Realidades virtuales

Publicado en el Diari de Tarragona el 28 de abril de 2013

Es triste comprobar cómo gran parte de las noticias que se difunden sobre Tarragona más allá de nuestro entorno próximo suele versar sobre sainetes más o menos curiosos de la política local, en vez de mostrar nuestros innegables activos monumentales, empresariales y turísticos. Pocos españoles podrán hablar más de un minuto sobre las excelencias de nuestra ciudad, aunque seguro que muchos conocen el supuesto plagio que el PP local perpetró sobre una conocida canción de Lady Gaga, o el intento de un ingeniero dublinés residente en Londres de aumentar su éxito entre el sector femenino mediante la apropiación de la imagen de nuestro alcalde en facebook. Como decía el afortunadamente desaparecido José Bono, “trijte y maj que trijte”.

Aun así, el incidente virtual protagonizado por el poco agraciado Derrick Arthur Anderson podría servirnos para reflexionar sobre ese mundo paralelo que cada vez nos es más familiar, y cuya cercanía y verosimilitud demasiadas veces nos provocan una falsa sensación de fiabilidad. En modo alguno me incluyo entre los nuevos amish que recelan de cualquier actividad apoyada en soporte digital (de hecho, soy un usuario ferviente de las redes sociales) pero parece evidente que los filtros de prudencia que habitualmente exigimos en el mundo real muchas veces se evaporan cuando nos sentamos frente a una pantalla. Y esto puede predicarse desde una perspectiva tanto pasiva (dando credibilidad a informaciones no contrastadas) como activa (introduciendo datos en la red sin el menor control sobre su destino final). Que se lo digan a la concejala yebenera Olvido Hormigos… Por cierto, como inciso, ¿cómo puede alguien reclamar a la justicia que proteja su intimidad después de difundir informáticamente un vídeo suyo masturbándose, y de posar después desnuda para Interviú? ¿Qué intimidad? No se puede exigir que los demás defiendan lo que tú desprecias.

Volviendo al tema que nos ocupa, el descontrol que actualmente impera en la red puede tener consecuencias más o menos anecdóticas: por ejemplo, puede que la próxima vez que Josep Félix Ballesteros viaje a Londres, una desconocida le atice una bofetada en plena calle por las ordinarieces que le escribió en su muro de facebook. Sin embargo, la anarquía del mundo virtual tiene a veces derivadas mucho más inquietantes: pensemos en el creciente ciberbullying que se extiende por nuestros institutos, en los delincuentes que aprovechan la información colgada en las redes sociales para saber dónde y cuándo cometer sus asaltos, o en los pederastas que se infiltran en los peligrosamente habituales chats infantiles para satisfacer sus nauseabundas apetencias. Si a veces nos asombra la inconsciencia personal y parental con la que algunos particulares se asoman al mundo virtual, aún más llamativa resulta la irresponsabilidad demostrada por algunos profesionales en la gestión de las informaciones disponibles en la red.

Por citar sólo ejemplos recientes, esta misma semana un hacker logró tomar el control de la cuenta twitter de Associated Press y colgó el siguiente mensaje: “dos explosiones en la Casa Blanca y Barack Obama herido”. Los inversores de Nueva York aplicaron a rajatabla el principio bursátil de “vende con el rumor y compra con la noticia” y en apenas unos minutos Wall Street caía ciento cuarenta puntos. Pero no sólo el mundo financiero parece vulnerable frente a los bulos cibernéticos, pues también han sido varios los medios de comunicación que han sucumbido a los engañosos cantos de internet. Recordemos cómo el Canal 5 de la televisión tailandesa ilustró la muerte de Margaret Thatcher con una imagen de Meryl Streep, o cómo el diario madrileño La Razón acompañó su artículo dedicado a Ada Colau con una fotografía de su imitadora en el programa satírico Polonia de TV3. Lamentablemente, los ridículos periodísticos no se derivan sólo de errores fisionómicos: la publicación humorística The Daily Currant (una especie de El Mundo Today norteamericano) afirmó recientemente que Sarah Palin había exigido la invasión de Chequia como represalia por los atentados de Boston, mofándose de las lagunas geográficas de la antigua candidata republicana mediante un juego de palabras con Chechnya y Czech Republic. Pues bien, un importante medio de comunicación polaco, el Wprost, publicaba las declaraciones como si fueran reales, lo que bien pudo terminar creando un conflicto internacional. Increíble pero cierto.

El correcto aprovechamiento del inmenso caudal de información que nos ofrece internet exige adaptarnos a esta nueva realidad para evitar consecuencias indeseables. A nivel personal, debemos ser conscientes de que no todo lo que se publica en la red es cierto (más bien todo lo contrario), de que no todo el que interactúa en este ámbito es quien dice ser, de que la información que aportamos puede acabar en las manos de cualquiera, y de que nos enfrentamos a un mundo todavía asilvestrado. A nivel profesional, parece imprescindible una exigente autorregulación apoyada en criterios estrictos que garanticen el contraste de informaciones para evitar las surrealistas barbaridades que acabo de ilustrar. Y por último, a nivel legislativo, se impone la implantación urgente de medidas eficaces para asegurar que la endiablada velocidad a la que avanza la tecnología no abandone en la intemperie legal a los miles de millones de usuarios que disfrutamos a diario de internet. Parafraseando a Hölderlin y su concepto del lenguaje, podríamos decir que la red es uno de los bienes más preciosos y a la vez más peligrosos de los que se ha dotado el hombre. Usémoslo con inteligencia.

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