El regreso de la lechera

Publicado en el Diari de Tarragona el 10 de marzo de 2019


Uno de los momentos clave en la campaña electoral de 2008 tuvo como protagonistas al entonces ministro de Economía, Pedro Solbes, y al número dos del PP por Madrid, Manuel Pizarro. Ambos dirigentes mantuvieron un histórico debate en Antena 3, cuyo saldo final supuso un anticipo de los endebles cimientos de la nueva política: lo que importa no es ajustarse a la verdad sino transmitir mensajes que suenen bien. El representante conservador intento en vano explicar la extrema debilidad con la que el país iba a enfrentarse a la crisis que ya había estallado en EEUU: “España no va bien. Somos subcampeones europeos en inflación y campeones en desempleo. Ustedes no han previsto lo que venía, y si lo han visto no han hecho nada para evitarlo”. El ministro socialista reía abiertamente ante las afirmaciones de su adversario, acusando a los populares de demagogos y catastrofistas: “Tengo la sensación de que ustedes están convocando a la crisis. Hay una cierta desaceleración, pero la situación actual es mejor que hace cuatro años. España está preparada para cualquier reto. Usted no deja de hablar de crisis y de recesión, algo que resulta molesto y está lejos de la realidad”. Tras el debate, una gran mayoría de telespectadores consideró que Solbes venció por goleada a Pizarro, un resultado que resultó determinante en el nuevo triunfo electoral de Rodríguez Zapatero. A lo largo de la siguiente década, eso sí, millones de españoles perdieron sus empleos, el tejido empresarial quedó devastado, la tasa de pobreza aumentó en tres puntos, el poder adquisitivo de las familias sufrió un ajuste brutal, y la deuda pública se multiplicó por tres. 


Esta misma semana hemos conocido el inquietante informe semestral de la OCDE que revisa a la baja las previsiones de crecimiento en 2019 para los países que integran fundamentalmente el G20, alcanzando globalmente el ritmo más bajo desde el 2016 y la reducción más fuerte desde el 2009. Según el estudio “Perspectivas económicas”, publicado este miércoles en París, las peores magnitudes corresponden a Europa, que pasa de un modesto 1,8% a un mísero 1%. Las dos naciones que apuntan peores maneras son Alemania (que apenas alcanzará el 0,7% de crecimiento) y sobre todo Italia (que sufrirá un decrecimiento del 0,2%). Son varios los factores que oscurecen el panorama: las profundas recesiones de algunas economías emergentes, la debilidad generalizada del sector industrial, el reajuste de la deuda empresarial china, los problemas del sector de la automoción por los nuevos estándares de emisiones, la guerra de aranceles iniciada por Washington, el riesgo de un Brexit duro... Una tormenta perfecta. Por si fuera poco, si el Reino Unido saliese de la UE a las bravas, este desastre lastraría además a sus principales socios comerciales como Irlanda, Holanda y Dinamarca. Ante semejante tesitura, Mario Draghi ha confirmado este jueves que suspende el anunciado final de sus medidas de estímulo, y la propia Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos​ ha animado a su inminente sucesor a continuar con la política de bajos tipos de interés para evitar el colapso. 


Aunque la economista jefe de la OCDE, Laurence Boone, ha asegurado que España está aguantando mejor las turbulencias internacionales que otras naciones, algunos expertos sostienen que esta supuesta fortaleza de nuestro país es en realidad el efecto de una de nuestras mayores debilidades. En efecto, el mayor crecimiento español en el contexto europeo se debe al buen comportamiento de la demanda interna (consumo e inversión doméstica) pese a que las rentas salariales han crecido sistemáticamente a un ritmo inferior al PIB durante el último lustro. La explicación de esta paradoja es que el aumento global de renta no se ha producido como consecuencia de una subida de salarios (que obviamente no ha existido) sino por el reingreso en el mercado laboral de cientos de miles de antiguos parados, cuyos incipientes ingresos van directamente destinados al consumo porque no tienen margen para ahorrar (la tasa española de ahorro se ha hundido hasta reducirse a un tercio de la media de la eurozona). La conclusión es que la presunta capacidad de resistencia española ante los envites de la economía internacional puede ser, en realidad, pan para hoy y hambre para mañana. 


Apenas restan unas semanas para el inicio de dos campañas electorales consecutivas en las que políticos de uno y otro signo van a prometernos la Luna. Algunos aprovecharán la ocasión para ofrecernos megacomplejos sanitarios, tan desesperadamente demandados como inmemorialmente olvidados; otros nos embaucarán con la conclusión de autovías que llevan décadas pendientes de acabar, tras infinitos parones y retrasos; no faltará quien intente hipnotizarnos con repúblicas de fantasía donde todo será abundancia y felicidad por arte de magia; también habrá quien nos tiente con macroequipamientos culturales, sin acreditar el compromiso financiero de las instituciones que presuntamente lo tendrían que pagar; incluso tendremos candidatos que pretenderán resolverlo todo tirando de deuda pública como si no hubiera un mañana, trasladando a nuestros hijos las asfixiantes consecuencias de nuestra irresponsabilidad. 

El augurio de vacas flacas planteado por la OCDE es sin duda una noticia “molesta”, como diría Pedro Solbes, pero una de las características propias del comportamiento adulto y prudente consiste en preferir las verdades incómodas a las mentiras sedantes. Sin embargo, sospecho que nuestra mediocre cultura democrática volverá a hacernos creer en el cuento de la lechera, pese a que los datos objetivos demuestran que entramos en una fase económica que impedirá cualquier tipo de fiesta presupuestaria. Dentro de medio año el cántaro se estampará contra el suelo, todos estos proyectos se guardarán en un cajón y nos sentiremos profundamente engañados. Y nos prometeremos a nosotros mismos que jamás volveremos a creer una promesa electoral… hasta que llegue la siguiente campaña.


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