Se gana en el centro

Publicado en el Diari de Tarragona el 30 de abril de 2019


Los resultados de las elecciones del pasado domingo, tanto a nivel catalán como español, parecen sugerir un giro esperanzador hacia la distensión y el diálogo. Tras varios años de conflictividad sistemática, alimentada por diversos maximalismos patrióticos y voluntarismos estériles, la ciudadanía parece haber dado la espalda al pancarterismo como forma de hacer política. Si analizamos los tres campos de juego de estos comicios (la derecha, la izquierda y el independentismo) parece que las candidaturas más centradas y constructivas han crecido a costa de las opciones más viscerales y radicalizadas, reconciliándonos con el sentido común del cuerpo electoral. Una vez más, se demuestra que las elecciones se ganan en el centro. 

PSOE.- Los socialistas han conseguido volver a vencer con claridad unos comicios generales, enterrando las teorías que presagiaban el progresivo reemplazo del centenario partido por Podemos. Sin embargo, conviene realizar un par de puntualizaciones que deberían rebajar la euforia en Ferraz. Por un lado, es un hecho contrastado que muchos de sus votantes acudieron a las urnas sin el menor entusiasmo, simplemente movidos por el miedo al “trifachito”, lo que convierte este apoyo en un respaldo ciertamente volátil. Por otro, a pesar de la amplia y meritoria victoria socialista, Pedro Sánchez tiene ante sí una encrucijada parlamentaria sumamente compleja para construir mayorías suficientes, lo que probablemente se traducirá en una legislatura tensa e inestable. 


PP.- La debacle popular es de las que marcan una época. Jamás los populares obtuvieron unos resultados tan desastrosos: han fulminado más de la mitad de su representación en el Congreso, han perdido su inmemorial control del Senado, han obtenido un único escaño en Catalunya, han desaparecido por completo del País Vasco… Al margen de la mayor o menor sintonía que cada uno sienta hacia el proyecto conservador, constituye una pésima noticia para todos que un partido esencial en el ecosistema parlamentario español se haya desplomado por la nefasta gestión del frívolo e irresponsable Pablo Casado (un candidato, por cierto, apoyado con entusiasmo por los populares tarraconenses en el proceso de primarias). Si en las elecciones municipales se repiten unos resultados similares, la cabeza del postgraduado de Aravaca probablemente ruede por las escaleras de Génova. 


Ciudadanos.- Los cincuenta y siete escaños conquistados por el partido naranja pueden analizarse desde una doble perspectiva. Por un lado, Albert Rivera tiene motivos para celebrar que su presencia en las Cortes será notablemente mayor a partir de ahora, ejerciendo una asfixiante presión electoral sobre un PP cada vez más a tiro. Sin embargo, su apuesta explícita por defenestrar a Pedro Sánchez se ha estrellado de forma abrupta, al igual que su obsesivo deseo de superar a los populares para convertirse en el referente de la derecha. Me temo que la inminente legislatura probablemente se convierta en una larguísima pelea de gallos conservadores para conseguir la “pole position” de cara a los próximos comicios. 

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Unidas Podemos.- También Pablo Iglesias puede realizar una lectura agridulce de sus resultados. Por un lado, el partido morado sigue siendo un factor imprescindible para que los socialistas consigan una suma suficiente que les permita conservar la Moncloa. Por otro, el hundimiento de su respaldo en las urnas ha sido notable, una evidencia que convierte en quimérica su vieja aspiración de suplantar al PSOE a corto plazo. Todo apunta a que Podemos terminará circunscribiendo su espacio electoral al reducido nicho de voto que tradicionalmente ocuparon PCE e IU.

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Vox.- Aunque la extrema derecha vuelve al Congreso cuatro décadas después, lo hace con una fuerza menor de la que auguraban la mayoría de sondeos. Sin embargo, la experiencia en otros países europeos demuestra que los ultras raramente han irrumpido con estruendo en los parlamentos estatales: primero han conquistado una modesta presencia pública que les sirviera como altavoz, y tras varios años difundiendo sus incendiarias soflamas, finalmente han logrado alcanzar un inquietante protagonismo en las democracias de nuestro entorno. En consecuencia, sería una irresponsabilidad minusvalorar los escaños conseguidos anteayer por los neofalangistas, pues todavía nos encontramos en la primera fase de un estudiado proceso de contagio de su viscoso mensaje. 

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ERC.- Después de varios años augurando el “sorpasso” republicano sobre los postpujolistas, por fin el partido de Oriol Junqueras ha conseguido convertirse en el partido de referencia del soberanismo catalán, obteniendo más del doble de escaños que sus eternos rivales convergentes. Toca saber ahora si su aparente desmarque de algunos dogmas procesistas le permitirá reintroducirse en una dinámica de parlamentarismo constructivo, asumiendo un rol protagonista en la política española de los próximos años. 

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JxC.- La antigua Convergencia se enfrentaba en estas elecciones a dos retos fundamentales: conquistar una posición de bloqueo para la gobernabilidad española, y mantenerse como partido de referencia en el seno del soberanismo. Una vez cerradas las urnas, ha quedado en evidencia que la estrategia de tensionamiento perpetuo impuesta por Puigdemont desde Waterloo ha fracasado con estrépito, sucumbiendo sin paliativos en ambos choques: los diputados de JxC son hoy totalmente irrelevantes en el tablero estatal, y las candidaturas de ERC les han derrotado por goleada. 

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PNV.- El talante pragmático y pactista del nuevo nacionalismo vasco, escaldado tras el naufragio del plan Ibarretxe, cosechó el pasado domingo un nuevo éxito electoral, logrando que el mayoritario respaldo a los peneuvistas sea aún mayor que en la anterior legislatura. Algún partido similar debería tomar nota y recuperar su tradicional perfil dialogante y constructivo, a la vista de los magros réditos cosechados con su reciente estrategia de radicalización, basada en una obstinada y ridícula negación de la realidad. 

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Es probable que debamos esperar a los resultados de las municipales para hacernos una composición de lugar fiable sobre el rumbo que tomará la nueva legislatura. En los tiempos políticos que corren, emocionales y cainitas, la política de pactos puede ahuyentar a más votantes que el peor debate de la historia, lo que impide poner las cartas boca arriba cuando todavía se está jugando. En cualquier caso, quien de nuevo bese la lona en el segundo asalto probablemente tenga el destino marcado.

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