El año que puede cambiarlo todo

Publicado en el Diari de Tarragona el 21 de diciembre de 2014


Cuando apenas quedan diez días para atragantarnos comiendo las uvas, probablemente haya llegado el momento de las valoraciones y los pronósticos en uno de los contextos políticos más apasionantes de los últimos años. Los movimientos característicos de nuestra época, a todos los niveles, generan ilusión e inquietud a partes iguales, y puede que eclosionen de forma simultánea en 2015.

Desde un punto de vista global, el escenario que se abre ante nuestros ojos resulta ciertamente inédito. Durante más de medio siglo hemos vivido bajo el falso paraguas protector de un organismo creado presuntamente para velar por la seguridad y la cooperación a escala planetaria: la Organización de las Naciones Unidas. Sin embargo, desde un principio fueron las dos superpotencias de la guerra fría las que realmente ejecutaron con mano de hierro el papel de gobierno transnacional, cada una sobre los países de su órbita. El hundimiento del bloque comunista dejó a EEUU como único policía global durante un par de décadas, pero la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca ha supuesto un repliegue norteamericano con efectos dispares. Debemos celebrar que los excesos del imperio hayan pasado a mejor vida, pero también hemos de reconocer que el mundo ha quedado al descubierto ante determinadas amenazas. Puede que algunos ejemplos tristemente actuales, como la brutal impunidad del Estado Islámico, favorezcan el diseño de un nuevo modelo de gobierno global, más democrático y efectivo, capaz de garantizar la paz y estabilidad a escala planetaria.

La Unión Europea nunca ha sido un actor relevante a nivel internacional, y esta insignificancia es hoy más evidente que nunca. Bastante tienen las autoridades comunitarias con evitar una nueva recesión que terminaría de hundir nuestras economías. De todos modos, también en este ámbito vivimos un momento de cambio. Comienza a cundir la sensación de que el poder de Angela Merkel ya no es lo que era, especialmente desde que franceses e italianos comienzan a poner en cuestión las suicidas políticas impuestas por Berlín. Puede que el ejemplo de EEUU, que ha superado la crisis con modelos diametralmente opuestos a los nuestros, termine derribando el muro de la austeridad germánica.

Uno de los principales lacayos de la canciller, Mariano Rajoy, va a jugarse su futuro político durante el incipiente 2015. El PP ha apostado todo su capital político a la recuperación económica sin haber diferenciado las diferentes velocidades de sus efectos macro y micro. Por poner un ejemplo, el hecho de que la prima de riesgo haya bajado quinientos puntos en tres años apenas moviliza el voto de quienes sufren la recesión en sus carnes. Por el contrario, la bajada en el salario medio español por noveno mes consecutivo ridiculiza cualquier anuncio gubernamental sobre una presunta superación de la crisis. Todas las encuestas auguran que en los próximos comicios generales habrá tres grandes bolsas de voto: PP, PSOE y Podemos. Estos pronósticos descartan cualquier mayoría absoluta, y también dificultan el otro modelo de gobierno que hemos vivido hasta la fecha: un pacto de populares o socialistas con formaciones menores, pues la suma resultaría igualmente insuficiente. En definitiva, se abre ante nosotros un escenario tan esperanzador para algunos como aterrador para otros.

Este neblinoso horizonte electoral está atenazando a Mariano Rajoy ante el conflicto catalán. Los socialistas han propuesto una reforma constitucional, probablemente el único modo de evitar el desastre, pero el pontevedrés sabe que si acepta esta vía terminará apedreado en la plaza pública por los mulás de la derecha mediática. Moncloa disfruta en estos momentos de un poder casi absoluto en España y precisamente por eso cualquier gesto de distensión sería tomado por los populares más fanáticos como una intolerable concesión voluntaria. Pero no todo está perdido: la mayoría absoluta del PP tiene los meses contados, y cuando cambien los equilibrios en las Cortes será mucho más fácil desbloquear el pacto territorial, ya sea con un Rajoy en minoría que pueda excusarse ante los suyos por su propia debilidad parlamentaria, o bien con un nuevo presidente llegado desde las filas de la izquierda. Ése es precisamente el motivo por el que los más radicales quieren acelerar el proceso independentista a toda costa. Saben que tienen que aprovechar la mayoría absoluta del PP para romper amarras con España, pues tras las elecciones generales quizás llegue una propuesta razonable desde Madrid que satisfaga a un importante sector de los nuevos soberanistas: ahora o nunca.

El principal promotor de la vía pactista en Catalunya es el PSC, cuyo candidato a la alcaldía de Tarragona aparece como vencedor en todas las encuestas, pese a estar protagonizando un mandato gris y decepcionante. Probablemente deba agradecer su reelección al calamitoso estado de sus dos rivales tradicionales: por un lado Victòria Forns, cuyo eventual relevo tampoco podrá frenar el imparable declive local de CiU tras la marcha de Joan Miquel Nadal; y por otro Alejandro Fernández, un candidato brillante y con proyecto, pero que se presenta bajo unas siglas que son hoy sinónimo de incumplimiento electoral, corrupción política y sordera territorial. Mucha atención al desembarco de ERC en la plaza de la Font, previsiblemente masivo, cuya envergadura quizás determine el rumbo que tome nuestra ciudad durante los próximos años.

Parece claro que tenemos por delante un nuevo año que puede revolucionar nuestro marco político a todos los niveles. De momento, aprovechemos estos días para disfrutar de nuestras familias y coger fuerzas ante un 2015 apasionante. Bon Nadal i feliç any nou!

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