Es cosa de dos (o de tres)

Publicado en el Diari e Tarragona el 19 de mayo de 2019


Apenas resta una semana para acudir de nuevo a las urnas, en este caso para elegir a nuestros representantes en las corporaciones locales y el parlamento europeo. Por lo que respecta a Tarragona, el actual equipo de gobierno se enfrenta a estos comicios significativamente desgastado, tras doce años al frente de una institución que transmite una imagen ineficiente, endogámica y anquilosada. Sin embargo, la sensación de estar asistiendo a un fin de ciclo se compensa con el escasísimo entusiasmo que despiertan el resto de candidatos, lo que deja el resultado totalmente abierto. En principio, parece que los partidos con opciones reales de conquistar la alcaldía son dos, o si me apuran, quizás tres. 

El cabeza de lista con mayores probabilidades de llevar las riendas de la ciudad durante los próximos cuatro años es el propio Josep Fèlix Ballesteros, aunque las encuestas sugieren que el progresivo debilitamiento de su respaldo popular aún no ha tocado fondo. Si vuelve a vencer, en esta ocasión lo hará por la mínima, fiando sus posibilidades de mantener la alcaldía a los resultados de sus socios potenciales. Al igual que sucedió en las generales de hace un mes, la clave no será ganar sino sumar. 

Entre los factores que benefician al PSC encontramos, por un lado, la obviedad de contar con el cartel más eficaz desde una perspectiva estrictamente electoral, gracias a un candidato que aglutina votos por sí solo. Además, los recientísimos comicios generales han demostrado el buen estado de salud de la marca socialista, que soportó razonablemente bien la embestida de Ciudadanos en los barrios durante el pasado 28A. Sin embargo, resulta obvio que estos resultados se debieron a una movilización puntual y extraordinaria frente al riesgo de un tripartito conservador, una circunstancia reactiva que no concurrirá en las inminentes elecciones locales. Por otro lado, el simpatizante socialista comienza a tener la sensación implícita de que Ballesteros es alcalde de Tarragona en sentido casi vitalicio, una falta de tensión electoral que puede terminar representando la mayor amenaza para sus aspiraciones. 


Según se desprende de los sondeos, la posibilidad de que Pau Ricomà conquiste el gobierno local constituye un horizonte perfectamente posible, pese a que las urnas colocaron a ERC por debajo del PSC en las recientes elecciones generales en nuestra ciudad. Es un hecho contrastado en las recurrentes citas con las urnas que el independentismo es claramente minoritario en Tarragona, pero el juego de pactos postelectorales basado en una dialéctica de doble eje (izquierda vs. derecha por un lado, e independentismo vs. constitucionalismo por otro) puede terminar colocando al candidato republicano al frente de nuestro ayuntamiento el próximo día 26. 

Quizás el gran enemigo de ERC acabe siendo la Junta Electoral Central, pero no por las razones que pudiera parecer. A nadie se le escapa que el reciente auge de los republicanos es consecuencia directa del hundimiento del postpujolismo, aquejado de crecientes síntomas de improvisación, mitomanía y sobreactuación por su progresivo sometimiento a los intereses específicos de Waterloo. Sin embargo, cuando el liderazgo de los exconvergentes parecía herido de muerte, tras la amplia victoria republicana del pasado 28A, una nueva torpeza desde la Villa y Corte ha vuelto a resucitarlos. En efecto, la disparatada tentativa de la JEC por excluir a Puigdemont de los comicios europeos, revocada después por diferentes tribunales, le ha hecho la campaña gratis al expresident. Parece razonable sospechar que este factor podría influir por ósmosis en los resultados locales en contra de ERC, al tratarse de unas elecciones de carácter dual. Probablemente esta circunstancia no sea suficiente para revertir totalmente las tendencias actuales, pero quizás impida que los republicanos vuelvan a arrasar en el espacio independentista como hicieron en las generales. 


Aunque Ballesteros y Ricomà están llamados a disputarse el trono en la Plaça de la Font, no debería descartarse de plano la alternativa de Rubén Viñuales, en el hipotético caso de que consiguiera recuperar los votos captados por Inés Arrimadas hace un año y medio. Efectivamente, durante los últimos comicios autonómicos, Ciudadanos superó el 35% de los sufragios en nuestra capital gracias a un enorme trasvase de voto desde el tradicional caladero socialista en los barrios de Ponent. Aunque gran parte de estas papeletas volvieron al PSC el 28A, no debemos olvidar la vinculación de este retorno con el reagrupamiento defensivo de la izquierda sociológica por la amenaza del tripartito andaluz, un factor irrelevante el próximo domingo. 

Puede que el partido de Albert Rivera se vea también favorecido por la inquietud creciente entre los sectores no independentistas ante el eventual desembarco de los republicanos en el nuevo ayuntamiento, ya sea liderando el ejecutivo municipal o como compañeros de baile de los socialistas. A pie de calle es perfectamente detectable el temor a que ERC sumerja la ciudad en la dinámica de bloqueo gubernativo que caracteriza últimamente a algunos dirigentes soberanistas, más preocupados por colgar lazos y pancartas que por solucionar los problemas cotidianos de la ciudadanía. Por otro lado, Ciudadanos es además el primer beneficario del brutal desplome de los populares, una fuerza llamada a tener una presencia marginal en nuestro salón de plenos. Objetivamente, no parece probable que Rubén Viñuales se convierta en el próximo alcalde de Tarragona, aunque la creciente volatilidad del voto exige ampliar el abanico de posibilidades hasta extremos impensables hace apenas unos años. 


En cualquier caso, la gran incógnita que sobrevuela los inminentes comicios no es descubrir qué candidatura obtendrá más concejales sino qué pacto hará posible la investidura. Hace días que circula por los mentideros locales un presunto acuerdo (no se sabe si explícito o implícito) para hacer alcalde a Pau Ricomà si ERC, Comuns, JxC y CUP suman mayoría en el ayuntamiento. Es probable que el futuro de la ciudad dependa finalmente de la foto finish, con el baile de una simple concejalía arriba o abajo. De ser así, puede que el próximo domingo los tarraconenses asistamos a una de las noches electorales más apasionantes de los últimos tiempos.

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