Cuando los Reyes son los suegros

Publicado en el Diari de Tarragona el 11 de diciembre de 2011

Ya es tarde para detener el proceso, afortunadamente. Las osadas investigaciones sobre los complejos negocios de Iñaki Urdangarín han llegado a un punto de no retorno, y las posibles presiones que en otra fase pudieran haberse ejercido están ahora abocadas al fracaso. La Fiscalía Anticorrupción, la Agencia Tributaria, los juzgados de Palma de Mallorca, el Grupo de Delincuencia Económica de la policía… Demasiados sabuesos para que el presunto zorro se escabulla entre los matorrales. Alguno podrá alegar, con razón, que no vivimos en un país precisamente ejemplar en la aplicación igualitaria de la justicia. ¡Que se lo digan a Alfredo Sáenz! Aún así, tratándose de un asunto tan sucio, cercado desde tantos flancos diferentes, que relaciona a la Casa Real con gobiernos de dudosa honestidad, con tantos millones de euros de dinero público de por medio… La caja Sa Nostra, Jaume Matas, cuentas en Belice, Francisco Camps, el Ayuntamiento de Valencia… No existe en el mundo una alfombra lo suficientemente grande para esconder debajo todo este circo. 

Es cierto que décadas de tráfico de influencias y enriquecimiento injustificado de personajes de todo pelaje han logrado anestesiar a una sociedad habituada a la impunidad. Sin embargo, los especiales ingredientes de este caso pueden terminar convirtiéndolo en un auténtico polvorín judicial, social e institucional. En primer lugar, por el propio implicado: se trata de un exitoso deportista del FCB y de la selección española de balonmano. También por sus parientes directos: Urdangarín es hijo de un conocido y respetado directivo empresarial y antiguo presidente de la Vital Kutxa, que ejerció sus funciones en una época muy diferente a la actual, cuando los responsables de las cajas de ahorros disfrutaban de una mayor presunción de honorabilidad que los contables de casino, los abogados de los narcos, los astrólogos televisivos y los tesoreros de los partidos políticos. Pero, sobre todo, la operación Babel es especial por el suegro del principal sospechoso: el rey.

Los que han conseguido entender el mecano financiero del Instituto Nóos afirman que Iñaki tiene reservada desde hace tiempo una suite en el Hotel Rejas. Sin embargo, el problema fundamental son las repercusiones que de esta condena podrían derivarse hacia el entramado institucional español. Sin ánimo de prejuzgar el caso, convendría analizarlas con detenimiento.

Para empezar, la posible sentencia condenatoria tendría evidentes consecuencias de carácter simbólico. Las fotografías del esposo de la infanta Cristina entrando en la cárcel caerían como una losa sobre la imagen que supuestamente debería ofrecer una Casa Real. ¿Cómo es que Urdangarín no aparece en la felicitación navideña de su Majestad? Es que no le han dado permiso en Alcalá Meco… Curioso.

En segundo lugar, no faltará quien sospeche que estos turbios negocios debían ser conocidos con anterioridad por los máximos responsables de Zarzuela. Si la Administración tiene perfecto conocimiento de los cambalaches económicos de cualquier mindundi, ¿cómo no van a estar al tanto de los tejemanejes del esposo de una infanta? ¿Acaso a nadie le escamó que los Urdangarín-Borbón se compraran una mansión de casi nueve millones de euros en un exclusivo barrio de Barcelona? Hay quien, incluso, intuye que el extraño y urgente traslado de la familia a los EEUU fuera una orden imperativa desde lo alto para poner tierra de por medio ante un feo asunto que crecía como la espuma. ¿Encubrimiento? Nunca lo sabremos.

Por último, el verdadero riesgo para la monarquía sería que el caso lograra levantar la veda mediática y judicial para investigar los rumores que acosan a Juan Carlos I desde hace años, sobre el supuesto cobro de comisiones en negocios nacionales e internacionales. Diversas publicaciones extranjeras atribuyen al rey una de la mayores fortunas españolas, encubierta a través de diferentes intermediarios. Según estas fuentes, el monarca habría estado amasando un desmesurado patrimonio por si las cosas se le torcían como a su abuelo, y así evitar la experiencia de Estoril, donde su familia sobrevivió gracias a las ayudas de algunos fieles monárquicos. Se trata de un asunto que podría hacer mucho daño a la institución, puesto que los españoles tienen cada vez menos interés por los posibles hermanastros del Príncipe de Asturias, y cada vez más inquietud por las finanzas de su Jefe del Estado. Y con los tiempos que corren, aún más.

Si la Operación Babel estalla, las opciones de la Casa Real serán ciertamente limitadas: forzar un divorcio de la infanta Cristina, relegar institucionalmente a su familia, o caerse con todo el equipo. Recuerdo una secuencia de “El discurso del rey” en la que el futuro Jorge VI le dice a su padre: "Papá, nosotros no somos una familia, somos una empresa". Y, añado yo, son muy pocos los negocios familiares que sobreviven a la segunda generación, y casi ninguno a la tercera. El cortafuegos está servido.

Puede que el proceso contra Iñaki Urdangarín constituya finalmente un nuevo paso en nuestro tortuoso camino hacia una auténtica democracia, permitiendo el procesamiento de una casta hasta ahora intocable, y favoreciendo una reforma profunda de los hábitos de transparencia y financiación de la Casa Real. De todo puede sacarse algo bueno.

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