El mejor candidato posible

Publicado en el Diari de Tarragona el 14 de octubre de 2018


Septiembre de 2006. El cómico Pepe Rubianes acababa de conceder una controvertida entrevista a Albert Om, entonces presentador del programa El Club de TV3, cuyo contenido levantó una enorme polvareda mediática y política (todos recordamos el soez "a mí la unidad de España me suda la polla por delante y por detrás; que se metan a España en el puto culo, a ver si les explota dentro y les quedan los huevos colgando del campanario; que vayan a cagar a la puta playa con la puta España"). El escándalo aumentó aún más sus decibelios en nuestra ciudad cuando el Ajuntament acordó ceder el Teatre Metropol al escatológico humorista en el marco de las fiestas de Santa Tecla. En medio del fragor de la polémica, con la inconsciencia que me caracteriza, decidí escribir un artículo sobre el particular sin pelos en la lengua (por el que me cayó más de un chaparrón).

Al día siguiente de su publicación en el Diari, abrí mi ordenador y encontré un email de un tipo cuyo nombre ni siquiera me sonaba. Por lo visto se trataba de un joven concejal del consistorio que se mostraba de acuerdo con la tribuna y me proponía conocernos personalmente. Pocos días después nos citamos en el local situado en la esquina de Rambla y Canyelles para tomar un café. A pesar de algunas significativas diferencias ideológicas, lo cierto es que disfrutamos de una larga y entretenida tertulia. Recuerdo que salí de aquella cafetería sorprendido por el enorme potencial de aquel político incipiente: mostraba una sólida formación intelectual, una mente brillante y despierta, una infrecuente capacidad de escuchar, un discurso ágil y estructurado, y un entusiasmo desbordante. El paso de los años parece haber refrendado aquella primera impresión, teniendo en cuenta que aquel tipo cuyo nombre ni siquiera me sonaba puede convertirse en el nuevo presidente del PPC.


En efecto, la renuncia a sus cargos del antiguo alcalde de Badalona ha significado el disparo de salida para una carrera de pronóstico abierto. Los populares catalanes llevan años en manos de dirigentes llamativamente torpes e incapaces (pensemos en el propio Xavier García Albiol o Alicia Sánchez Camacho) cuyo lamentable liderazgo ha favorecido una estampida de voto sin precedentes en dirección a Ciudadanos. Son tres los nombres que más suenan para hacerse con las riendas de este partido en franca decadencia: Dolors Montserrat, exministra y actual portavoz del PP en el Congreso (una candidata valorada en Madrid pero crecientemente alejada de la política catalana); Andrea Levy, vicesecretaria general de Estudios y Programas (una diputada autonómica cuya buena imagen en Génova es inversamente proporcional a la penosa percepción que genera al norte del Ebro); y Alejandro Fernández, portavoz del PP en el Parlament (en mi opinión, el único aspirante capaz de revertir la fuga masiva de votantes hacia el partido de Inés Arrimadas, quien goleó a los populares en las últimas elecciones autonómicas con un contundente y humillante 36-4).

El candidato tarraconense tiene buenas cartas, aunque no todas. A pesar de que apenas supera la cuarentena, ha acumulado una experiencia notable a nivel municipal (sólo la intervención in extremis de Oriol ITV Pujol le impidió repartirse la alcaldía con Victoria Forns en 2011), a nivel estatal (fue diputado en Cortes durante la X legislatura) y a nivel autonómico (sus contundentes discursos le han convertido en el azote del independentismo en el Parc de la Ciutadella). También le beneficia su inequívoco posicionamiento en favor de Pablo Casado durante el reciente proceso de primarias del PP, una apuesta ganadora que hoy vale su peso en oro. Sin embargo, se trata de un dirigente atípico que puede no convencer a los sectores más controladores y sectarios de la cúpula popular. Efectivamente, es difícil imaginar a Alejandro Fernández como una simple marioneta teledirigida desde Madrid (recordemos su oposición a las tesis del gobierno Rajoy sobre el modelo ferroviario de nuestras comarcas) y su perfil se aleja de esos militantes con orejeras que nunca ven nada de interés fuera del propio partido (si les sirve mi experiencia personal, no dudó en invitarme como ponente en unas jornadas que organizó sobre el futuro de la ciudad, pese a haber escrito durísimos artículos contra su partido).


A pesar de que su tendencia al discurso propio puede generar ciertas dudas en Génova, donde quizás se encontrarían más cómodos manejando una mera cabeza parlante (el perfil tradicional en la presidencia del PPC) es probable que los populares se vean obligados en esta ocasión a apostar por las habilidades resucitadoras de un político con capacidad de arrastre. Pensemos en los desastrosos resultados de Xavier García Albiol durante los últimos comicios autonómicos, cuando el propio Fernández estuvo a punto de quedar fuera del Parlament si no llega a aparecer en el último momento la caballería del voto exterior. Es posible que este penoso punto de partida sirva como aliciente para el próximo presidente (es imposible hacerlo peor) pero también puede convertirse en un peligroso incentivo para contraatacar a Ciudadanos en su mismo terreno de juego incendiario y populista. Aunque confío en que no suceda, el riesgo de bajar a la ciénaga para salvar los muebles constituye un riesgo tristemente real: recordemos las últimas elecciones municipales, con el candidato de Sant Pere i Sant Pau intentando evitar el desastre con una burda demagogia antiinmigratoria (por la que mantuvimos una agria discusión, por cierto).

Personalmente espero y deseo que Alejandro consiga alcanzar la presidencia del PPC, pues al margen de la ideología particular que defendamos cada uno, a todos los ciudadanos nos conviene que los partidos sean liderados por dirigentes de talla intelectual y política contrastada. Además, en clave local, tampoco nos vendría mal colocar por fin a un tarraconense en un puesto de influencia y decisión. Ya va tocando.

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