Relevo episcopal
De acuerdo con la normativa canónica, el arzobispo metropolitano de Tarragona presentó el pasado febrero su renuncia por razón de edad, dejando atrás quince años al frente de nuestra archidiócesis. A la espera de su aceptación por parte del papa Francisco, Jaume Pujol ponía así el colofón a su largo episcopado, cuya valoración requerirá cierto poso temporal para ser debidamente ecuánime.
Aun así, podemos intuir que serán muchas las facetas de su servicio que serán evaluadas con una excelente nota, tanto a nivel puramente pastoral como en relación con la conservación y mejora del inmenso tesoro monumental en manos eclesiásticas. En este último ámbito, entre otras actuaciones, merece la pena destacar la osada propuesta llevada cabo en el antiguo Seminari (reconvertido hoy en un moderno espacio abierto a la ciudad), la necesaria restauración de la Catedral (financiada y ejecutada por el Instituto del Patrimonio Cultural de España), la rehabilitación integral de su magnífico órgano (gracias a la colaboración de Ajuntament, Diputació y Generalitat), etc.
El trato próximo y afable ha sido también otro rasgo distintivo de Jaume Pujol durante estos años. Si me permiten la experiencia personal, cuando el arzobispo fue invitado por las autoridades turcas a realizar un viaje por las tierras de Santa Tecla, tuve la suerte de participar en aquel singular recorrido por diferentes ciudades otomanas (Estambul, Ankara, Konya…) hasta llegar a la frontera con Siria, donde tuvimos el placer de convivir unas horas con la modesta y heroica comunidad cristiana de Antioquía. Durante aquellas jornadas pude descubrir a un hombre cercano y servicial, muy alejado de la imagen distante y altiva que podríamos presuponer en un Arzobispo Metropolitano y Primado.
Como sucede siempre en este tipo de circunstancias, a medida que se acercaba la fecha de la renuncia comenzaron a circular todo tipo de quinielas sobre la posible identidad del sucesor. Contra todo pronóstico, el pasado fin de semana se hizo público el nombramiento de Joan Planellas i Barnosell, una sorprendente decisión que tiene entre sus principales virtudes la talla intelectual del nuevo arzobispo: doctor en teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, director del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Girona, decano de la Facultad de Teología de Cataluña, etc. Desde la perspectiva pastoral, su labor se ha centrado en pequeñas parroquias del Alt Empordà, donde ha ejercido como rector desde principios de los años noventa: Navata, Lladó, Cabanelles, Espinavessa, Taravaus, Vilademires, Sant Martí Sesserres, Sant Miquel de Fluvià, Sant Mori, Vilamacolum, etc.
A esta época corresponde un episodio cuyo recuerdo ha levantado estos días una importante polvareda entre muchos fieles de Tarragona. Nos referimos a la agria polémica que protagonizó el futuro arzobispo al permitir la colocación de una bandera independentista en el campanario de la iglesia de Jafre. Ante las airadas protestas del matrimonio Boadella, el entonces párroco argumentó que “la estelada se puso porque el pueblo la pidió. Si quieren, que se pongan la bandera española en su casa”. Sin duda, nos encontramos ante un desagradable incidente que para muchos creyentes, entre los que me incluyo, fue resuelto de forma desafortunada por el sacerdote. En un contexto político tan sensible como el que vivimos, la Iglesia debería ser especialmente cuidadosa a la hora de mantener una escrupulosa neutralidad en cuestiones partidistas que son perfectamente opinables de acuerdo con la doctrina católica. En este sentido, resulta llamativo que un eclesiástico considerase lógico que fueran los propios parroquianos quienes decidieran si un templo podía utilizarse o no como altavoz de una determinada postura en un conflicto estrictamente político.
Quizás sea un buen momento para recordar el áspero recibimiento que algunos ciudadanos (incluso pertenecientes al ámbito eclesiástico) dedicaron a Jaume Pujol en 2004, sin duda relacionado con las suspicacias derivadas de su pertenencia al Opus Dei. Con el paso de los años, esta prevención se ha confirmado infundada, como reconocen algunos de los personajes que protagonizaron aquella acogida tan poco hospitalaria. Esperemos no tropezar dos veces en la misma piedra, y seamos todos capaces de acoger con cariño y esperanza a quien llevará las riendas de nuestra archidiócesis durante los próximos años. Bienvenido, Mossèn Planellas.
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