Los retos del voluntariado

Publicado en el Diari de Tarragona el 1 de diciembre de 2019


La creciente concienciación sobre la necesidad de comprometerse personalmente en la resolución de los problemas sociales está favoreciendo la multiplicación de diferentes proyectos de voluntariado, muy especialmente en el campo de la mentoría. Este tipo de programas muestran algunas diferencias entre sí, aunque suelen compartir un mismo núcleo central: acompañar a personas en situación de vulnerabilidad para favorecer su inclusión social. 

Una de las iniciativas pioneras de este tipo en nuestra ciudad es el proyecto Rossinyol, impulsado por la asociación Quilòmetre Zero. Esta entidad sin ánimo de lucro nació en 2013 con el objetivo de facilitar la integración de personas y colectivos que padecen una situación de desventaja, mediante la acción desinteresada de una red de voluntariado comprometido con la solidaridad y la innovación. Su objetivo específico es favorecer el crecimiento personal a edades tempranas para prevenir posibles factores de exclusión. La mayor parte de sus mentores son estudiantes de la universidad o de ciclo formativo superior, que dedican una media de tres horas semanales al acompañamiento de niños y adolescentes, en coordinación con sus familias y profesores. 

Esta semana hemos sabido que también el Programa Català del Refugi, dependiente del Departament de Treball, Afers Socials i Famílies de la Generalitat, busca nuevos voluntarios para crear relaciones de mentoría con personas extranjeras solicitantes de asilo. Aunque los que desconocemos esta problemática de primera mano podríamos pensar que el principal grupo que conforma este colectivo es de origen árabe, lo cierto es que la mayoría de quienes piden asilo proceden de América Latina y Rusia. De hecho, en Tarragona, sólo cuatro de los solicitantes tienen origen sirio. Básicamente, se trata de compartir un tiempo cada semana con estas personas, que también participan de forma voluntaria, para colaborar con ellos en su integración a nivel social, idiomático, laboral y cultural, ya sea con actividades de ocio o ayudándoles en gestiones que deban realizar. Los mentores reciben una formación previa para llevar a cabo eficazmente su labor, y la duración de este voluntariado es de ocho meses, prorrogables a doce. 

Para hacernos una idea del volumen que actualmente está alcanzando el sector social en nuestro entorno, el último informe de la Asociación Española de Fundaciones refleja que son casi 9.000 las organizaciones de este tipo que actualmente operan en España, empleando a más de un cuarto de millón de personas, y generando un gasto superior a los 8.000 millones de euros. A este número de fundaciones habría que añadir otro tipo de entidades, como asociaciones o cooperativas, que también persiguen la cohesión y la inclusión. Todas estas organizaciones realizan actividades en ámbitos diversos de interés general (social, educativo, medioambiental, investigador o cultural) representando conjuntamente el 0,8% del PIB español. 

El creciente peso e importancia del llamado Tercer Sector obliga a estas entidades a adoptar progresivamente las dinámicas internas y externas que caracterizan a las organizaciones del siglo XXI. Entre ellas destaca la necesidad de avanzar en el camino hacia la digitalización para poder ‘hacer más con lo mismo, o como mínimo, lo mismo con menos’, tal y como se defendió en las jornadas técnicas del sector social celebradas hace unos meses en el Centro Niemeyer. Sin duda, la aplicación de las nuevas tecnologías a este campo ayudará a mejorar la comunicación, la transparencia, la innovación, la eficiencia, la protección de datos o la inmediatez de su actividad. 

Otro de los puntos que caracteriza a las organizaciones contemporáneas es la implementación de modelos de acreditación y mejora continua de los procesos. Precisamente, la Coordinadora de Mentoría Social ha desarrollado recientemente el Sello MC con esta finalidad. Se trata de una metodología que no pretende convertirse en una auditoría al uso, sino favorecer un proceso de empoderamiento que desemboque en el refuerzo de las entidades y sus proyectos mediante la capacitación de su equipo técnico. Este planteamiento permite la conquista de diversos objetivos relevantes para estas organizaciones desde diferentes perspectivas: optimización de procedimientos, captación de patrocinadores, acreditación ante las administraciones públicas, soporte al voluntariado, etc. 

Por otro lado, desde una óptica más estratégica, el progresivo envejecimiento de la población que caracteriza a las sociedades occidentales puede ser uno de los factores que definan este sector a medio plazo y en una doble vertiente: por un lado, como colectivo beneficiario de las actividades de voluntariado (asistencia domiciliaria, acompañamiento humano, etc.) y por otro, como sujeto activo de esta labor (cada vez son más las personas mayores que deciden dedicar su tiempo y su experiencia a ayudar a los demás de forma desinteresada). 

Sin duda, nos encontramos en un momento crucial para el sector social, cuyo empuje afortunadamente avanza en paralelo a las expectativas de un estado del bienestar que quizás no puedan ser respondidas en solitario por las administraciones en un corto espacio de tiempo. La modernización y actualización de estas iniciativas se convierte así en un factor fundamental para fortalecer una labor que resultará progresivamente imprescindible. En efecto, las tendencias migratorias junto con las dinámicas demográficas auguran un futuro próximo con nuevas y mayores necesidades, que requerirán además la cooperación público-privada para satisfacer unos requerimientos cada vez más exigentes.

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