En busca del talento

Publicado en el Diari de Tarragona el 24 de mayo de 2019


El perfil de los dirigentes políticos que triunfan en la actualidad raramente incluye las capacidades que la ciudadanía espera de sus máximos representantes. Además de la honestidad personal, obviamente, la mayoría de administrados exigimos de nuestros gobernantes un nivel de preparación y experiencia que garantice ciertos mínimos indispensables (cuando lo cierto es que nuestra clase política se hunde en una creciente mediocridad académica y profesional, probablemente premeditada para no hacer sombra al líder, que tampoco suele ser una lumbrera); también deseamos que gocen de independencia intelectual para poder decidir aquello que consideren idóneo al margen de consignas ideológicas (cuando lo habitual es someterse a una pleitesía mental al partido que recuerda a las peores sectas destructivas); e incluso soñamos con que disfruten de un prestigio profesional que les otorgue autonomía para abandonar la política cuando lo estimen conveniente (en contraste con la habitual lealtad perruna a la cúpula, derivada de la necesidad económica de ser incluidos en las listas, confirmando el desmesurado número de ilustrísimas señorías que jamás conseguirían un puesto medio en el sector privado). 

En cualquier caso, a tres días de las elecciones municipales, la habilidad esencial que solemos reclamar de nuestros dirigentes locales es la capacidad de gestión, tratándose de un estrato institucional donde los aspectos ideológicos frecuentemente resultan secundarios frente a la habilidad de un dirigente para maximizar las potencialidades de una ciudad. Son numerosos los ejemplos de alcaldes que han contado con un soporte abrumador de sus vecinos, no por su posición política concreta, sino por haber demostrado un talento extraordinario para llevar la batuta de sus respectivos ayuntamientos. Pensemos en el caso de Iñaki Azkuna en Bilbao, de Francisco Vázquez en La Coruña, o de Joaquim Nadal en Girona. 

Especialmente paradigmático es el caso de Vitoria-Gasteiz, un ejemplo que pude vivir de cerca durante los años ochenta. Se trata de una población que en apenas dos décadas logró convertirse en una ciudad puntera a nivel estatal, que llama la atención de sus visitantes por su modernidad y dinamismo, permanentemente en lo alto de todos los índices de calidad de vida, con unos servicios y equipamientos ejemplares, y el mayor índice de zona verde por habitante de España. El responsable de este milagro urbano fue José Ángel Cuerda, el gran transformador de la capital de Euskadi, cuya trayectoria política demuestra que algunos alcaldes no son votados por sus siglas sino por su capacidad de gestión: primero ganó holgadamente los comicios presentándose por el PNV, después volvió a hacerlo con Eusko Alkartasuna tras la escisión abanderada por Carlos Garaikoetxea, y cuando decidió regresar al partido de Xabier Arzalluz venció de nuevo con rotundidad. 


A pesar de que todos tenemos una imagen mental de la capacidad abstracta de gestión (experiencia en puestos de responsabilidad, preparación intelectual, actitud resolutiva, habilidad en la dirección de equipos, etc.) lo cierto es que los procesos de selección de personal suelen ser muy diferentes dependiendo de lo que se espere concretamente del aspirante. Así, el argumentario sobre el que se construirá una decisión no será el mismo si pretendemos cubrir un puesto de administración ordinaria o si buscamos a la persona idónea para llevar a la práctica un objetivo concreto y ambicioso. En ese sentido, creo que la ciudad de Tarragona no necesita en estos momentos un gobierno al uso que se limite a gestionar una organización en marcha, sino un liderazgo transformador con capacidad para aglutinar voluntades de forma transversal en torno a un modelo común. 

Ciertamente, el gran lastre que arrastra nuestra ciudad desde hace varias décadas, en mi opinión, es la incapacidad para consensuar un horizonte compartido por los diferentes grupos políticos que se alternan en la alcaldía, una carencia cuya responsabilidad se reparten los sucesivos ejecutivos municipales y las oposiciones correspondientes. La imposibilidad de acordar un común denominador entre los diferentes partidos tiene dos efectos perniciosos: por un lado, provoca un torpedeo continuo contra cualquier iniciativa del gobierno local de turno, y por otro, destroza la necesaria continuidad de acción en los grandes temas de ciudad. 

Aunque tenemos mil ejemplos (el modelo comercial, el transporte público, el mapa ferroviario…), me permito recordar el interesante reportaje que la semana pasada publicó el Diari sobre las propuestas para los grandes equipamientos disponibles en Tarragona. En la Tabacalera, por ejemplo, Ballesteros quiere levantar un gran centro cultural, Ricomà un coworking artístico, Viñuales las oficinas del ayuntamiento, Martín la Ciudad Judicial… En el Banco de España el PSC quiere ubicar un equipamiento de divulgación científica, ERC un centro cívico, Cs una oficina de atención turística, el PP una biblioteca… En el agujero de Jaume I los socialistas plantean instalar la Casa de la Festa, los naranjas una biblioteca, los neoconvergentes un parking, la CUP un centro cívico… ¿Pero qué tomadura de pelo es ésta? 


Con semejante jaula de grillos en la Plaça de la Font, resulta apremiante exigir al nuevo salón de plenos un ejercicio de seriedad y perspectiva para dibujar entre todos una Tarragona para los próximos veinticinco años. Continuar con la actual dinámica de batallitas cortoplacistas constituiría un suicidio colectivo que nos mantendría estancados indefinidamente. No es un desafío imposible, como ha demostrado alguna ciudad próxima a nuestra capital, que en los temas estratégicos se ha unido siempre como una piña al margen de colores políticos. 

Para afrontar este gran reto, el perfil idóneo del nuevo equipo de gobierno debería dibujarse en esta clave: vocación de liderazgo, aptitud para el entendimiento transversal, visión a largo plazo, experiencia de pacto, capacidad de persuasión, mentalidad transaccional, honestidad negociadora, talante empático, rechazo a los bloqueos, perspectiva transgeneracional, etc. Esperemos que la nueva legislatura inaugure un nuevo tiempo político que permita, por fin, definir un rumbo compartido para que todos rememos en la misma dirección hacia la Tarragona del futuro.

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