Optimismo antropológico

Publicado en el Diari de Tarragona el 25 de noviembre de 2018


El alcalde Josep Fèlix Ballesteros ofreció el pasado jueves su tradicional conferencia anual sobre el estado de la ciudad, donde hizo balance de las actuaciones llevadas a cabo y expuso los proyectos previstos a corto y medio plazo. El Auditori de la Diputació se quedó pequeño para un evento que congregó a destacados representantes de los diferentes poderes y entidades locales. 

El acto comenzó con la proyección de un vídeo sobre los atractivos de nuestra capital, “Tarragona, un secret al Mediterrani”, un spot de carácter promocional que en mi caso produjo el efecto contrario al presuntamente buscado. Les invito a que lo vean y me expliquen después por qué debemos enorgullecernos de que ningún turista potencial sea capaz de relacionar nuestros activos culturales más destacados con la idea de Tarragona. Seguro que la narrativa de la filmación buscaba enfatizar nuestro potencial a nivel internacional, pero lo que consigue a nivel interno es dejar patente el absoluto fracaso de las autoridades encargadas de divulgar y visibilizar nuestra marca en el exterior. 

En cualquier caso, la exposición posterior volvió a convertirse en un nuevo canto al optimismo antropológico, ese término popularizado por José Luis Rodríguez Zapatero, que ha pasado a la posteridad asociado a una especie de patología óptica que afecta a casi todos nuestros dirigentes (sólo mientras gobiernan) que aumenta el brillo y la nitidez al percibir los aspectos positivos de la realidad, mientras los negativos desaparecen totalmente del campo de visión en un inmenso punto ciego. Como ya es habitual en este tipo de sintomatologías, la frecuencia y la gravedad de estos episodios suele incrementarse a medida que se aproximan las elecciones (ayer, por ejemplo, no se escuchó una sola palabra sobre el sainete de Ca l’Ardiaca, sobre la percepción general de suciedad en nuestras calles, sobre la devastación comercial del centro de la ciudad, sobre la renuncia sine die a derribar la muralla ferroviaria de nuestra fachada marítima, etc.). 


A pesar de las lagunas reseñadas, el alcalde hizo un detallado repaso sobre diversos temas candentes. Ciertamente, Ballesteros tiene motivos para enorgullecerse de algunos logros recientes (como la ansiada reapertura del Mercat Central o la magnífica zona deportiva que han dejado los Jocs Mediterranis como legado). Además, algunas de sus propuestas a corto plazo son verdaderamente atractivas e ilusionantes (como la Illa Corsini, un proyecto estratégico ideado por el malogrado Albert Abelló, o la creación de una estación central de la EMT en el actual parking Battestini). Sin embargo, otros capítulos apuntados por nuestro primer edil podrían considerarse un auténtico caramelo para quienes le acusan de ser el mejor vendedor de humo al sur del río Gaià. Efectivamente, parece prematuro considerar solucionados algunos temas todavía muy verdes (la Tabacalera, el Banco de España, la eventual alternativa al desembarco de Ikea, el proyecto de la Savinosa); también parece cuestionable la procedencia de colgarse implícitamente determinadas medallas (la reforma del hotel Imperial Tarraco, los buenos datos sobre el turismo crucerista, la construcción de la pasarela marítima, la denominación del Seat Tarraco); incluso parece discutible la promesa de convertir en gratuitos los autobuses urbanos (algunos seríamos más partidarios del precio testimonial, teniendo en cuenta los conocidos efectos perniciosos de la gratuidad total en los servicios públicos, especialmente cuando confluye la mentalidad ibérica). 

Tras una década larga al frente del Ajuntament, son muchos los ciudadanos convencidos de que asistimos a los últimos estertores políticos de un alcalde gris y crepuscular, abocado sin remedio a una abultada derrota en primavera. Sin embargo, existen motivos fundados para apostar por la continuidad de Josep Fèlix Ballesteros al mando de la Plaça de la Font a partir de mayo. En primer lugar, cualquier ciudadano sensato reconoce que no puede enjuiciarse con el mismo baremo una legislatura en época de vacas gordas que un mandato inmerso en la peor crisis económica desde hace casi un siglo. Por otro lado, la candidatura socialista cuenta con un cabeza de cartel muy potente que lo diferencia claramente del resto de ofertas locales, sometidas a liderazgos primerizos y/o escasamente reconocibles a pie de calle. En tercer lugar, a pesar de los problemas judiciales que acechan al equipo de gobierno, la inmensa mayoría de ciudadanos consideramos a Josep Fèlix Ballesteros una persona honrada, una percepción infrecuente y valorada en los tiempos que corren. Por último, todas las encuestas prevén un futuro salón de plenos con tres grandes partidos (PSC, Ciudadanos y ERC -no necesariamente en este orden-) seguidos de lejos por el resto de formaciones políticas, un reparto que exigirá acuerdos entre dos o incluso tres partidos, y en este contexto los socialistas se encuentran en una posición privilegiada porque pueden pactar casi con cualquiera (cosa que no ocurre, por ejemplo, con naranjas o republicanos). 


Sin embargo, existe un factor todavía nebuloso que puede hacer naufragar esta predicción: la posibilidad de que el sorpasso que Ciudadanos infringió en las últimas autonómicas al PSC en sus bastiones tradicionalmente inexpugnables se traslade también a las municipales (recordemos que Arrimadas barrió el 21D en Torreforta, Campclar, Bonavista, Sant Salvador…). Existen motivos de peso tanto para avalar como para descartar esta extrapolación. Por un lado, es evidente que un importante sector del electorado tradicional socialista considera que su partido de referencia ha sido excesivamente ambiguo en el conflicto soberanista, y se ha echado en brazos de un Albert Rivera que decía exactamente lo que ellos querían oír al respecto. Sin embargo, en los comicios locales el factor puramente ideológico suele decaer frente al índice de popularidad personal, y en este terreno Ballesteros tiene todas las de ganar. Aunque sospecho que en el entorno del alcalde abundarán los nervios y las dudas ante el avance arrollador de los liberales, puede que el talante voluntarista de nuestro primer edil le lleve a afrontar este reto electoral con espíritu animoso. Va a hacer falta mucho optimismo antropológico.

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