Cada vez menos silenciosa

Publicado en el Diari de Tarragona el 15 de diciembre de 2019


Si me permiten aportar una modesta experiencia personal, que alguna vez ya he comentado en estas páginas, hace algo más de cinco años publiqué en el Diari de Tarragona un artículo en el que mostraba mi inquietud por el alineamiento explícito de diversas collas castelleras con el procesismo. Precisamente en aquellos momentos se estaba organizando en Valls el IV Simposi Casteller, y sus responsables tuvieron la amabilidad de invitarme a participar en una mesa redonda que llevaría por título ‘El paper sobiranista i social de les colles castelleres’. El evento se celebró en el Teatre Principal de la capital del Alt Camp, con la asistencia de numeroso público no muy proclive a mis tesis. Recuerdo que compartí debate con la tristemente desaparecida Muriel Casals (presidenta d’Òmnium Cultural), Vicent Sanchis (actual director de TV3), y Montserrat Nebrera (que entonces acababa de anunciar su triple salto mortal a Convergència). 

En un ambiente ciertamente adverso, intenté argumentar que el posicionamiento explícito con una determinada postura política, fuera la que fuera, resultaba empobrecedor y probablemente perjudicial para cualquier organización cultural con una vocación presuntamente transversal. Como era de prever, me quedé completamente solo en la defensa de esta idea, frente a un monolitismo granítico del resto de participantes y la casi totalidad del público asistente. Sin embargo, durante las semanas posteriores a aquel acto, fui recibiendo varios mensajes de algunos conocidos castellers, comentando sentirse incómodos o excluidos en unas entidades que habían respaldado expresamente una posición política que ellos no compartían personalmente. Asimismo, me pedían discreción ante la posibilidad de verse envueltos en situaciones desagradables con algunos de sus compañeros de colla. No querían meterse líos, algo que yo siempre he respetado, obviamente. 

Este tipo de reflexiones volvieron a mi mente el pasado martes, durante la presentación del grupo URV Plural, integrado en el más amplio Universitaris per la Convivència, en la sala de juntas del Campus Catalunya. Se trata de un colectivo de profesores e investigadores que reclaman neutralidad institucional a las universidades catalanas, para que sigan siendo un foro libre y abierto de investigación y debate intelectual. Efectivamente, durante los últimos años, algunas de estas instituciones han venido sufriendo un proceso de alineamiento ideológico expreso con los postulados independentistas, como el que previamente se vivió en determinadas organizaciones culturales, colegios profesionales, asociaciones empresariales, etc. Lo llamativo de este fenómeno es que, elección tras elección, los ciudadanos de Catalunya nunca han votado mayoritariamente a las tres fuerzas políticas que respaldan el proceso de independencia, y sin embargo su activismo ha logrado que infinidad de entidades civiles se posicionen en ese sentido. ¿Cómo es eso posible? 

La respuesta, como tantas otras veces, nos la dio Martin Luther King cuando dijo que no le preocupaban los gritos de los adversarios sino el silencio de los suyos. En efecto, durante estos años ha sido muy incómodo levantar la voz para denunciar algunas cosas que estaban sucediendo. Mucha gente no quería meterse en líos, como hace cinco años en Valls. Aunque nunca me he considerado antiindependentista (el deseo de conformar un estado propio es perfectamente legítimo, y dependiendo de las circunstancias, incluso lo compartiría), parece cada vez más evidente que el procesismo ha sido un auténtico disparate, que ha engañado a sus seguidores hasta un punto que deberá ser analizado académicamente en el futuro, y que sólo ha servido para colocarnos en una posición colectiva mucho peor que al inicio, para tapar las vergüenzas de algunos partidos sumergidos en la corrupción, y para regar con dinero público determinadas iniciativas con el objetivo de que un numeroso grupo de trepas y espabilados pudieran seguir viviendo como marajás sin dar un palo al agua. 

Esta necesidad de alzar la voz ante tanto despropósito también se vivió al día siguiente, en el auditorio de la Cambra de Comerç de Tarragona, durante la presentación del libro ‘Estàvem cansats de viure bé’. Esta obra recopila una selección de artículos de Albert Soler, un periodista libre y valiente que ha utilizado sus escritos en el Diari de Girona para destapar el ridículo en el que hemos vivido durante los últimos años. El uso brillante y demoledor del sarcarmo como arma de resistencia le ha servido también para sobrellevar las amenazas que recibe recurrentemente en su ciudad. La fachada de su propio periódico amaneció una mañana con una pintada que decía “Albert Soler, vigila tu espalda”, a lo que él respondió: “Éste debe de ser mi fisio”. 

Parece que la media Catalunya silenciosa comienza a perder el miedo a hacerse escuchar. De momento son sólo pequeños chispazos de respuesta ante un escenario público que llevaba una década aparentando una unanimidad tan abrumadora como falsa, la misma irrealidad que se vivió hace cinco años en el Teatre Principal de Valls. Efectivamente, durante demasiado tiempo el silencio y la autocensura de importantes sectores de la población han ofrecido una fotografía distorsionada de lo que somos, un autoengaño que sólo quedaba en evidencia cuando el voto secreto en las urnas permitía demostrar que más de la mitad de los catalanes no comulgaba con lo que estaba sucediendo. En cualquier caso, la personación en el foro público del adversario ausente no resolverá el problema, pero al menos permitirá contemplar una imagen acorde con nuestra realidad social, mucho más plural, compleja y rica de lo que algunos desearían.

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