Packs electorales

Publicado en el Diari de Tarragona el 28 de abril de 2019


Supongo que todos nos hemos visto forzados en alguna ocasión a contratar un servicio que realmente no deseábamos porque resultaba imposible limitar el pedido a aquello que específicamente buscábamos. Es lo que ocurre con los packs, una herramienta comercial muy frecuente en el sector de la telefonía o la televisión de pago, donde es habitual que nos cobren por algo que no buscábamos para poder disfrutar de lo que verdaderamente queríamos. Así, por ejemplo, si pretendes ver en tu casa un canal temático determinado, puede que el distribuidor te obligue a contratar también otras cien cadenas que te importan un bledo. 

Algo parecido está sucediendo últimamente en el ámbito electoral. Durante los años del bipartidismo, cuando un ciudadano votaba al PP o al PSOE, podía albergar la esperanza fundada de que su papeleta serviría para alumbrar un gobierno monocolor, que era el verdadero objetivo que se buscaba. Ahora ya no es así. La fragmentación partidista ha modificado el paradigma, haciendo que el pacto postelectoral deje de ser una simple posibilidad para convertirse en un evento tan inexorable como que el sol sale cada mañana por levante. En consecuencia, la reflexión para dilucidar el sentido de nuestro voto ya no puede limitarse a la identificación de nuestro partido preferido, sino que debe extenderse a un decantamiento más amplio sobre la coalición de formaciones en la que se englobará nuestra apuesta. 

Por ejemplo, quien opte hoy por la candidatura de Pablo Casado no estará votando sólo al PP, sino que avalará también a la extrema derecha, pues resulta materialmente imposible un gobierno popular sin el respaldo de Abascal. Aunque apartar la vista de esta incómoda evidencia nos puede proporcionar cierto efecto analgésico, dejar de mirar la realidad no hace que ésta desaparezca, del mismo modo que el cielo nublado no evita que el sol asome por el este. Aunque los ciudadanos podemos decantarnos libremente por la opción electoral que nos apetezca, obviamente, sorprende ver a algunos individuos echando pestes de las formaciones que participarán por imperativo matemático en un proyecto político conjunto con el partido que piensan votar. 


Algo parecido podría decirse de Ciudadanos, aunque en este caso el flirteo con Vox sea una decisión estrictamente voluntaria, tras su veto a cualquier colaboración transversal con los socialistas. Efectivamente, ha sido la propia formación naranja quien ha optado por encadenar su futuro político con quienes cuestionan la violencia de género, con quienes se proponen cerrar emisoras incómodas, con quienes propugnan ilegalizar partidos y asociaciones por sus ideas, con quienes desean convertir las lenguas cooficiales en idiomas de segunda… Esta desconcertante apuesta perseguirá a Albert Rivera durante años, por muchos cachivaches que saque durante los debates para desviar la atención de sus manifiestas incoherencias (entre él y Gabriel Rufián, con sus “perfomances” en las Cortes, podrían montar un auténtico bazar chino).

Visto lo visto, el elector de centro-derecha debería ser consciente de que el bloque conservador incluye tres ofertas indivisibles, sea por obligación o por devoción, que no pueden comprarse por separado sin abonar el pack completo. De hecho, ninguna encuesta sugiere la menor posibilidad de que dos de estos partidos puedan sumar una mayoría suficiente. Ni por asomo. Esto quiere decir que los votantes que decidan respaldar libremente a cualquiera de estas tres siglas, lógicamente deberán asumir también que en realidad estarán apostando por llevar a la Moncloa al trío de Colón: quien quiera contratar Liberal Channel, también tendrá que tragarse LegionarioTV. 

Pero no sólo la derecha acude en bloque a estas elecciones. También existe otra pareja de baile que deberá pactar impepinablemente. En efecto, pese a la clara victoria socialista que recogen casi todas las firmas demoscópicas, el actual partido gobernante quedará muy lejos de la mayoría absoluta, lo que exigirá como mínimo un acuerdo de legislatura con Podemos: votar a Pedro Sánchez es también votar a Pablo Iglesias, y viceversa. Sin embargo, en el caso del pack progresista, no resulta tan evidente cuántos componentes serán imprescindibles para controlar la Cámara Baja. Efectivamente, mientras algunas encuestas defienden que será necesario reagrupar a todo el bloque de la moción de censura, otras sostienen que será suficiente sumar los escaños peneuvistas a los rojos y morados, e incluso alguna llega a sugerir que quizás podría bastar el acuerdo de estas dos últimas fuerzas. 


En cualquier caso, los pronósticos electorales deben ser tomados con especial precaución en los comicios que hoy se celebran, pues la proporción de indecisos supera con creces los estándares habituales. Ciertamente, he de confesarles que jamás había conversado con tantos votantes dubitativos cuando apenas quedaban un par de jornadas para acudir a las urnas. Sin embargo, si hacemos caso a los expertos, gran parte de esta inmensa bolsa de titubeantes son en realidad ciudadanos con la decisión perfectamente tomada. Simplemente, no quieren revelarla. Y si atendemos a lo que sucedió recientemente en Andalucía, resulta razonable sospechar que una gran mayoría de estos falsos indecisos van a votar a Vox. 

Aunque pueda parecer sorprendente, el optimismo socialista de los últimos días puede terminar provocando el regreso de los ultras españoles al poder, de la mano de Pablo Casado y Albert Rivera, cuarenta años después. En efecto, llevamos semanas leyendo diversos estudios que descartaban una mayoría absoluta del tripartito de San Telmo, un pronóstico sedante que quizás desmovilice hoy el voto progresista y moderado. De hecho, un último sondeo difundido el pasado viernes sugería que Vox podría entrar en el Congreso con una fuerza extraordinaria, volcando la balanza parlamentaria definitivamente hacia la derecha. ¿Logrará Abascal hacerse con la llave de la Moncloa, gracias a sus anunciados pactos con PP y Ciudadanos? Es perfectamente posible, pero tendremos que esperar a esta noche para despejar esta inquietante duda.

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