Render City



Publicado en el Diari de Tarragona el 30 de abril de 2023


Aunque todavía quedan unos días para que arranque formalmente la campaña para los inminentes comicios locales, los principales partidos ya han comenzado a decorar el escaparate donde exponer sus suculentas propuestas electorales. Por lo que se refiere a los proyectos de perfil urbanístico, entendido en sentido amplio, las maquetas de toda la vida han dejado paso a un nuevo formato más acorde con los tiempos, los renders, esas imágenes más o menos fotorrealistas que se generan por ordenador. Concretamente, los dos partidos que, según las encuestas, se jugarán la alcaldía de Tarragona el próximo 28 de mayo, parecen haberse lanzado a una carrera por dibujarnos la transformación más prometedora de nuestra capital.

Por un lado, el partido que lidera el actual equipo de gobierno lleva unos días bombardeando las redes sociales con diversos renders sobre sus propuestas: mejora de la entrada norte al centro de la ciudad mediante la transformación de la N240 en una avenida urbana, remodelación integral de la plaza Prim, construcción de un carril bici y un paseo ajardinado desde el núcleo urbano hasta Altafulla, ensanchamiento del puente de la Avinguda Roma para cohesionar el centro con los barrios de Ponent…

Por su parte, el equipo de Rubén Viñuales (fan de esta tecnología, como él mismo reconoció en el acto de presentación que los socialistas celebraron recientemente en la URV), también ha realizado un trabajo notable para mostrar visualmente sus proyectos, ya sea en formato render o sobre plano: ambiciosa reforma del Carrer del Mar, creación de un barrio tecnológico en la zona que dejará libre la CLH, plan de ejecución del proyecto Illa Corsini y del eje Unió-Apodaca para revertir el actual declive comercial, peatonalización del tramo superior de la Rambla Nova, nueva ruta monumental por la parte baja de la ciudad (necrópolis, calzada romana, fuente de los leones, termas de Sant Miquel, teatro romano), etc.

Sin duda, nos encontramos ante buenas ideas, todas ellas. Y es posible que estas imágenes animen por sí solas a muchos votantes indecisos, o empujen a los seguidores desmotivados para que se acerquen al colegio electoral y depositen en la urna la papeleta de la propia candidatura. No lo niego. Sin embargo, sospecho que en esta competición no se coronará a quien ofrezca el fotomontaje más ilusionante y espectacular, sino a quien logre convencer a la ciudadanía de que es capaz de convertir todas esas creaciones digitales en una realidad palpable.

Esta hipótesis resulta especialmente procedente en el caso de Tarragona, la capital de las maquetas, donde comenzamos a estar cansados de que nos tienten con caramelos que no tienen nada dentro del envoltorio. A muchos nos gustaría que esta nueva campaña no volviese a ser un simple zoco de ocurrencias destinadas a acabar olvidadas en un cajón del Ayuntamiento, sino un proceso riguroso para integrar esas propuestas en una visión estratégica, coherente, ambiciosa y viable de nuestro horizonte urbano y, sobre todo, para transmitir la certeza de que se cuenta con un equipo sobrado de talento, preparación, energía y compromiso (sobre todo con la ciudad, más que con unas siglas concretas) para ponerlo en marcha.

De cara a la consecución de este reto, Pau Ricomà tiene un factor a su favor y otro en su contra. Por un lado, le beneficia el hecho de comparecer ante el electorado desde la alcaldía. Como acertadamente sentenció Giulio Andreotti cuando le preguntaron si el poder desgasta, “efectivamente desgasta… a quien no lo tiene”. Sin embargo, la candidatura republicana llegará a las urnas tras una legislatura que incluso algunos de sus simpatizantes consideran gris, y con un escaso esfuerzo revitalizador y renovador en una ciudad que lo pide a gritos. No me estoy refiriendo exclusivamente al monumental fiasco del Banco de España (que sus adversarios atribuyen a la escasa capacidad de su equipo para emprender proyectos de envergadura) sino a unas miras ciertamente modestas en el ámbito de la transformación urbana. Estas limitadas expectativas quedaron en evidencia, por ejemplo, cuando la peatonalización de sesenta metros de la calle Canyelles se celebró como si nos hubieran adjudicado la organización de unas olimpiadas. Cabe objetar a su favor que el inicio de su mandato vino marcado por la pandemia, aunque no será fácil que la apelación a este episodio, gravísimo pero superado, compense la actual sensación de parálisis local.

Por su parte, Rubén Viñuales también se enfrenta a dos factores contrapuestos. En su contra, su imagen de recién llegado, no sólo a una eventual responsabilidad de gobierno, sino incluso a la formación política por la que se presenta. Sin embargo, la apuesta de los socialistas por abrir sus listas en busca de talento, empuje y preparación, encaja perfectamente con el formato electoral local, un ámbito en el que son muchos los ciudadanos cuya prioridad es lograr eficacia y buena gestión municipal, por encima de colores y siglas. No se vota al que promete la luna ideológica, sino a quien aporta un equipo capaz de liderar una ciudad de forma rigurosa y estratégica. Además, algunos de los fichajes del PSC podrían abrir su abanico de posibles votantes hacia un caladero muy codiciado: el nutrido y huérfano colectivo de antiguos simpatizantes convergentes, de perfil catalanista moderado, que comienzan a pensar que los presuntos herederos de CiU han perdido irreversiblemente el rumbo, el pragmatismo y la centralidad.

Aunque el resultado que obtenga cada partido será fundamental desde la perspectiva de la aritmética y de la posición negociadora, probablemente será la capacidad de pacto la que determinará quién comandará el ayuntamiento de Tarragona durante la próxima legislatura. Hace cuatro años, los victoriosos socialistas se las prometían muy felices hasta que un acuerdo no previsto les arrebató la alcaldía. Los compañeros de cama podrían cambiar en esta ocasión. O no. Se admiten apuestas.

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