Poca piel

Publicado en el Diari de Tarragona el 24 de mayo de 2015


Ya quedan pocas horas para que vuelvan a ganar los de siempre, y apenas un par de días para que sus propios votantes comiencen a quejarse porque todo sigue igual. Es el cuerpo electoral que tenemos. Sin embargo, mi intención de hoy no es analizar los posibles resultados de estos comicios, sino valorar un hecho puntual acaecido durante la campaña.

Colores neutros, rostros preocupados, frases enlatadas y un frutero. La maquinaria de propaganda popular nos brindó a primeros de año un vídeo memorable. Rajoy, Cospedal, Floriano, González Pons y Arenas posaban en la sala de estar de un catálogo de muebles, intercambiando reflexiones concebidas en la mente de algún creativo poco talentoso. No era fácil descubrir de que se hablaba en aquella interminable secuencia de tomas falsas hasta que el Presidente zanjó la cuestión: “El tema es que hay que continuar". Vale. Estaban estudiando qué se podía hacer para seguir mandando indefinidamente.

El jefe de campaña apuntaba sus intuiciones: "Nos ha faltado darle un poco de piel a cada cifra positiva. ¿No crees, María Dolores, que nos ha faltado un poco de piel? Hay que hacer un esfuerzo por darle piel". Las obsesiones cutáneas de Floriano sugerían el reconocimiento de que el PP había mostrado cierta insensibilidad a la hora de explicar sus recetas y sus logros a los mortificados ciudadanos. Las profundas inquietudes sociales de nuestros dirigentes apenas les permitían conciliar el sueño ante el drama que vivía su pueblo, pero por algún misterioso motivo los votantes no lográbamos percibirlo.

El gesto de Floriano no invitaba a pensar que en el interior de aquel cráneo estuviera desarrollándose una actividad frenética, pero sus palabras convencían a una Cospedal que no dejaba de asentir: “Hay que contarlo mucho”. Un escalofrío recorrió el cuerpo de los sufridos televidentes. El problema no era haberse equivocado en las medidas, ni siquiera haberlas transmitido mal: el problema era haberlo explicado poco. Qué dura es la vida del votante potencial…

Recordé esta escena el pasado miércoles, mientras observaba la intervención de Mariano Rajoy en el mitin de Pamplona. El Presidente se vendía a sí mismo como un valor seguro frente a los “enemigos de siempre”. Insistía machaconamente en los mantras macroeconómicos que probablemente salven hoy de la quema a algunos candidatos populares. Las preguntas retóricas le servían para afirmar con rotundidad que la quiebra de España es hoy en día implanteable. Cierto. La modesta concurrencia aplaudía sumisamente al gallego, poco acostumbrado a ver en persona a sus interlocutores. Y se vino arriba.

Primero defendió que los tradicionales desequilibrios estructurales de nuestra economía habían pasado a mejor vida, una afirmación que sabría errónea si leyese el informe de la Comisión Europea del pasado noviembre en vez del Marca. Según Bruselas, España supera los umbrales máximos en cinco de los once baremos que indican un grave riesgo económico: desempleo (tasa trianual media del 24,1% frente al límite crítico del 10%); deuda pública (92,1% del PIB frente al 60%), deuda privada (172,2% del PIB frente al 160%); cuota media de mercado exportador (-7,1% frente al -6%); y pérdida de posición neta de inversión internacional (-92,6% del PIB frente al -35%). Sólo Chipre supera nuestros desequilibrios.

Pero el Presidente no tenía suficiente y decidió meterse en la madre de todos los charcos: “¿Quién habla hoy de paro en España?” De la insensibilidad a la provocación. Me gustaría haber visto la cara de sus jefes de campaña en ese preciso instante. Quizás les vino a la memoria, como a mí, el primer verso del poema XV de Pablo Neruda: “Me gusta cuando callas porque estás como ausente”. Como dijo Groucho Marx, es mejor permanecer callado y parecer tonto que abrir la boca y despejar todas las dudas.

Según la EPA, casi cinco millones y medio de españoles se encuentran actualmente sin trabajo, la cifra más alta de toda la UE. Desde un punto de vista porcentual, casi una cuarta parte de la población activa está desempleada, un ratio sólo superado por Grecia. Y si nos referimos a los jóvenes, los porcentajes superan ampliamente el cincuenta por ciento, una cifra ciertamente aterradora. ¿Cómo es posible que el presidente de un país con estas credenciales afirme orgullosamente que nadie habla hoy del paro en España?

La desafortunada frase me sirvió, como digo, para releer el conocido poema de Neruda. Es evidente que el Nobel chileno no lo escribió con esa intención, pero sus estrofas incluyen un verso que define nítidamente la percepción que muchos españoles tienen del presidente plasmático: “Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza”. El síndrome de la Moncloa ha causado estragos en su actual inquilino a una velocidad desmesuradamente más rápida que a sus predecesores. El líder popular es hoy un dirigente opaco y distante que no pierde oportunidad para demostrar su frialdad ante los dramas que viven sus administrados. A Mariano Rajoy le falta piel. Mucha piel.

Estoy convencido de que la mayoría de ciudadanos desearíamos creer que es imposible que se sienta orgulloso el máximo responsable de una economía que acoge a millones de familias sin ningún tipo de ingresos ni esperanzas. Nos gustaría pensar que la frase de Pamplona fue un lapsus y no una traición del subconsciente de quien empieza a creerse su propia propaganda. Nos gustaría poder afirmar, como Neruda en el último verso de su poema XV, que “estoy alegre, alegre de que no sea cierto”. Lamentablemente, sospecho que ya es tarde para pedirnos semejante ejercicio de voluntarismo.

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