Castells, patrimonio de todos

Publicado en el Diari de Tarragona el 16 de febrero de 2014


El movimiento casteller es uno de los activos culturales más apreciados y atractivos de Tarragona. Se ha convertido en un ingrediente esencial de nuestras fiestas desde el siglo XIX, como en aquella Santa Tecla de 1881 en que la plaça de les Cols fue testigo del primer quatre de nou sense folre de todos los tiempos. Las cuatro collas de la ciudad conforman uno de los pilares esenciales de la identidad tarragonina, una imagen que los ciudadanos identificamos automáticamente con esos momentos culminantes del año en que la celebración se une a la tradición en un todo indisoluble: los días de Sant Jordi y de Sant Joan, las fiestas de Sant Magí y de Santa Tecla, la Diada, la Mercè... Por si fuera poco, los castells dan a la ciudad una proyección exterior indudable con la celebración del concurso bienal en la Tarraco Arena Plaça (que este año contará con 14.000 participantes de 42 collas diferentes), el mayor espectáculo que se celebra en todo el mundo alrededor de este tesoro de Catalunya que la Unesco declaró Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad en 2010.

Sin embargo, la realidad castellera no puede reducirse a la mera exhibición de una tradición ciertamente bella y emocionante. Es también un espacio de encuentro, de relación ciudadana, de intercambio personal entre individuos de diferentes profesiones, creencias y formas de pensar. En definitiva, es un ejemplo de iniciativa popular que consigue unir a un grupo heterogéneo de personas en torno a una afición común, obviando aquello que las diferencia.

La pasada semana se celebró la asamblea de los Xiquets de Tarragona, donde se aprobó la adhesión de esta colla a la Assemblea Nacional Catalana. La noticia ha levantado cierta polvareda en las redes sociales, provocando el aplauso de los que comparten la decisión de la entidad y la estupefacción de los que no entienden que una institución vinculada a la cultura popular se posicione de una manera tan explícita en favor de un objetivo político como la independencia, tan legítimamente defendible como discutible.

En mi opinión, no nos encontramos ante un debate de ideologías. Lo de menos es el sentido concreto en que se haya posicionado la asamblea de los Xiquets. El problema es el posicionamiento mismo, el alineamiento político de una institución que presuntamente no tiene este carácter, acabando con la pluralidad ideológica que una entidad de este tipo debería defender. Puede parecer un incidente menor, pero refleja una tendencia preocupante: una sociedad civil que restringe sus espacios transversales camina hacia la fractura. Insisto, la misma crítica merecería cualquier asociación similar que se hubiese manifestado en defensa del modelo autonómico. ¿Qué pensaríamos si Tarraco Viva publicase un manifiesto sobre el copago sanitario? ¿O si la Confraria de Pescadors votase su posición sobre el matrimonio homosexual? ¿O si la Reial Societat Arqueològica tomase partido sobre la tasa Tobin? ¿O si el Nàstic aprobase una declaración sobre el aborto? Son temas sobre los que cada uno tiene su opinión personal, libre y legítima, pero estos foros no parecen el ámbito idóneo para tomar postura, y mucho menos de forma colectiva. Para definirse políticamente ya están los partidos y las asociaciones creadas al efecto como la ANC.

A nadie debería asombrar que determinados movimientos ideológicos intenten absorber a entidades que en principio deberían mantenerse en un plano apolítico. Es un defecto habitual de nuestra joven e imperfecta democracia, un fenómeno que se ha acentuado con el estallido del conflicto soberanista en Catalunya, tanto desde una orilla como desde su contraria. En ocasiones son los dirigentes de instituciones de todo tipo los que pretenden arrimar el ascua a su sardina partidista, pero también pueden ser las propias bases de estas agrupaciones las que intenten politizarlas, obviando el objeto social específico de la entidad y la propia existencia de miembros discrepantes. Durante los últimos meses hemos visto a la directiva del Barça coqueteando con el proceso soberanista, a la Conferencia Episcopal defendiendo desde el púlpito la sagrada unidad de España, a grupos de personas intentado convertir las celebraciones de Santa Tecla en manifestaciones independentistas… Es evidente que hay una clara tendencia a convertir en político lo que debería ser ideológicamente plural.

En el caso concreto del mundo casteller, la votación del pasado fin de semana no ha sido un caso aislado. Este proceso de adhesiones colectivas a opiniones individuales está funcionando como un dominó, desdibujando la transversalidad social y política de la que algunos han hecho gala durante décadas. Me viene a la cabeza la conversación que mantuve hace muchos años con un veterano miembro de los Xiquets en una cafetería del Carrer Major. Me contaba con orgullo lo emocionante que era ver a una multitud de personas, con orígenes y formas de pensar completamente diferentes, haciendo piña alrededor del tronc del castell. Quizás sea un buen momento para volver a hablar con él y preguntarle qué piensa de todo esto.

En mi opinión, con todo respeto, creo que la asamblea de los Xiquets cometió el domingo un error histórico. Me gustaría pensar que, entre aquellos que votaron en contra de la adhesión a la ANC, hubo también ciudadanos independentistas convencidos de que politizar la colla suponía renunciar a uno de sus mayores tesoros: la pluralidad. Intentemos pensar las cosas con amplitud de miras y dejemos de utilizar políticamente lo que es patrimonio de todos.

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