Retorno a la realidad



Publicado en el Diari de Tarragona el 21 de octubre de 2012


Hoy se celebran en Euskadi unas elecciones autonómicas que devolverán a los partidos nacionalistas la gran mayoría parlamentaria que jamás perdieron a nivel sociológico. Quien desee ver un cambio de tendencia en la previsible barrida electoral del soberanismo se equivoca: el electorado vasco jamás ha dejado de ser mayoritariamente nacionalista desde hace décadas. De hecho, hasta la presente legislatura y desde los tiempos de la República, todos los lehendakaris han pertenecido al PNV fundado por Sabino Arana en 1895: José Antonio Aguirre, Jesús María Leizaola, Carlos Garaikoetxea, José Antonio Ardanza, Juan José Ibarretxe…

Nadie debería olvidar que el PSE ha podido ocupar tres años el palacio de Ajuria Enea por motivos esencialmente jurídicos, tras excluirse de la última contienda electoral a cualquier formación de la izquierda abertzale sucesora de HB. La ficticia mayoría no nacionalista en el Parlamento Vasco que ha permitido a Patxi López formar su inestable e inédito gobierno tiene su origen directo en la aplicación estricta de la nueva Ley de Partidos (apoyada en el Congreso por CiU, por cierto) que prohibió a los antecesores de Bildu concurrir a las urnas bajo ninguna denominación. Paradójicamente, esta opción política ha seguido siendo legal en Francia, donde no ha dejado de presentarse a las elecciones con total libertad.

Cualquiera que tenga una mínima noción sobre la realidad política vasca conoce la férrea (ciega, diría yo) lealtad de los antiguos votantes de Batasuna a sus siglas de referencia: da igual que se llamen HB, PCTV, Euskal Herritarrok… Son siempre los mismos, votan siempre en bloque, y jamás depositan la papeleta de otra formación aunque la suya no concurra. Teniendo esto en cuenta, una vez lograda su expulsión del sistema electoral, el resultado fue el esperado por sus promotores: en las últimas autonómicas los seguidores de la izquierda abertzale no fueron a votar y el bloque PSE/PP logró una mayoría ficticia pero efectiva en la cámara de Vitoria.

Ahora las cosas han cambiado. Los herederos del independentismo violento han conseguido presentar unas listas admisibles con la inestimable ayuda de una Eusko Alkartasuna electoralmente desahuciada: están todos los que son, aunque no son todos los que están. De hecho, Bildu es el fruto de un maridaje evidente: la izquierda abertzale ha prestado los votos y casi todos los candidatos, mientras EA ha puesto sobre la mesa su incuestionable historial democrático y los restos de un partido llamado a ser digerido por su peligroso acompañante. Como en el cuento, la rana ha cargado con el escorpión, y esto nunca acaba bien. Mucho han cambiado las cosas desde aquella escisión comandada por el lehendakari Garaikoetxea, que puso en aprietos al mismísimo PNV a finales de los ochenta. Yo mismo asistí al mitin de la rebelión en el pabellón de Mendizorroza, cuando apenas era un adolescente, con un importante sector crítico peneuvista que exigía la creación de una alternativa a Xabier Arzalluz y su tactismo, una estrategia que jamás convence a ningún adolescente. Y allí nació Eusko Alkartasuna. Poco queda hoy de aquella aventura, pues la mayor parte de su base electoral ha retornado al PNV tras la deriva batasunera de sus principales dirigentes.

El hecho es que todas las encuestas auguran un triunfo arrollador del nacionalismo en los comicios de hoy, que darían como ganador al PNV seguido por Bildu. El mismísimo CIS prevé que la suma de votos constitucionalistas (PSE+PP+UpD) ni siquiera llegará al treinta por ciento de los sufragios, un batacazo en toda regla. Lo llamativo es que en este tsunami electoral apenas se altera la intención de voto entre las tres primeras formaciones políticas: PNV, PSE e izquierda abertzale prácticamente mantienen su respaldo popular. Sólo hay dos cambios significativos: el mencionado retorno del independentismo radical a la arena parlamentaria y el posible hundimiento del PP, arrastrado por el desprestigio de un gobierno central que ha destrozado la aureola de los populares como grandes gestores económicos. De ser así, comienza a circular el rumor de que el sector más duro de éste partido (Mayor Oreja, Iturgaiz…) intentará asaltar la dirección actual comandada por los Basagoiti, Oyarzábal, Maroto, etc. Ya se verá.

En cualquier caso, todo apunta a que será el candidato del PNV, Íñigo Urkullu, el próximo lehendakari de Euskadi. Para lograr una legislatura estable con la que afrontar la remontada de la crisis económica (la prioridad constante mostrada por el líder jeltzaile) necesitará el respaldo de Bildu, PSE o PP, aunque no está claro que el soporte de los populares sea suficiente. De hecho, la duda sobre si el PNV se apoyará en Bildu para conseguir la mayoría absoluta ha sido el debate sobre el que ha girado gran parte de la campaña electoral. ¿Con quién se casará Urkullu? Desde aquí lanzo mi apuesta, con los socialistas, y por tres motivos principales: porque el PNV está sensatamente convencido de que la urgencia actual no es nacional sino económica, porque Bildu ha demostrado ser un gestor nefasto desde sus responsabilidades en el Ayuntamiento de Donostia y la Diputación de Gipuzkoa, y porque el pacto PNV-PSE tiene un buen precedente a imitar en los gobiernos de José Antonio Ardanza. Quizás esta noche lo tengamos más claro.

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