2019, año electoral

Publicado en el Diari de Tarragona el 30 de diciembre de 2018


Apenas restan unas horas para comenzar un apasionante año político, probablemente salpimentado con diferentes convocatorias electorales, algunas de ellas ya seguras y otras simplemente probables. La fecha ineludible es el próximo 26 de mayo, domingo en que coincidirán los comicios locales con los europeos, además de otras citas que sólo nos afectan colateralmente: autonómicas españolas (todas salvo Catalunya, Euskadi, Galicia y Andalucía), elección de diputados forales en las Juntas Generales vascas, etc. 

Yendo de lo más lejano a lo más cercano (en lo geográfico, no en lo fáctico) los resultados de las votaciones al Parlamento Europeo tendrán como aliciente comprobar hasta qué punto el éxito andaluz de Santiago Abascal es flor de un día o tendencia consolidada. En términos generales, las elecciones comunitarias se distinguen del resto por dos características fundamentales: por un lado, por la circunscripción única que permite visibilizar candidaturas menores de ámbito estatal (pensemos, por ejemplo, en el euroescaño logrado por Ruiz Mateos); y por otro, por cierta sensación de irrelevancia que lleva a votar más con el corazón que con la cabeza, pese a que la maquinaria comunitaria influye en nuestras vidas de un modo contrastable y contundente. Ambos factores benefician a VOX, cuyos resultados pueden convertirse en la gran noticia del 26 de mayo. Sin embargo, es probable que no sea éste el único día en que los ciudadanos acudamos a las urnas. 


Por un lado, resulta palmario que el gobierno español vive instalado en un equilibrio inestable desde su mismísimo nacimiento. Ochenta y cuatro escaños son un parapeto muy endeble en una cámara que supera holgadamente los trescientos, aunque quienes conocen a Pedro Sánchez aseguran que Numancia fue un juego de niños junto a la Moncloa con el economista de Tetuán al timón. Parece que el Presidente comparte con su antecesor la pasión por la resistencia como lema de vida, un principio de actuación sin duda reforzado ante la probabilidad de que unos eventuales comicios anticipados entreguen el poder estatal al tripartito de derechas que se está repartiendo las sillas en Sevilla. Aun así, la capacidad de aguante de este frágil gobierno puede tener un límite, sobre todo si el independentismo catalán se niega a aceptar con lealtad su mano tendida. La política de apaciguamiento de Sánchez hacia Torra está provocando un creciente cisma en el socialismo meridional, un conflicto larvado que puede saltar por los aires a medida que se acerque el mes de mayo. Unos resultados a la andaluza podrían desencadenar un motín en Ferraz que obligaría al Presidente a romper abruptamente con el soberanismo, perdiendo así la mayoría en la Cámara Baja y forzando un adelanto electoral. 

Irresponsablemente ajenos a los graves efectos que su actuación puede tener a medio plazo en la gobernabilidad estatal, los estrategas procesistas llevan una década sometiendo a Catalunya a una inestabilidad permanente, con un ejecutivo más dedicado a la agitación que a la gestión, sin la menor capacidad para planificar estrategias de gobierno a un año vista. El mantra de este año será el juicio a los líderes independentistas, un nuevo filón sentimental que ocupará miles de páginas de nuestros diarios mientras el país se desangra. Dependiendo de la evolución demoscópica en el seno del soberanismo, con republicanos y exconvergentes luchando por liderar el epílogo del procés, puede que los ciudadanos seamos llamados de nuevo a unos comicios autonómicos para volver a evidenciar la partición cainita de la sociedad catalana en dos mitades, una fractura política y social que mantendrá el país empantanado durante años, para nuestra desgracia y regocijo de nuestros competidores directos. 


En cualquier caso, al margen de elucubraciones estatales y autonómicas, son las elecciones locales la convocatoria que se presenta ante nosotros de un modo más nítido y palpable. Analizando el caso tarraconense desde una perspectiva de bloques, es probable que la estrategia soberanista de echarse al monte favorezca la enésima certificación de que nuestra capital no es una ciudad independentista. Ninguna encuesta augura la menor posibilidad de una victoria procesista, ni siquiera sumando a las CUP. Para muchos tarraconenses, lo que menos necesita ahora nuestra ciudad es colocar al frente del Consistorio a una especie de “miniTorra”, sea quien sea, dedicado a colocar pancartas y realizar ofrendas florales en vez de centrarse en los verdaderos problemas de los ciudadanos. ERC probablemente obtenga un buen resultado, pero Nadal Jr. lo tiene muy difícil para compensar el lastre electoral que supone presentarse bajo la marca convergente, se llame ahora como se llame. 

Por su parte, en el sector constitucionalista, teniendo en cuenta la anemia de la candidatura popular (con Alejandro Fernández en el Parlament y Jordi Roca en el Congreso) la verdadera lucha por alcanzar la alcaldía se entablará entre PSC y Ciudadanos. Esta batalla se librará sobre todo en los feudos tradicionalmente socialistas que desertaron en masa hacia Inés Arrimadas en las elecciones del 21D. La gran popularidad de Josep Fèlix Ballesteros juega a favor de la candidatura socialista, aunque su proyecto comienza a mostrar síntomas de agotamiento. Durante las últimas semanas el alcalde ha sacado varios conejos de su chistera, pero ni siquiera así consigue evitar cierta sensación crepuscular. Su principal activo, sin duda, es representar monopolísticamente la centralidad política de la ciudad, tanto desde una perspectiva ideológica como identitaria. Por su parte, Rubén Viñuales tiene a su favor la juventud y la frescura de un partido prácticamente sin pasado, pero también debe hacer frente a dos grandes retos: por un lado, un desafío personal (es un candidato mucho menos conocido que su rival socialista); y por otro, un problema de marca (su partido acaba de asociarse con la ultraderecha en Andalucía). Personalmente sospecho que en mayo no habrá relevo en la alcaldía, pero cinco meses son una eternidad con las dinámicas actuales. Parece que el 2019 nos traerá emociones fuertes. ¡Feliz año nuevo!

Comentarios

Entradas populares de este blog

El beso

Una moto difícil de comprar

Bancarrota