Sin novedades en el palacio de Sísifo

Publicado en el Diari de Tarragona el 6 de agosto de 2019


Tal y como nos cuenta las Odisea, el astuto Sísifo fue un rey de Corinto a quien los dioses castigaron con una tortura perpetua: debía arrastrar hasta lo alto de una montaña una gran roca esférica, que justo antes de llegar a la cumbre siempre terminaba rodando hasta el inicio de la rampa. La condena no era sólo física sino también mental, pues convirtió el resto de su vida en un total sinsentido cíclico, que mereció la revisión existencialista del mito por parte de Albert Camus. 

Una maldición parecida parece haber recaído sobre Ca l’Ardiaca, el palacio gótico que agoniza bajo una deprimente estructura metálica en el Pla de la Seu. Aunque la década larga que ha transcurrido desde el primer proyecto de restauración debería sumirnos en el escepticismo más profundo, cada cierto tiempo surgen noticias que invitan a pensar que la nave está a punto de desencallar. Sin embargo, cuando tocamos el objetivo con las yemas de los dedos, esta mole de piedra echa a rodar hasta el principio del camino. 

El nuevo ayuntamiento parece conservar la esperanza de encontrar un empresario hotelero dispuesto a echar adelante el proyecto para transformar este edificio, tan magnífico como decrépito, en el primer establecimiento cinco estrellas de nuestra ciudad. No sabemos si esta persistencia es fruto del optimismo antropológico o la bisoñez gubernamental, porque la experiencia de estos años no parece refrendar la hipótesis del caballero blanco que llegará por el Carrer Major para rescatar el palacio. Ojalá me equivoque. En caso de no encontrar un salvador privado, el consistorio acabaría recurriendo a un procedimiento de expropiación forzosa, que arrastraría el monumento a la interminable lista de inmuebles públicos abandonados a su suerte en nuestra capital. 

Precisamente, la idea de recuperar edificios históricos mediante su transformación en hoteles ha sido una de las señas de identidad de Paradores, la empresa pública que ha logrado restaurar espléndidos inmuebles de nuestro entorno como el Castillo de la Zuda, en Tortosa, o el Convento del Roser, en uno de los barrios más degradados de Lleida. Esta misión fundamental se ha articulado en otros países con variadas herramientas, como la fundación británica National Trust, el segundo mayor propietario privado de inmuebles en el Reino Unido, sólo por detrás de la corona. Sin embargo, teniendo en cuenta el escaso interés que mostró la cadena estatal española cuando se le ofreció un enclave tan privilegiado como la Savinosa, es difícil imaginar que las cosas fueran diferentes en este caso. 

Pese al pesimismo que se instaló en el ejecutivo socialista sobre el futuro hotelero de la finca, fruto de toda una década de frustraciones sucesivas, alguno de sus miembros más destacados comentaba sotto voce que, llegados a este punto, Ca l’Ardiaca podría ser una sede idónea para la Casa de la Festa (construcción bellísima, situación perfecta, gran valor histórico), teniendo en cuenta que el coste de restaurarla para este fin sería mucho menor que para convertirla en un hotel. Es una idea. 

No seré yo quien critique los esfuerzos casamenteros del ayuntamiento por encontrar pareja privada al edificio. Sin embargo, viendo la experiencia de sus predecesores, más nos valdría tener un plan B en la recámara, perfectamente cerrado, para aplicarlo de forma inmediata si la hoja de ruta principal lamentablemente se frustra. Uno de los palacios más destacados de la ciudad puede venirse abajo en cualquier momento, como sucedió con la próxima Casa Foixà hace siete años. No podemos perder un minuto más.

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