Otro asalto

Publicado en el Diari de Tarragona el 10 de noviembre de 2014


Catalunya vivió ayer una nueva jornada de movilización masiva, que en esta ocasión orbitó alrededor del proceso participativo auspiciado por la Generalitat. Pese a tratarse de una convocatoria sin el menor valor jurídico (no había soporte legal, ni garantías procedimentales, ni censo oficial…), desde una perspectiva política y anímica el soberanismo se acostó anoche sabiendo que había vuelto a triunfar.

Originariamente los partidos proconsulta configuraron el 9N como la línea de llegada de una gran carrera, pero con el paso de los meses quedó convertido en una simple meta volante, un asalto más en el marco de un largo combate. Lo que inicialmente iba a ser un referéndum de autodeterminación, se transformó después en una votación no vinculante, más tarde en un proceso consultivo con respaldo oficial, y terminó reducido a una mera jornada participativa en manos de voluntarios. En resumidas cuentas, lo que en todo occidente se conoce como una recogida de firmas, pero con estética electoral. Artur Mas persistió en la convocatoria, pese a su progresiva desnaturalización jurídica, con el claro objetivo de poder presentarse ante la ciudadanía como un político que cumple su palabra, un logro más que discutible desde el mismo momento en que el President prometió una votación legal y con todas las garantías democráticas, algo que obviamente no ha sucedido. Es cierto que fue el gobierno central quien lo impidió, pero Mas sí es responsable de haberse comprometido a realizar algo manifiestamente imposible. Aun así, al final ha logrado vender como si fuera una moto lo que no era más que un triciclo, pero si al comprador le convence no se puede hacer nada más que felicitar al comercial.

La jornada se ha caracterizado por una actitud impecable de sus protagonistas y por la total pasividad de los aparatos del Estado. Creo que no exagero si califico la actitud del gobierno central como el mayor ridículo de Rajoy desde su llegada al poder: primero recurrió inoportunamente ante el TC el formato de un nuevo 9N que no había sido recibido con entusiasmo entre el independentismo militante; después logró que la suspensión decretada por el alto tribunal movilizase a millares de personas que hasta entonces habían recelado de la convocatoria; y finalmente ha terminado aceptando la inviabilidad de prohibir físicamente las votaciones, coronando al movimiento soberanista como el gran triunfador en este peculiar duelo político y jurídico. Resulta metafísicamente imposible planificar una estrategia política más disparatada. Visto lo visto, a nadie debería extrañar que más de dos millones de catalanes secundasen ayer la convocatoria, una cifra que apenas alcanza la mitad de los llamados a las urnas pero que debería ser tenida seriamente en cuenta en Moncloa.

En cualquier caso, lo verdaderamente trascendental no es lo que sucedió ayer sino lo que ocurrirá a partir de hoy. Por mucho que se pretenda adornar la situación con una romántico aroma asambleario, lo cierto es que la evolución del conflicto dependerá fundamentalmente de la forma en que los dos actores principales de este inacabable culebrón afronten sus respectivas encrucijadas.

Por un lado, Mariano Rajoy tendrá la posibilidad de asumir que el actual bloqueo sólo podrá superarse abriendo un período de negociación sin excesivos apriorismos, una opción que gana adeptos dentro de su propio gabinete. Sin embargo, el Presidente también gobierna un partido que lleva meses desangrándose en las encuestas por los casos de corrupción y por la débil recuperación económica. Me temo que Rajoy decidirá finalmente mantener la tensión con Catalunya, aunque ello convierta al PPC en una formación marginal, antes que abrir un melón que podría hacerle perder millones de votos en el resto de España.

Por su parte, si la Moncloa se mantiene en sus trece, el siempre superviviente Artur Mas deberá definir su futuro optando entre dos caminos irreconciliables: por un lado, podría intentar agotar la legislatura con la muleta del PSC para negociar una consulta auténtica con el nuevo gobierno central que resulte de las elecciones generales del próximo año, o bien convocar autonómicas anticipadas y rezar para que Junqueras renuncie a su ventaja y acepte formar una lista única. Esta posibilidad podría desencadenar su ruptura con Unió y la irrupción de Podemos en el Parlament, una auténtica voladura descontrolada del tablero político catalán de efectos imprevisibles. Lo que tendremos que ver…

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