presuntas irregularidades vinculadas con este personaje: las turbias negociaciones sobre multimillonarias comisiones para llevar la Supercopa a Arabia Saudí con Gerard Piqué como intermediario, el encargo de trabajos de espionaje a rivales, las grabaciones realizadas a miembros del Gobierno, o el uso de fondos de la federación para disfrutar de una lujosa vivienda en Madrid.

Semejante ensalada de despropósitos, especialmente tras el comunicado de Jennifer Hermoso pidiendo “medidas ejemplares” a través del sindicato Futpro, acabaron conformando un laberinto de imposible salida, por mucho que algunos defensores intentaran atribuir el último traspiés del canario al hecho de ser un “jachondo” (con jota tabernaria). Como en otras ocasiones, el presidente de la RFEF recurrió agónicamente a una asamblea extraordinaria para recibir cierto respaldo. Sin embargo, esta reunión, aparentemente pensada como confesionario donde ser perdonado por sus pecados, parecía abocada a convertirse en el presbiterio donde celebrar su funeral. Y, contra todo pronóstico, acabó siendo el escenario del penoso y victimista espectáculo que vivimos el pasado viernes (“¡No voy a dimitir!”), que partió en dos al colectivo futbolístico español, con los seleccionadores masculino y femenino aplaudiendo el discurso, mientras la mayoría de jugadores de ambos combinados lo condenaban sin contemplaciones. Al margen de la probable inhabilitación del implicado, veremos cómo se recompone la situación.

Puestos a extraer alguna moraleja de lo sucedido, teniendo además en cuenta que Ángel María Villar, predecesor de Rubiales, acabó encarcelado en Soto del Real, parece obvio que toca repensar de forma urgente y radical los mecanismos y criterios aplicables a la designación de los máximos dirigentes federativos. La reputación, la dignidad y la ejemplaridad de nuestro deporte están en entredicho.

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