Todo por decidir

Publicado en el Diari de Tarragona el 13 de diciembre de 2015


El próximo domingo viviremos la jornada electoral más atípica y trascendente de los últimos tiempos. Está en juego el entierro definitivo del modelo bipartidista que ha lastrado nuestra democracia a niveles insondables de maniqueísmo, opacidad, corrupción y mediocridad. Las encuestas vislumbran un cuarteto de jinetes que cabalga en cabeza de carrera, obligados a fustigar no sólo a sus respectivas monturas sino también a los contrincantes de uno y otro lado, pues nadie sabe quién puede dar la sorpresa en el sprint final. El resto de jockeys, rezagados e impotentes, observan la competición a varios cuerpos de distancia. Mención especial merecen los partidos nacionalistas, llamados por primera vez a jugar un papel irrelevante en un parlamento sin mayoría absoluta. Nunca hubo tanta competencia efectiva en unas urnas, lo que explica la enorme expectación despertada por el debate a cuatro de esta semana en Antena 3 y La Sexta, cuya estratosférica audiencia sólo puede compararse con su total incapacidad para clarificar la situación.

La bochornosa incomparecencia de Rajoy en este encuentro parece confirmar que la cúpula del PP ha salido al campo a no perder, consciente de que navega en un barco destartalado con tantas vías de agua que puede irse a pique en cuanto enciendan el motor. Eso sí, el Presidente se ha visto obligado a cruzar las puertas de palacio para que la plebe compruebe que aún sigue con vida, aunque parece improbable que nadie tome en serio sus promesas de última hora tras el fraude electoral que significó su programa de 2011. Pese a todo, diversos estudios demoscópicos confirman que los conservadores todavía conservan varias bolsas de voto asegurado (básicamente en el mundo rural y la tercera edad), un factor que unido a la tremenda fragmentación de la oposición puede permitirles ganar sin necesidad de hacer prácticamente nada, la estrategia favorita de su líder.

El contrincante histórico de los populares, el PSOE, fue declarado perdedor oficial del debate en prácticamente todos los medios de comunicación. Pedro Sánchez muestra aún muy poco peso específico en la confrontación argumental con sus intervenciones recitadas de memoria, su gestualidad de la Marvel, sus trampas dialécticas de primaria, y sus risas impostadas cuando no sabe qué decir. Para colmo, tiene la mala suerte de ser el único candidato obligado a competir directamente contra sus tres oponentes en sus propios terrenos de juego: frente al PP como partido de gobierno, frente a Ciudadanos como partido reformista, y frente a Podemos como partido de izquierdas. Aun así, el candidato socialista tendrá mañana el privilegio de vérselas con Rajoy en carne mortal, quizás su última oportunidad para no convertirse en un nuevo experimento fallido de los laboratorios Ferraz.

Quien sin duda resultará decisivo durante la próxima legislatura será Albert Rivera, pese a defraudar en el plató de Atresmedia con una actuación muy por debajo de lo esperado. Pese a todo, su interposición entre populares y socialistas le permitirá disfrutar de una posición privilegiada en los futuros acuerdos de gobierno, pues probablemente sea el único candidato que pueda elegir con quién bailar. Sin embargo, la relativa adolescencia de este partido ha favorecido una duda generalizada sobre la verdadera sinceridad de su compromiso reformista. En mi opinión, se trata de un recelo tan justificado como irrelevante: la única razón de ser de la nueva formación es representar a quienes reclaman un cambio radical en el modo de hacer política en España desde una perspectiva liberal, una evidencia que obligará al propio Rivera a rechazar cualquier chalaneo continuista si no quiere verse relegado a la más absoluta insignificancia electoral cuando termine la próxima legislatura. Ya sea por convicción ideológica o por instinto de supervivencia, todo apunta a que Ciudadanos terminará haciendo con el PP lo que la CUP está haciendo con CDC: sentarlo en el potro de tortura hasta que sea imposible exprimirlo más.

Quienes ansían esa misma transformación del sistema, pero desde una perspectiva de izquierdas, han encontrado en Pablo Iglesias un solvente portavoz. El líder de Podemos ganó con claridad el debate con una intervención más crítica que propositiva, un privilegio del que disfrutan los partidos reactivos y que está permitiendo a Iglesias no defraudar a los más radicales ni asustar a los más moderados. Aun así, el mapa parlamentario que se deduce de las encuestas parece descartar la participación de Podemos en el próximo ejecutivo, una previsión que puede jugar un papel contradictorio en sus expectativas electorales. Por un lado, desde la óptica del voto útil, puede que sus seguidores más pragmáticos se decanten finalmente por la papeleta del PSOE para aumentar las probabilidades de alternancia. Sin embargo, desde la perspectiva del voto protesta, puede que la improbabilidad de que Podemos acceda al gobierno aumente su respaldo entre aquellos que ven con simpatía su rebelión contra el sistema, pero que sentirían cierta inquietud viendo a Pablo Iglesias sentado en un consejo de ministros (dicho llanamente, aquellos ciudadanos que están dispuestos a votarles para que toquen las narices, pero no para que manden).

La enorme e inédita proporción de electores indecisos a estas alturas de campaña, junto a los anacrónicos límites legales sobre publicación de encuestas, auguran una noche electoral electrizante. Tila y palomitas. El próximo domingo decidiremos no sólo el nombre del futuro presidente del gobierno, sino también el rumbo de nuestro sistema político en cuestiones trascendentales como el modelo territorial, la independencia judicial, la protección social, la participación electoral… Esta semana sabremos por fin cuántos ciudadanos están satisfechos con lo que hay, cuántos se conforman con sustituir al inquilino de la Moncloa, y cuántos apuestan por una reforma profunda e innovadora de nuestro marco de convivencia. Todo es posible.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El beso

Una moto difícil de comprar

Bancarrota