Augurios

Publicado en el Diari de Tarragona el 25 de diciembre de 2019


Esta semana se ha publicado una encuesta sobre intención de voto que más de uno debería repasar. Concretamente, me permito sugerir su lectura a los representantes de las diversas formaciones políticas que actualmente negocian la investidura de Pedro Sánchez. 

En resumidas cuentas, tras la realización de más de dos mil entrevistas entre los días 20 y 21 de diciembre, la firma SocioMétrica ha llegado a la conclusión de que, en caso de convocarse unas terceras elecciones anticipadas, el péndulo español seguirá avanzando hacia la derecha. Los últimos comicios ya demostraron que la falta de acuerdo entre las izquierdas y los partidos periféricos no deja de alimentar al bloque conservador, arrastrando hacia estribor al votante tradicionalmente de centro, harto de una inestabilidad institucional aparentemente crónica. Probablemente fue ésta la gran equivocación de los estrategas socialistas, al pensar que la compactación electoral con los votos arañados al menguante Podemos compensaría la recuperación de la derecha. No fue así, y la complejidad para alcanzar hoy un pacto de investidura es mucho mayor que en verano, multiplicando las contrapartidas que deberá pagar Sánchez a sus socios potenciales. Los errores se pagan. 

En este estudio, por un lado, el Partido Popular mejora sus resultados de noviembre, logrando un 21,6% de los sufragios, lo que representaría conquistar 91 escaños en la Cámara Baja (3 más que en la actualidad). La formación conservadora consolida así su lenta pero firme remontada, tras unos años en los que incluso llegó a pronosticarse el sorpasso de Rivera sobre el partido comandado desde Génova, una amenaza que hoy parece casi una broma. Sin embargo, el mayor ascenso lo protagoniza Vox, que alcanzaría el 16,2% de los votos, disparando su representación en el Congreso hasta los 59 diputados (7 más que ahora). Ciudadanos es la única formación de este bloque que retrocede en la encuesta, que pasaría de los 10 modestos asientos que dispone actualmente a unos ridículos 7, sugiriendo que el desastroso liderazgo crepuscular de Albert Rivera puede haber finiquitado el proyecto naranja de forma quizás irreversible. 

Sin duda, más de un partido maltratado por este estudio intentará consolarse señalando que las encuestas son sólo meras predicciones, y que lo importante son los votos efectivos. Ayuda a esta autosugestión sedante los estrepitosos fracasos que se han producido últimamente en algunos pronósticos (recordemos los fallidos augurios del CIS en noviembre), un fenómeno que ha extendido el escepticismo entre gran parte de la ciudadanía, que empieza a categorizar la demoscopia, no ya como una ciencia, sino como un oráculo propio de profetas interesados. Ciertamente, en plena era de la información y del tratamiento masivo de datos, sorprende que la capacidad de los expertos en este sector para vaticinar el comportamiento electoral no haya progresado de forma más significativa. Sin embargo, para ser justos con estos profesionales, debemos reconocer que el progreso técnico de estas metodologías ha avanzado a la par de una volatilidad política que convierte el pronóstico electoral en un deporte de riesgo (más concretamente, de riesgo de hacer el ridículo a los cuatro vientos). Difícilmente un tipo delante de un ordenador va a saber qué vamos a votar, cuando ni siquiera nosotros mismos tenemos claro qué papeleta introduciríamos si nos llamaran a las urnas dentro de un mes. 

Aprovechando las festividades que actualmente estamos celebrando, y aunque la conexión con el tema resulta un poco forzada (lo reconozco), me niego a no compartir con ustedes un interesante artículo que un paisano mío me remitió esta semana, vinculando la labor de los pronosticadores, los deseos de felicidad propios de estas fechas y el euskera. 

Antes de la romanización, los habitantes de los valles vascos practicaban una religión cuyo origen se remontaba a la era neolítica, basada en una multiplicidad de deidades mitológicas y objetos mágicos, cuyas características han sido académicamente estudiadas con profundidad y detalle: la madre tierra (Amalur), la divinidad celeste (Urtzi), la flor solar protectora (Eguzkilore), el hombre del bosque (Basajaun), la diosa de la montaña (Anbotoko Mari), etc. La llegada del cristianismo provocó la integración de las viejas creencias con la nueva cosmovisión, que afectó de forma especialmente intensa a las fiestas navideñas. Por ejemplo, el Olentzero era el tronco que se quemaba durante la noche del solsticio de invierno, cuya ceniza se esparcía alrededor del caserío para protegerse de los malos espíritus, una imagen que dio a luz al personaje del carbonero que actualmente baja de la montaña para anunciar la Navidad y traer regalos a los niños durante la madrugada del 25 de diciembre. 

En aquellos remotos tiempos, previos a la cristianización, algunas personas de estas tribus intentaban adivinar si el futuro sería propicio o catastrófico mediante diferentes métodos (la observación del fuego, del agua, de la tierra), una costumbre compartida por diversos pueblos de la antigüedad. Una de estas tradiciones consistía en estudiar el vuelo de las aves, y así hablaban de los pájaros malos (txori txarrez, en euskera, que dio lugar a la actual zoritxarrez, que quiere decir ‘desgraciadamente’) y de otros que eran recibidos como signo de fortuna (txori onak, ‘pájaros buenos’, que se convirtió en zorionak, que significa ‘enhorabuena’). 

Esperemos que las aves nos sean propicias en este 2020 que ahora comienza, y que, además de responder a las necesidades personales de cada uno, nos traigan un buen cargamento de prosperidad, trabajo, cohesión social y entendimiento colectivo. Bones festes i feliç any nou! Zorionak eta urte berri on!

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