Una ciudad desorientada

Publicado en el Diari de Tarragona el 19 de enero de 2020


El área metropolitana de Tarragona ha vivido esta semana dos episodios muy diferentes entre sí, pero que merecen una reflexión conjunta por lo que evidencian del pasado y sugieren de cara al futuro. Como se preguntaba Siniestro Total hace más de treinta años, estos hechos nos interpelan sobre quiénes somos, de dónde venimos, y a dónde vamos. 

Por un lado, la reciente puesta en funcionamiento de la variante del Corredor del Mediterráneo ha convertido la estación del Miracle en un triste apeadero (perdiendo conexiones y reduciendo frecuencias), ha deteriorado el servicio en varias poblaciones circundantes (el viaje de Salou a la capital se ha convertido en una odisea), y ha consolidado un disparate estructural (con las mercancías discurriendo por la costa y los pasajeros por el interior). Asombra e indigna ver ahora a algunos políticos de la comarca echándose las manos a la cabeza, cuando llevábamos varios lustros avisados sobre lo que se nos venía encima. Y para ser justos, debemos reconocer que fue Alejandro Fernández el único dirigente local que intentó parar este desaguisado, mientras el resto brindaba con cava por un diseño que nos abocaba a la marginalidad ferroviaria. 

Apenas dos días después, un fallo en un reactor provocaba una explosión de proporciones bíblicas en las instalaciones de IQOXE en el polígono químico, acabando con la vida de tres personas, una de ellas en su domicilio de Torreforta por el impacto de una plancha metálica de una tonelada. La forma en que se gestionó la comunicación de esta emergencia pasará a los anales de la historia local por su torpeza y amateurismo: una hora de silencio informativo, alcaldes enterándose por twitter de lo que debían hacer, sirenas que no se activaron porque la empresa no decía nada… Y llueve sobre mojado. En el último año hemos padecido cuatro accidentes químicos, y ni aun así conseguimos que nuestras autoridades sean resolutivas ante este tipo de situaciones. Varios vehículos oficiales de la Generalitat acudieron al edificio del 112 para que sus honorables ocupantes apareciesen en el 3/24 con gesto de preocupación. Vuelta al coche y a Barcelona. 

Ambos episodios, con efectos estratégicos devastadores en el primer caso y trágicamente irreparables en el segundo, son sólo un síntoma más que demuestra el inapreciable peso de nuestra comarca en los foros de poder donde se cuecen las grandes decisiones. En la cuestión ferroviaria, los intereses de dos grandes ciudades como Barcelona y Valencia han enterrado las necesidades de la población que vive en el trayecto que une ambas capitales. Efecto túnel. La realidad demuestra que somos lo que algunos neoyorkinos y californianos denominan despectivamente ‘estados sobrevolables’, es decir, unos territorios que simplemente se atraviesan para ir de un punto estratégico a otro. Por lo que se refiere a la química, resulta obvio que Tarragona ha prosperado económica y demográficamente gracias a haber aceptado todo aquello que no quería la Ciudad Condal: sustancias contaminantes en el puerto, industrias peligrosas en el polígono, centrales nucleares a un tiro de piedra… Nuestra dependencia laboral y financiera respecto de dichas actividades es de tal envergadura que desde la plaza de Sant Jaume se da por hecho que la ciudadanía local terminará olvidando lo sucedido y todo seguirá como si tal cosa. Somos de buen conformar. 

Lamentablemente, aceptar sumisamente nuestra irrelevancia comienza a tener efectos evidentes, por culpa propia y ajena, especialmente en el caso concreto de la ciudad de Tarragona, que ha interiorizado un fatalismo desmotivador y deprimente: pérdida de capitalidad en infraestructuras (con una estación urbana que presta servicios irrisorios), ninguneo metódico frente a las razonables demandas de seguridad industrial (los accidentes se han convertido en una dramática tradición), desmantelamiento del tejido comercial de proximidad (los antiguos ejes económicos se están convirtiendo en páramos urbanos), maltrato continuo de nuestro legado monumental (pensemos en el amasijo de óxido del teatro romano o en el anfiteatro cerrado al público), incapacidad para poner en marcha ningún proyecto de envergadura (el museo arqueológico de la Tabacalera o la rehabilitación de la Savinosa duermen el sueño de los justos), torpeza antológica para administrar eficazmente nuestros activos históricos (¿qué hacen cerradas las casas Castellarnau y Canals?), desaprovechamiento del tirón de marca que genera el deporte de masas (el Nàstic no levanta cabeza en Segunda B), agravios continuos en materia de equipamientos públicos (somos la única capital sin ciudad judicial), lamentable mantenimiento de nuestro casco histórico (se multiplican los edificios de la Part Alta que amenazan ruina), etc. Reconozcámoslo: Tarragona ha entrado en una fase de decadencia que probablemente se intensifique si no revertimos la tendencia de forma impostergable. De hecho, nuestro cuadro macroeconómico ofrece ya unas cifras sistemáticamente peores a la media catalana. 

Sin embargo, la contemplación de este desolador panorama no debería agudizar aún más nuestra parálisis, sino precisamente todo lo contrario: hay mucho por hacer. Es más, casi todo está por hacer. El problema es que ni siquiera tenemos una meta global y estructurada a la que dirigirnos, y como le decía el Gato de Cheshire a Alicia, da igual el camino que elijas si no sabes a dónde quieres ir. Definitivamente, la ciudad no puede seguir caminando como un pollo sin cabeza. Tarragona necesita urgentemente la concreción de un horizonte estratégico básico pero definido para avanzar durante los próximos veinte o treinta años, diseñado colaborativamente por los principales actores de la ciudad, con el respaldo comprometido y leal de una mayoría clara de los partidos políticos locales. ¿Complicado? Sin duda, pero esto será materia de una próxima tribuna.

Comentarios

  1. muy buen artículo espero que la gente joven dejen los sephies y empiecen a ver esta realidad y decidan luchar por su futuro

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El beso

Una moto difícil de comprar

Bancarrota