Concierto en PSC menor

Publicado en el Diari de Tarragona el 23 de junio de 2013

El primer secretario del PSC logró acaparar la pasada semana las portadas de todos los periódicos al reclamar formalmente la eliminación de los conciertos vasco y navarro mediante una reforma constitucional que ayudase a "superar el trauma que supuso para los catalanes la sentencia del TC". Personalmente me sorprendió que un tipo habitualmente razonable y moderado como Pere Navarro decidiese entrar como un elefante en una cacharrería en un tema tan sensible para la otra comunidad autónoma que, junto con Catalunya, ha enarbolado históricamente la defensa de un modelo plurinacional y descentralizado para España. No hubo que esperar muchos minutos para que las direcciones de PP y PSOE descartaran de plano la propuesta, algo perfectamente previsible y que venía a demostrar el carácter ilusorio de la iniciativa del PSC, un guiño populista a su electorado para evitar que continúe huyendo en desbandada.

Creo que se equivocan los estrategas socialistas que deciden presentarse ante la ciudadanía con pancartas tan simplistas como ésta. Nuestros políticos deberían retomar el sendero de la reflexión previa a la acción, del análisis de los problemas reales percibidos por la sociedad más allá de maximalismos ideológicos, de la contención en los eslóganes efectistas para evitar espejismos en las expectativas ciudadanas... Que se lo digan a CiU, que en pocos meses ha calcinado el semillero de votos heredado de Pujol, algo que no parece preocupar al secretario de organización convergente mientras se consiga mantener el peso global del bloque soberanista: di que sí, Josep Rull, lo importante es participar y divertirse.

No es la primera vez que el líder del PSC nos sorprende con unas declaraciones espasmódicas aparentemente incompatibles con una dosis mínima de prudencia y pragmatismo (recordemos el revuelo que causó en las filas socialistas su petición expresa de abdicación real). Este sendero puede acabar encasillándolo como un valioso activo para los suyos con una irrefrenable tendencia al cruce de cables: si me permiten el símil futbolístico, acabará convertido en el Pepe de la política catalana. Alguien debería recordar a Pere Navarro que es un dirigente de bajo perfil mediático, cuyas armas son la centralidad y la perseverancia. Le convendría dejar de significarse pregonando excentricidades, pues el papel de Alfonso Guerra eventual no le sienta nada bien.

Como era de prever, la propuesta del PSC ha tomado rápidamente el camino de la papelera por dos motivos principales. Primero, por una cuestión de responsabilidad: la aniquilación del régimen foral convertiría a Euskadi y Navarra en un torbellino ingobernable, cuya población se levantaría unánimemente en defensa de sus derechos históricos hasta extremos que en Madrid prefieren no comprobar. Y segundo, por cuestiones electorales: si un partido estatal se presentase proponiendo la supresión del concierto económico no conseguiría en estos territorios ni el voto de las madres de sus candidatos.

Aun así, existen tres razones de fondo para criticar con fundamento la ocurrencia del PSC. Para empezar, la propuesta no es realista: la práctica unanimidad del espectro político español no está por la labor de acabar con un régimen expresamente contenido en la Constitución, que no crea un privilegio ex novo sino que se limita a recoger unos derechos ininterrumpidamente vigentes desde el siglo XIX (ni siquiera Franco derogó la fiscalidad foral de Álava y Navarra). Por otro lado, es también una propuesta ideológicamente incongruente: no tiene ningún sentido que un dirigente catalanista, supuestamente partidario de un modelo español asimétrico, proponga homogeneizar el sistema pasando por encima de instituciones propias de otras comunidades, como si de un nuevo Felipe V se tratara. Y por último, se trata de una propuesta estratégicamente estúpida: el régimen fiscal vasco debe convertirse en el argumento para exigir una hacienda propia para Catalunya, no en la diana de las envidias interterritoriales que terminen generando un modelo homogeneizador y jacobino que sólo UPyD defiende en el Congreso.

Resulta perfectamente legítimo que algunos dirigentes políticos hayan mostrado su disconformidad con el método de cálculo del cupo vasco y navarro por considerarlo escasamente solidario (y que conste que esta afirmación es cuestionable desde el mismo momento en que Euskadi aporta al fondo de compensación interterritorial y a la financiación de la deuda pública estatal 2.000 euros anuales per cápita, cuando la media española apenas llega a los 1.200). Ahora bien, una cosa es proponer una reforma de la fórmula que determina las cantidades aportadas al estado por las comunidades forales, y otra muy diferente reventar el sistema desde sus cimientos, un destrozo histórico de consecuencias políticas imprevisibles, que es lo que propone expresa e irresponsablemente Pere Navarro.



Sería un tremendo error de perspectiva que desde el catalanismo político se iniciara una campaña de acoso contra el concierto vasco y el convenio navarro, pues ambas figuras jurídicas constituyen la demostración empírica de que es posible la implantación de un modelo fiscal descentralizado en España. El PSC debería mostrar una mayor altura de miras, evitando la pobre estrategia del titular simplón con el que ganarse el aplauso fácil e irrelevante. Frente al éxito ajeno siempre caben dos actitudes: los audaces aprovechan la circunstancia como un factor de motivación para avanzar, mientras los mediocres no descansan hasta lograr que a todos les vaya tan mal como a ellos mismos. Como dijo Quevedo, la envidia va tan flaca porque muerde y no come. Medite mejor sus propuestas, señor Navarro, y deje de tirar piedras irreflexivamente sobre el tejado de Catalunya.

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