Causa, impulso y coincidencia


Publicado en el Diari de Tarragona el 30 de agosto de 2020


La velocidad de los cambios que últimamente estamos percibiendo en nuestras vidas probablemente no tenga parangón en toda la historia, salvando algunos ejemplos puntuales de naturaleza bélica o revolucionaria. En apenas unos meses, la pandemia nos ha obligado a renunciar a muchos de nuestros hábitos, a rediseñar muchas de nuestras rutinas, y a replantearnos muchas de nuestras certezas. De hecho, la lista de realidades que ya han quedado trastocadas, y la de aquellas que sufrirán el mismo destino en breve, resulta prácticamente interminable. Sin embargo, también es cierto que mostramos cierta tendencia tremendista a atribuir al propio coronavirus una serie de fenómenos que ya se habían iniciado bastante antes de la crisis sanitaria. En ese sentido, quizás convenga hacer un esfuerzo por diferenciar aquello que es fruto directo de esta circunstancia, aquello que sólo ha sido impulsado o acelerado por ella, y aquello que simplemente ha coincidido en el tiempo.

En primer lugar, entre los cambios que actualmente vivimos como consecuencia específica de la pandemia, sin duda destacan las propias medidas de protección sanitaria, como el uso de mascarillas, las limitaciones para la celebración de eventos culturales, la reducción de aforo en bares y restaurantes, la diferente forma de saludarnos, etc. Posiblemente podríamos añadir otros, como la creciente convicción sobre la importancia de destinar fondos a la investigación científica y al reforzamiento de los sistemas de salud, la necesaria mentalización sobre el deber de garantizar la calidad de vida de nuestros mayores, el progresivo interés por la compra de viviendas unifamiliares ante el temor a que el confinamiento se convierta en una herramienta de uso recurrente… Y, en definitiva, el repentino descubrimiento de que vivimos en un mundo peligroso donde todo puede cambiar de un día para otro.

Sin embargo, por otro lado, son muchas las novedades que solemos atribuir al coronavirus, pero que ya se habían iniciado en el pasado, aunque la pandemia las haya reforzado. Entre ellas podemos incluir el proceso de digitalización de todo tipo de procedimientos (acompasado con el uso intensivo de los datos), la normalización del teletrabajo (una fórmula que ya era frecuente en muchos países del norte de Europa), el plan de ayudas comunitarias a los países más castigados por la crisis (la plasmación del principio de solidaridad que formaba parte de la visión fundacional de la UE), la apuesta por una movilidad más saludable y ecológicamente sostenible (una apuesta que ya aparecía en todas las agendas políticas), el replanteamiento del turismo de masas a larga distancia (un sector que comenzaba a plantear problemas como las emisiones contaminantes de los aviones y cruceros, la saturación de los principales destinos, o la gentrificación de las grandes capitales), el impacto de la venta online sobre el vaciamiento comercial de los centros urbanos (una deriva evidente desde hace una década), el aumento de la enseñanza telemática (son varias las universidades españolas que ya ofrecían esta modalidad), etc.

Por último, también existe un tercer grupo de tendencias que preexistían y han mantenido prácticamente su velocidad de crucero, aunque adaptándose a la realidad actual. Por ejemplo, la dialéctica entre globalización y aislacionismo (que ya se puso de manifiesto durante el Brexit o en las últimas elecciones norteamericanas), el replanteamiento de algunos aspectos del modelo capitalista (un debate que, desde luego, no ha nacido con el coronavirus), la proliferación de los discursos populistas (que ahora centran su demagogia en la gestión de la pandemia), la defensa del ingreso mínimo vital (una propuesta ya incluida en algunos programas electorales previos), la percepción sobre un escaso sentido cívico en amplios sectores de la ciudadanía (su antigüedad puede constatarse leyendo a algunos autores del Siglo de Oro), la creciente sensación de inconsistencia estructural e inestabilidad individual (respecto de las expectativas profesionales y vitales, el mercado de trabajo, el modelo productivo, la sostenibilidad familiar, las pensiones, etc.), la progresiva pérdida de la privacidad (un fenómeno que avanza en paralelo al crecimiento exponencial de internet), etc.

Al margen de la mera curiosidad analítica, esta triple diferenciación resulta relevante por lo que sugiere. En efecto, la relación de causalidad puede ser un buen indicador para intuir qué cambios han avanzado y seguirán avanzando al margen del contexto sanitario, y qué novedades podrían decaer en cuanto finalice esta situación. El paralelismo no es exacto, pero aporta pistas para evitar que el esfuerzo por imaginar el mundo del mañana se convierta en un mero ejercicio de adivinación. Y, también, para prevenirnos sobre las enseñanzas de esta crisis que podrían terminar en el cubo de la basura en cuanto aparezca una vacuna.

Así, probablemente, nuestra sociedad seguirá caminando, para bien y para mal, hacia un modelo que pivotará sobre los ejes tendenciales de las últimas décadas: adaptabilidad profesional, incerteza vital, flexibilidad estructural, digitalización continua, reducción de la privacidad, sostenibilidad ambiental, monitorización individual desde el ámbito público y privado, reformulación del estado del bienestar, cosoberanía, etc. Sin embargo, queda en el aire identificar qué cambios provocados específicamente por la pandemia sobrevivirán al coronavirus. Personalmente creo (quiero creer) que habrá tres lecciones que permanecerán grabadas a fuego de cara al futuro: una reestructuración de nuestra escala de valores (donde la preservación de la salud colectiva subirá muchos puestos), un aumento de la concienciación sobre la necesidad de garantizar la calidad de vida de nuestros mayores (vivan en residencias de ancianos o no), y el convencimiento de que no podemos dar nada por seguro (seguido de las moralejas personales que correspondan a cada uno). Como decía Laurence Johnston Peter, “sólo hay una cosa más dolorosa que aprender de la experiencia, y es no aprender de la experiencia”. 

Comentarios

  1. Una anàlisi extraordinària i, malgrat la duresa del moment, encoratjadora

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El beso

Una moto difícil de comprar

Bancarrota