Dos opciones

Publicado en el Diari de Tarragona el 11 de noviembre de 2019


Las repeticiones electorales suelen penalizar a los partidos que son vistos por la ciudadanía como responsables del fracaso en la conformación del gobierno, normalmente en forma de abstención. Es lo que sucedió ayer con el PSOE y UP, que redujeron moderadamente su presencia en el Congreso, y sobre todo con Ciudadanos, un partido que nació precisamente para favorecer la gobernabilidad desde una perspectiva de centro liberal. La apuesta personal de Albert Rivera por variar este rumbo hacia la derecha, con el objetivo confesado de reemplazar al PP, concluyó anoche con una de las debacles más estrepitosas que se recuerdan en nuestra democracia. 

La segunda noticia que dejó la jornada electoral fue el notable ascenso de Vox, una formación que en unas semanas ha pasado de la marginalidad a ejercer un protagonismo indiscutible en el actual tablero parlamentario. Por poner dos ejemplos, el partido de Santiago Abascal superó ayer al PP en Andalucía, y se ha convertido en la primera fuerza política de Murcia. La voz de la extrema derecha española volverá a escucharse con fuerza en las Cortes, lo que debería favorecer una reflexión en las dos formaciones que han blanqueado sistemáticamente su mensaje para poder reconquistar poder institucional. 

En tercer lugar, las cosas en Catalunya siguen prácticamente como estaban. El independentismo aumenta ligeramente su representación, pero sigue sin convertirse en la opción mayoritaria de la ciudadanía catalana (ayer sumó el 42% de los votos). Sin embargo, este heterogéneo colectivo transmite síntomas de radicalización, una de las claves del ascenso de Vox, y los escaños que pierde ERC los recibe la CUP. 

Ante semejante tesitura, los problemas de gobernabilidad que teníamos la semana pasada no sólo no se han reducido, sino que se han agravado con una fragmentación aún más acusada. El cuerpo electoral insiste en su apuesta por un ejecutivo de coalición, una posibilidad inédita pero que debe ser afrontada con claridad y valentía a partir de hoy mismo. Los tiempos políticos han cambiado y nuestra clase dirigente debe adaptarse a esta nueva realidad. Dos son los posibles pactos de investidura. 

Por un lado, cabría un acuerdo entre los dos grandes partidos para conformar un gobierno fuerte y transversal. Esta opción conllevaría algunas ventajas indiscutibles, pues dotaría al nuevo ejecutivo de un potentísimo respaldo parlamentario y permitiría establecer algunas líneas básicas de actuación que podrían gozar de continuidad en el futuro, al margen de quién heredara la Moncloa. Sin embargo, este proyecto necesitaría contar con una lealtad entre sus socios difícilmente imaginable con las cúpulas que actualmente comandan ambas formaciones. Además, analizando la cuestión a medio plazo, es muy probable que esta fórmula favoreciese que las siguientes elecciones se saldasen con un despegue inusitado de la derecha e izquierda extremas, lo que convertiría esta posibilidad en pan para hoy y hambre para mañana. 

La única alternativa a la Große Koalition sería un pacto de las izquierdas con varios partidos menores. Efectivamente, la suma de PSOE, UP, PNV, MP, CC, PRC y BNG asciende a 169 escaños, que serían suficientes para alcanzar la investidura con la abstención de ERC. Sin duda, se trataría de una combinación con graves problemas de estabilidad, pero el marco parlamentario que arrojó la jornada electoral impide hablar de lo ideal, obligando a centrar la cuestión en lo meramente posible. Y no hay más.

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