Adaptarnos a la volatilidad

Publicado en el Diari de Tarragona el 31 de diciembre de 2019


Uno de los fenómenos más característicos de los nuevos tiempos es la consagración del cambio como norma. Hace apenas una generación, una gran parte de la población ejercía la misma profesión y trabajaba en la misma empresa durante toda su carrera, compartía su vida con el mismo cónyuge, envejecía en la ciudad donde había crecido… Hoy todo esto se ha transformado significativamente, y una de las pocas cosas habitualmente imperecederas es la fidelidad al mismo equipo de fútbol. 

Esta volatilidad también se ha trasladado al mundo de la política. Hace una década las legislaturas duraban cuatro años, los partidos mantenían cierta estabilidad en sus postulados, los espacios ideológicos eran identificables con un logotipo, y los gobiernos se vinculaban a una sigla. Ahora, sin embargo, los adelantos electorales son el pan nuestro de cada día, los partidos modifican sus principios fundacionales según la dirección del viento, determinadas posiciones son representadas por una sopa de letras que cambia de nombre cada semestre, y los ejecutivos se construyen con un aluvión de grupos que normalmente coinciden más en sus fobias que en sus filias. 

Un buen ejemplo de este nuevo paradigma es el 2019 que ahora concluye: repeticiones electorales, coaliciones de gobierno imposibles, duchas escocesas en las urnas… Todo es inestable, todo es provisional, todo es imprevisible. Ésta es la época que nos ha tocado vivir, y si no disponemos de un DeLorean y un condensador de fluzo, más nos vale acostumbrarnos pronto a estas nuevas dinámicas. Sólo podremos gestionar eficazmente la realidad si asumimos que nada volverá a ser como antes. ¡Feliz Año!

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