Graduación de Primaria

Discurso pronunciado el 19 de junio de 2013 en el acto la graduación de Primaria en el colegio Mare de Deu del Carme de Tarragona.


Bona tarda a tothom.

Cuando Dolors me propuso intervenir en la fiesta de graduación lo primero que me vino a la cabeza es que iba a ser muy difícil resumir en pocas palabras lo que todos nosotros hemos compartido durante los últimos diez años. Hoy decís adiós a la Primaria, y aunque ahora estéis pensando sobre todo en la playa y el Shambhala, como es normal, sabéis que estáis dando un paso muy importante. Es un momento para mirar al futuro con ilusión pero también para hacer memoria sobre lo que habéis vivido durante todo este tiempo. Estoy seguro de que la mayor parte de vuestros recuerdos serán positivos, aunque también habréis pasado algún mal trago. Y no sólo vosotros, que los padres también hemos estado una década comiendo cada octubre vuestros panellets con la mejor de nuestras sonrisas…

Esto no es el final del partido, ni siquiera la media parte. Lo que habéis hecho hasta ahora es básicamente prepararos para dar el salto a la ESO. Pero el entrenamiento suele ser tanto o más importante que la propia competición, pues las cosas bien hechas no se improvisan. Ya ha pasado mucho tiempo desde que todos vosotros cruzasteis por primera vez el patio cantando “un tren petitó” con pantalón corto o falda de tirantes. Durante estos años habéis ido descubriendo que el mundo está lleno de cosas que no conocéis y que merece la pena conocer; que nunca se consigue nada valioso sin hacer antes un esfuerzo, y que esforzarse no siempre significa pasarlo mal; que la inteligencia sin estudio no sirve de nada y el estudio sin orden tampoco; también habéis comprobado que las amistades son lo más valioso que tenemos, y que hay que cuidarlas todos los días; que las heridas del corazón pueden doler más que las rascadas en las rodillas que os hacíais en P3; que ya no es posible comportarse de la misma manera en la clase y en el patio, y que en el comedor –aunque no estén delante vuestros padres- ya no podéis comer como unos vikingos; habéis descubierto que podéis convivir y querer a personas con formas de ser, ideas y gustos completamente diferentes a los vuestros; y que los profesores no disfrutan llevándoos la contraria sino que simplemente hacen lo que consideran mejor para vosotros.

Ya casi ni os acordáis de cuando fingías dolor de garganta para que Paquita os diera uno de sus caramelos para la tos. Habéis crecido mucho desde entonces: por fuera está a la vista, y estoy convencido de que también por dentro. Y por eso deberéis estar siempre agradecidos a las personas que han trabajado en el colegio para lograrlo, acompañándoos en este camino que aún no ha terminado: con constancia cuando las fuerzas flaqueaban, con comprensión cuando vuestro esfuerzo no tenía reflejo en los exámenes, con paciencia cuando algo os costaba más que a los demás, y siempre con cariño.

¿Y ahora qué? Pues ahora empieza el partido de verdad. Muchos afrontaréis el inicio de esta nueva etapa con una mezcla de ilusión e inquietud. Ilusión porque ya dejáis de ser los pequeños del colegio, ya no llevaréis uniforme, tendréis libre la tarde del viernes y probablemente esperáis que se os empiece a tratar de otra manera: que para algo sois ya de la ESO. Y tenéis razón. Pero también sabéis que ser “un mayor” tiene sus inconvenientes, y no me refiero sólo a madrugar una hora más y a las clases de alemán. Ya no va a bastar con estar atentos en clase para salvar un examen, ya no va colar que vuestro perro se haya comido las fichas que teníais que hacer en casa, ya no va a ser habitual que a la hora de hacer los deberes los padres y las madres os ofrezcamos una ayudita o algo más que una ayudita… Tendréis que acostumbraros a ser más autónomos, más responsables de vuestras cosas, que también para esto ya sois de la ESO. Eso sí, no dudéis ni un instante de que en todo momento nos tendréis a vuestro lado, a vuestras familias y al colegio, para seguir ofreciéndoos nuestra ayuda siempre que lo necesitéis… y siempre que os dejéis.

No sé si habéis visto la última película de Steven Spielberg. Un poco aburrida, la verdad. Habla de un presidente norteamericano de hace ciento cincuenta años que se llamaba Abraham Lincoln. Hace unos días cayó en mis manos una carta que este presidente envió al profesor de su hijo, en la que le explicaba lo que esperaba del colegio como padre. Me gustaría acabar con un extracto de esta carta, que demuestra que en casi dos siglos apenas ha cambiado lo que casi todos los padres del mundo pediríamos a vuestros maestros, es decir, lo que deseamos para vosotros mismos. Dice así:

Querido profesor: Creo que mi hijo debería aprender que no todos los hombres son justos ni sinceros, pero por favor dígale también que por cada villano hay un héroe, que por cada egoísta hay también un generoso, que por cada enemigo hay también un amigo. Enséñele que es mejor la moneda ganada que la moneda encontrada. Que aprenda a perder, pero también a disfrutar correctamente de la victoria. Aléjelo de la envidia. Si es posible, enséñele a maravillarse con los buenos libros, pero déjele también tiempo para disfrutar de los pájaros y las flores. Debe aprender a jugar sin violencia con sus amigos, y explíquele que más vale una derrota honrosa que una victoria vergonzosa. Enséñele a ser fiel a sus propias ideas, aunque todos le digan que está equivocado. Que comprenda que nunca debe entrar en un tren sólo porque los otros lo hicieron antes. Enséñele a ser atento con los amables y a resistir frente a los bruscos. Que aprenda a escuchar a todos, pero que a la hora de la verdad decida por sí mismo. Enséñele a sonreír cuando este triste y explíquele que las lágrimas no tienen nada de vergonzoso. Que sepa cerrar sus oídos a los gritos de las multitudes y a luchar contra todo el mundo por aquello que considere justo. Trátelo bien, pero no lo mime. Trasmítale una fe inquebrantable en Dios y en sí mismo, porque sólo entonces podrá tener fe en los hombres. Querido profesor, sé que es mucho lo que le pido. Haga usted lo que pueda por ese pequeño muchacho, mi hijo.

Moltes gracies i enhorabona!

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