Pronóstico reservado

Publicado en el Diari de Tarragona el 21 de diciembre de 2015


Ayer se cerraron las urnas y hoy hemos despertado en un país diferente. Aunque han vuelto a ganar los dos grandes partidos que se han repartido el poder desde hace más de tres décadas, la acumulación de fuerzas necesaria para formar un nuevo ejecutivo convertirá la nueva legislatura en una aventura tan novedosa como incierta.

PP: la victoria pírrica del miedo y la amnesia. La formación liderada por Mariano Rajoy demostró ayer que una buena campaña puede convertirse en un antídoto eficaz para una legislatura tóxica. Hace apenas un trimestre la popularidad del PP se arrastraba por los suelos (corrupción, desigualdad, incumplimientos, recortes…), pero un inteligente cambio de rumbo mediático logró en escasas semanas recuperar a un importante grupo de votantes, especialmente en aquellos sectores de población más reacios a cualquier tipo de cambio. Según un reciente estudio realizado por una investigadora de la Universidad de Navarra, basado en el algoritmo Flesch-Kincaid y la fórmula de lecturabilidad de Szigriszt Pazos, los populares basaron su campaña electoral en un discurso diseñado para ser comprendido por un niño de doce años, un dato que deja en evidencia el perfil de votante medio al que los populares se veían capaces de convencer en esta ocasión. El hecho es que finalmente los conservadores han logrado ganar con una ventaja significativa sobre el resto de fuerzas, aunque lo han hecho de una forma excesivamente escuálida (jamás el vencedor de unas generales había obtenido tan pocos escaños). Sólo una Große Koalition o una abstención de Ciudadanos y PSOE permitiría a Rajoy mantener la presidencia, una posibilidad difícilmente asumible para los socialistas si no quieren ser devorados en el futuro por la nueva izquierda.

PSOE: la clave del arco. Contra todo pronóstico, será Pedro Sánchez quien tenga la llave que abra el palacio de la Moncloa. Aunque los socialistas han obtenido sus peores resultados desde la Transición, cualquier pacto estable de gobierno pasará necesariamente por sus manos, una carambola matemática que puede salvar la papeleta a su nuevo y joven secretario general. Sin embargo, esa privilegiada posición conllevará también una responsabilidad descomunal que afectará impepinablemente a sus perspectivas electorales en los próximos años: si opta por facilitar el gobierno del PP se desangrará por la izquierda, si conforma un gran pacto que incluya a partidos independentistas tendrá serios problemas con muchos de sus barones, si conforma un ejecutivo con Podemos y la abstención de Ciudadanos sufrirá una legislatura tormentosa, si favorece unas nuevas elecciones se le acusará de irresponsable… Una encrucijada compleja.

Podemos: el poder de la perseverancia. Algunos analistas defendieron hace unos meses que el partido morado no había calculado bien sus tiempos. En las elecciones europeas demostraron su potencialidad para convertirse en una formación relevante en el panorama electoral español, pero tras los comicios municipales de la pasada primavera comenzó a cundir la sensación de que su carácter novedoso dejaba de tener el impacto de antaño. El fracaso en las elecciones catalanas parecía sugerir que el tiempo de Podemos había concluido, siguiendo el consejo del malogrado James Dean: vivir rápido y dejar un bonito cadáver. Lo cierto es que el nuevo partido iniciaba la campaña para las generales muy por debajo de los socialistas en las encuestas, un factor que podía provocar una desbandada electoral de la izquierda en busca del voto útil para expulsar a Rajoy de la Moncloa. Sin embargo, Pablo Iglesias no se dejó llevar por los malos augurios y ha logrado una remontada inimaginable tras completar una brillante campaña. Será un protagonista indiscutible de la nueva legislatura.

Ciudadanos: el vuelo de Ícaro. La evolución electoral de Podemos durante el último mes encuentra su recorrido antagónico en los índices de respaldo al partido de Albert Rivera. La formación naranja iniciaba la campaña con unas encuestas que les situaban a un tiro de piedra del PP, poniendo en cuestión por primera vez en nuestra democracia el liderazgo político del magma electoral situado a la derecha de los socialistas. Como suele ocurrir en los partidos de reciente creación, Ciudadanos tenía que lidiar con las expectativas que ellos mismos habían generado tan eficazmente desde hacía más de un año. Pero algo se quebró en las últimas semanas. En mi opinión, la campaña naranja cambió bruscamente de tendencia durante el debate en Antresmedia. El joven líder liberal había tocado el cielo con las yemas de sus dedos, pero aquella noche perdió sus relucientes alas ante diez millones de votantes y la caída a plomo fue inevitable. Sus escaños no son suficientes para emprender una legislatura estable con el PP, y su única posibilidad de resultar determinante consistirá en fiscalizar desde la oposición un eventual gobierno en minoría de PSOE-Podemos.

El panorama parlamentario que se deriva de las elecciones celebradas ayer muestra un futuro tan imprevisible como inquietante. Las posibilidades de conformar un gobierno estable son prácticamente nulas y la nueva legislatura nace con pronóstico reservado. Para colmo, el tiempo que ahora comienza ni siquiera servirá para realizar cambios sustanciales en el actual modelo político (uno de los objetivos de las fuerzas emergentes) pues el PP dispondrá de una minoría de bloqueo para aquellas iniciativas que requieran mayoría reforzada de dos tercios del parlamento. Yo no guardaría las urnas demasiado al fondo.

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