El ultimátum

Publicado en el Diari de Tarragona el 30 de noviembre de 2014


El pasado martes Artur Mas llenó el Auditori del Fòrum barcelonés con tres mil incondicionales para asombrar al mundo con uno de esos espectáculos de masas que han convertido a nuestro President en la reencarnación de Cecil B. DeMille. Entre tanto entusiasta desatado, llamaba la atención la figura del bueno de Oriol Junqueras, observando la escena como un geofísico que se ha confundido de puerta y ha terminado sentado en el plató de Sálvame. Mostraba un gesto incómodo y se veía obligado a ceñir repetidamente su chaqueta para ocupar las manos mientras la hinchada jaleaba a su profeta. Un pulpo en un garaje.

El líder republicano pasó un mal trago aquella noche, viéndose rodeado por una multitud trajeada que aplaudía a rabiar un discurso que le colocaba en una tesitura insostenible. Nadie ha definido mejor la situación que el actual portavoz de las CUP, David Fernández: “la propuesta de Artur Mas es una OPA a ERC”. El President es un eficacísimo estratega cuyo talento se ve aún engrandecido por la falta de talento político de sus rivales, como se demostró en el duelo que mantuvo durante el 9N con las torpes autoridades españolas. Frente a él, Oriol Junqueras es un buen hombre que va con la verdad por delante, pero que ya no sabe qué hacer para liberarse de las redes tácticas que Artur Mas lanza constantemente sobre él.

El inquilino de la plaza de Sant Jaume tiene, además de su valía personal, un arma aún más efectiva que utiliza de forma implacable: su poder para diseñar el relato catalán. Los medios de comunicación públicos y concertados han interiorizado su perspectiva de la situación y han adoptado su particular neolengua, asumiendo consciente o inconscientemente una impagable labor propagandística que para sí quisiera cualquier otro dirigente de nuestro entorno. Sólo así, por ejemplo, puede venderse como un gesto de generosidad y valentía lo que simplemente constituía su única salida posible. Por un lado, el President no podía sucumbir a las presiones para adelantar unas autonómicas ordinarias, pues corría el grave riesgo de enterrar a los suyos con una previsible derrota frente a Esquerra; y por otro, tampoco podía echar el freno a un proceso que él mismo había alimentado, pues terminaría electoralmente carbonizado ante sus enfervorizados seguidores. El intento de absorber a ERC es inteligente y legítimo, pero hacerlo pasar por una muestra de abnegación roza lo delirante.

Parece que algunos le van tomado la medida al Molt Honorable y saben que detrás del frente que ha propuesto se oculta un verdadero ultimátum con el que el President siempre saldrá ganando: o bien aceptáis mi plan y os sometéis a mi estrategia, o bien os hundís electoralmente pues os responsabilizaré de que no haya elecciones anticipadas ni avances hacia la soberanía. La jugada resulta tan obvia que casi produce sonrojo, pero en tiempos de adhesiones inquebrantables y políticas sentimentales, los fríos argumentos pasan siempre a un segundo plano.

Pese a todo, ICV y las CUP se han negado a ser devoradas por esta descomunal lengua de magma convergente, objetando que el proyecto de Artur Mas se centra exclusivamente en la independencia y desprecia otros asuntos que resultan cruciales aquí y ahora: los recortes, las privatizaciones, las políticas sociales, los casos de corrupción… No es de extrañar que algunas organizaciones patronales de la burguesía barcelonesa observen con simpatía la propuesta del President, pues en caso de tener éxito neutralizaría de facto a la izquierda soberanista y desactivaría cualquier posibilidad de que un eventual gobierno progresista en la Generalitat cuestionase esas políticas económicas que tantos beneficios reportan a determinadas clases dirigentes: bajadas de sueldos, subcontratación privada de los servicios públicos, contracción de los derechos laborales, estrangulamiento financiero de la sanidad y la educación públicas...

Los republicanos han decidido darse una semana para responder a la propuesta. No es para menos. Durante los últimos días ya hemos visto dos veces a su líder con la misma cara de circunstancias: durante la noche del 9N (al comprobar que Artur Mas se adjudicaba el mérito de la movilización de todo el soberanismo) y tras el discurso del Fòrum del pasado martes (sintiéndose presionado para dejar en stand by a una ERC que jamás había estado tan cerca de ganar una elecciones). Oriol Junqueras es un tipo honesto pero no está dispuesto a seguir haciendo el primo. Parece que ya se ha hartado de aparecer públicamente como el hermano tonto del adolescente guaperas del instituto. Sin embargo, si continua negándose a aplaudir la táctica del President puede correr un grave riesgo ante las bases independentistas, pues desde la órbita mediática y social del Govern se le intentará responsabilizar de la continuidad de un ejecutivo minoritario sin recursos para lograr la independencia. Es lo que tiene un ultimátum, que algunos llegan incluso a considerar un chantaje político en toda regla.

Los portavoces de ERC han anunciado para el próximo martes una comparecencia donde explicarán su postura ante el jaque (¿mate?) de Artur Mas, abriéndose probablemente a una negociación sobre las condiciones del adelanto electoral. Oriol Junqueras debería tener la cabeza fría para saber distinguir las raíces de las ramas, pues cabe la posibilidad de que la posición del líder convergente no sea tan firme como aparenta. El President ha demostrado durante el último mes que es uno de los políticos más hábiles de las últimas décadas, pero los republicanos están aún a tiempo de jugar bien sus cartas.

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