Y tú de quién eres

Publicado en el Diari de Tarragona el 27 de octubre de 2013

La Cambra de Comerç de Tarragona acogió el pasado fin de semana el III Forum sobre modelo de ciudad organizado como en otras ocasiones por el PP local. La primera de las tres ponencias corrió a cargo de Magí Aloguín i Pallach, quien desgranó con metodología casuística una serie de propuestas sobre el diseño y mantenimiento de nuestros espacios públicos, en una amena conferencia sazonada con buenas dosis de ironía (una circunstancia, por cierto, que pareció no captar algún espectador). El segundo interviniente en tomar la palabra fue Anton Vives Tous, que ofreció una ponencia académicamente impecable sobre el concepto de marca municipal, los factores que más influyen en ella, y los posibles campos de mejora en el caso concreto de Tarragona. Por último, Joan Miquel Carrillo logró deprimirnos primero e ilusionarnos después al analizar el estado de abandono o infrautilización en que se encuentra nuestro frente marítimo, uno de los principales activos de cualquier ciudad costera: la marina Port Tarraco, el edificio de la Autoridad Portuaria, el Port Esportiu, el portaaviones de hormigón del Miracle, el Fortí de la Reina, el Fortí de Sant Jordi, el preventorio de la Savinosa, la Ciutat del Repòs…

En definitiva, fue un interesante intercambio de propuestas y visiones de la ciudad por parte de tres tarraconenses a los que tuve la suerte de conocer gracias a sus escritos en esa gran cantera de articulistas que es el digital TotTarragona. Obviamente se trataba de un evento organizado por el PP, pero me consta de primera mano que no era un acto que pudiera calificarse de partidista. Los sufridos lectores que siguen habitualmente mis artículos saben que llevo casi dos años criticando sin contemplaciones a Mariano Rajoy y sus políticas de gobierno (económica, territorial, social, de infraestructuras…) muchas de las cuales considero tremendamente torpes y equivocadas. Aun así, el propio Alejandro Fernández me propuso participar como ponente en el acto de la pasada semana, sin siquiera sugerirme tema ni contenido para mi posible conferencia: “me gustaría que participaras en el foro sobre Tarragona; ven y habla de lo que quieras”. Esta circunstancia demuestra, en mi opinión, que el encuentro no era en modo alguno una especie de aquelarre pepero para groupies alejandristas, sino un meritorio intento de favorecer el debate ciudadano sobre cuestiones que a todos nos deberían interesar. Pese a todo, me vi obligado a rechazar su proposición, y no porque quisiera desvincularme del evento, sino porque honestamente considero que una ponencia de este tipo exige experiencia o conocimientos específicos en cuestiones vinculadas a la política municipal, activos de los que carezco por completo.

Sin embargo, cuando el lunes leí unas descalificaciones gratuitas contra los conferenciantes del foro, estuve a punto de replantearme mi negativa de cara al próximo encuentro, aunque sólo fuera como gesto de solidaridad. Me estoy refiriendo, obviamente, a las últimas manifestaciones vía twitter del concejal Carles Castillo, pirómano oficial del ciberespacio local: “Algo se clarifica viendo los ponentes de la conferencia de la Gamba de Tarragona. Alguno que pretende ir de guays se destapa en lo que es. (…) Eran tan limpios e independientes antes... Tanta historia, tanto TTV, y tanta dignidad, para acabar ayudando a la derecha española más ultramontana y rancia de Europa. Qué juventud...”. Los arrebatos de diarrea verbal 2.0 de Carles Castillo no son ninguna novedad. Recordemos sus explosivos tweets en plena polémica por la implantación de zonas verdes en los barrios de Llevant (“Algunos pijos de la zona dels Músics de #Tarragona hacen kale borroka”), unas declaraciones impropias de quien ostenta un cargo institucional y que contrastan con la impecable actitud de respeto y educación de sus compañeros de grupo municipal, como Josep Félix Ballesteros o Paco Zapater.

Este episodio podría ser considerado un incidente más o menos anecdótico si no reflejara un problema que va mucho más allá, una epidemia de sectarismo cainita que afecta a la clase política en general y a nuestra vida municipal en particular. Cuando en esta ciudad alguien pone sobre la mesa una propuesta, antes de analizar su contenido, se tiende a poner bajo el microscopio al proponente de la misma: ¿Quién es éste? ¿A qué partido huele? ¿Quién se apuntará el tanto? El acierto o no de la idea es lo de menos, lo que importa es buscarle una etiqueta a su responsable. Si es “uno de los nuestros”, adelante con la iniciativa; si sospechamos que detrás puede esconderse otro colectivo, desprecio absoluto (en el mejor de los casos) o declaración de guerra. Y así nos va.

En los años noventa, un grupo de pop sevillano (bastante malo, por cierto) puso de moda una canción tan tonta como pegadiza: “y tú de quién eres”. Ésa parece ser la única preocupación cuando alguien intenta aportar desinteresadamente sus conocimientos, su experiencia y su inteligencia en beneficio de la ciudad. Las propuestas brillantes no deberían ser de nadie y deberían ser de todos al mismo tiempo, pero algunos políticos no acaban de entender que la vida es mucho más rica que sus miserables partidos. Un gobernante demuestra su grandeza reconociendo las buenas ideas al margen de su procedencia.

Me gustaría saber si Carles Castillo ha estudiado a conciencia las iniciativas planteadas en el foro del pasado fin de semana en la Cambra de Comerç. Apuesto a que no: lo organizaban los otros, y con eso es suficiente.

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