Gobierno Fútbol Club

Publicado en el Diari de Tarragona el 2 de noviembre de 2014


El equipo que preside Mariano Rajoy parecía mantenerse milagrosamente vivo en las tres competiciones que afrontaba esta temporada (la económica, la territorial y la ética) pero el juego desplegado durante las últimas jornadas comienza a inquietar a sus seguidores. El cambio de ciclo parece imparable, por mucho que la peña liderada por Marhuenda el del Bombo siga entonando el “You’ll never walk alone”. La directiva lleva meses jugando con fuego y el calendario da poco margen para salvar la categoría.

A principios de temporada Rajoy compareció ante la prensa -vía plasma- para declarar que el equipo iba a centrar sus esfuerzos en el torneo económico, aunque sin renunciar a nada en el resto de campeonatos. Se partía de una situación crítica, teniendo en cuenta el deplorable estado financiero en que se encontraba el club tras la presidencia de ZP. Pese a las ilusiones depositadas en los nuevos gerentes de la entidad, las decisiones adoptadas en la primera junta provocaron una gran decepción entre los simpatizantes del Gobierno FC. Sin embargo, con el paso de los meses los resultados comenzaron a llegar, e incluso algún representante del cuerpo técnico habló de volver a soñar con la Champions. Lamentablemente, las dudas generadas durante las últimas semanas han provocado que muchos vuelvan a mirar de reojo a los puestos de descenso. La inquietud se ha adueñado de la masa social y algunos han llegado a proponer el fichaje de Ladrillo, un veterano delantero que dio grandes alegrías al club en el pasado. Parece imponerse la necesidad de idear una nueva estrategia de futuro, pero no da la sensación de que la actual directiva disponga del talento necesario para salir del pozo.

Estas carencias tácticas se han puesto especialmente de manifiesto en el campeonato territorial. La eliminatoria que el Gobierno FC lleva meses disputando contra algunos clubes catalanes ha evidenciado la escasez de recursos del cuadro técnico monclovita: la única estrategia de Rajoy consiste en reclamar constantemente fuera de juego al linier del Tribunal Constitucional. Esta táctica cobarde y perezosa puede servir como recurso de excepción, pero jamás como eje del sistema para afrontar todo un campeonato a largo plazo. El modelo adoptado plantea dos riesgos evidentes: para empezar, si se abusa de esta prerrogativa y el TC siempre da la razón al recurrente, terminará dando la sensación de que el partido está amañado y la competición saltará por los aires: y en segundo lugar, teniendo en cuenta que Rajoy se niega a ganar el partido en el terreno de juego, la eliminatoria estaría perdida sin remedio si algún día el árbitro no accediese automáticamente a la solicitud gubernamental. El fútbol no es un deporte para pusilánimes, y quien no esté dispuesto a pelear por el triunfo mediante un juego convincente mejor que se dedique a otra cosa.

Por último, a pesar de que en España el campeonato ético siempre ha sido considerado una competición menor, puede que sea este torneo el que termine defenestrando a la actual directiva. La plantilla lleva varios meses sufriendo una auténtica plaga de lesiones que quizás terminen impidiéndole pelear por el triunfo final: Bárcenas, Rato, Granados, Matas, Lapuerta, Fabra, Acebes… La lista de bajas es interminable. Cualquier aficionado sabe que las sobrecargas y las contracturas esporádicas son ley de vida en el deporte, pero cuando estos incidentes se convierten en un fenómeno generalizado y recurrente, entonces no nos encontramos ante un problema individual del jugador afectado sino ante un modo erróneo de trabajar desde el propio club. Es cierto que el presidente Rajoy ha pedido perdón esta semana por los errores cometidos, pero las meras disculpas no solucionan nada: si no se cambia de sistema, volverá a encontrarse en la misma tesitura –o peor- antes de terminar la temporada. Lo que la institución ha padecido durante el último año no son “unas cosas” que acontecen como fenómenos meteorológicos, sino el efecto previsible y necesario de un modelo de trabajo consentido por la actual directiva.

Tal y como ha confirmado esta semana una importante casa de apuestas, el gran beneficiado de esta situación es un equipo recién ascendido pero con un enorme potencial: Podemos. Su entrenador, Pablo Iglesias, ha sabido identificar con precisión los errores de sus contrincantes y ha conectado perfectamente con una afición que lleva demasiados años esperando de los grandes equipos lo que jamás han estado dispuestos a dar. Puede que sus soluciones tácticas sean erróneas (lo son, sin duda) pero al menos no parecen unos ingenuos que esperan mejorar las cosas cruzándose de brazos. Para alcanzar el éxito hay que atacar con osadía y convicción, hay que defender el propio proyecto con honestidad y coherencia, hay que estar dispuesto a dejarse la piel en el campo, hay que ser capaz de sentar en el banquillo a quien lo merezca, hay que pensar más en la masa social y menos en las estrellas de la plantilla...

Si no cambian las cosas, la ineptitud de los dos grandes equipos tradicionales acabará entregando el título en bandeja a un club sin experiencia en la alta competición, liderado por un entrenador vinculado a selecciones extranjeras poco recomendables, cuyo proyecto de futuro resulta técnicamente disparatado para los entendidos. Vuelve a evidenciarse que el deporte rey y la política comparten una cierta tendencia a caer en el absurdo. Ya lo decía el delantero alemán Lukas Podolski: “El fútbol es como el ajedrez pero sin dados”.

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