Quinientos

 Publicado en el Diari de Tarragona el 27 de diciembre de 2015


Lo sé. Un artículo de opinión no parece el lugar más indicado para tratar cuestiones en primera persona. Aun así, si ustedes me lo permiten, desearía dejar esta norma en suspenso durante los próximos minutos, por lo que pido disculpas de antemano. Creo que la ocasión lo merece.

Cuando hago memoria sobre mis años de infancia, una de las imágenes que asocio mecánicamente con la casa de mis padres es la visión de un par de periódicos envolviendo una barra de pan sobre la mesa de la cocina. Efectivamente, crecí en un hogar donde la lectura diaria y variada de la prensa formaba parte de la rutina habitual. De su atento análisis surgían (y surgen) fructíferos y enconados debates políticos, una auténtica pasión para los vascos en general y para mi familia en particular. Tras acabar mis estudios universitarios me trasladé a Tarragona, un lugar prácticamente desconocido para mí. Sólo sabía que allí vivía mi futura mujer. Nada más llegar intenté ponerme al día sobre la ciudad que iba a acogerme, un objetivo en el que el Diari desempeñó un papel fundamental. Poco a poco me convertí en un lector habitual de este periódico, aunque un espíritu crítico probablemente exacerbado me llevó a juzgar con excesiva severidad algunos defectos de fondo y forma que descubría esporádicamente en sus textos.

Hace algo más de diez años, alentado por esa osadía que frecuentemente lleva aparejada la ignorancia, decidí enviar un email incendiario a quien entonces dirigía el Diari, mi muy querido Antoni Coll, con quien jamás había cruzado una palabra. En aquella carta (que afortunadamente he perdido) atacaba con gran vehemencia el trabajo del periódico, especialmente el de su director. Lo llamativo fue que el destinatario de la misiva, en vez de borrar justificadamente aquel mensaje impertinente, decidió contestarme de un modo que evidenció su extraordinaria categoría humana. Él mismo relató el suceso en una de sus Plumillas: “La primera noticia que tuve de Dánel Arzamendi fue la recepción de una carta en la que se metía conmigo. Estaba ¡tan bien escrita! que le llamé para ofrecerle escribir de vez en cuando, aunque le sugerí que podía tratar otros temas”. El 19 de abril de 2005 aparecía mi primera columna y desde entonces han sido ya quinientos los artículos que este juntaletras ha publicado en las páginas del Diari.

Querría aprovechar esta circunstancia para agradecer una vez más a Antoni la oportunidad que me brindó en su día. Sólo a él se le pasó por la cabeza que las reflexiones escritas por este simple aficionado podrían tener algún interés, y sin su voto de confianza jamás habría visto la luz, por ejemplo, la modesta novela que publiqué en 2012. Del mismo modo, desearía mostrar mi gratitud a todos los directores que han pasado por el Diari durante estos años (Mikel Iturbe, Roberto Villareal, Toni Piqué, Ramon Pedrós, Alex Saldaña, Jordi Jaria, Josep Ramon Correal) por la libertad absoluta de la que he disfrutado para escribir lo que me ha dado la gana, cuando me ha dado la gana, sobre lo que me ha dado la gana, y como me ha dado la gana. Tarragona tiene la fortuna de contar con una publicación de gran tirada que acoge cada día todo tipo de posturas, frecuentemente antagónicas entre sí y con la línea editorial, que son expresadas con total independencia. Suele ser habitual que tendamos a infravalorar todo lo positivo a lo que ya nos hemos acostumbrado, y precisamente por ello conviene poner en valor el activo colectivo que supone disponer de un gran medio de comunicación abierto y transversal en los tiempos que corren.

Por si fuera poco, colaborar con el Diari me ha permitido descubrir a un excepcional grupo de amigos que compartimos nuestra pasión por el articulismo de opinión y la tertulia política: Martín, Daniel, Pablo, Jordi, Antoni, Silveri, Paco, Ángel, Emilio, Josep, Enric, Xavier, Fernando, Viviana, Magí, Pere, Rafa… Es difícil concentrar un capital humano e intelectual de mayor peso alrededor de una mesa. Con el tiempo he ido interiorizando que una amistad se convierte en un privilegio especialmente inmerecido cuando resulta imposible compartir un rato de conversación sin haber aprendido algo nuevo, una suerte que se transforma en flagrante injusticia al descubrir lo poco que un servidor puede aportar a cambio. En cierta ocasión escuché que la verdadera riqueza de un hombre se debe valorar por la calidad de sus amigos: si es así, me considero un auténtico multimillonario.

También he de confesar que durante estos años en el Diari he sentido frecuentemente la percepción de que ya no tenía nada más que decir, y que por tanto ya iba siendo hora de cortarme la coleta. Sin embargo, ahí están nuestros amigos los políticos para echar una mano cuando menos te lo esperas, ofreciendo un enmarañado panorama parlamentario a nivel municipal, autonómico y estatal que generará interminables temas sobre los que leer, reflexionar, razonar y escribir durante los próximos tiempos. Se abre ante nosotros un año apasionante, lleno de incógnitas pero también de posibilidades, poco propicio para los pronósticos pero imperiosamente necesitado de información rigurosa, análisis honesto y debate público.

Me gustaría concluir volviendo a disculparme por el tono personal del presente artículo, aunque confío en que sean indulgentes teniendo en cuenta el motivo que lo ha causado. Reciban desde estas páginas mis más sinceras felicitaciones por las Fiestas que ya han comenzado, y mis mejores deseos para el año que está a punto de comenzar. Todo está por hacer y todo puede hacerse. Nos vemos en el Diari.

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