Implosión desactivada

Publicado en el Diari de Tarragona el 26 de mayo de 2013

El expresidente José María Aznar acudió el pasado martes a los estudios de Antena 3 para ser entrevistado en un entorno controlado, tras los numerosos ataques recibidos últimamente desde diferentes medios del Grupo Prisa. El presunto objetivo del antiguo líder popular era darse un baño de jabón ante una periodista no precisamente hostil que le permitiera ofrecer su versión sobre los escándalos de presuntos sobresueldos y favores inconfesables: posibles ingresos irregulares desde su propio partido, costosísimas clases de golf gratuitas en entidades controladas por instituciones bajo control popular, regalos multimillonarios de los mandamases de Gürtel en la boda de su hija, vinculaciones con el imputado Miguel Blesa, etc.

Dicen que Aznar se siente abandonado por los actuales dirigentes populares en su lucha contra la prensa, lo que le ha animado a salir a la palestra para defenderse al margen del partido, una vez descontada la salida de su mujer de la alcaldía madrileña. El presidente de honor del PP empezó fuerte, declarando solemnemente que jamás había cobrado sobresueldo irregular alguno, tanto en su época como líder de la oposición (cuando cobraba un salario como diputado y otro como presidente de su formación) como después de haber alcanzado la presidencia del gobierno (cuando, según él, dejó de cobrar retribución alguna del PP). Pero el expresidente no se limitó a aprovechar su encuentro con Gloria Lomana para rebatir las acusaciones sufridas, sino que terminó convirtiendo la entrevista en un verdadero levantamiento mostoleño contra la actual dirección del PP. Reprochó con dureza al gobierno de Rajoy la desconcertante política que viene aplicando desde su llegada al poder, señalando que la recuperación económica exige una bajada inmediata de impuestos para las clases medias y el ofrecimiento de “un horizonte de esperanza y no una lánguida resignación duradera”. No dudó en criticar veladamente al mismísimo Cristobal Montoro por su cambio de rumbo en materia fiscal y no descartó volver a la política activa si las circunstancias así lo exigieran, toda una amenaza al temblequeante liderazgo de Mariano Rajoy.

No tengo la menor duda de que la entrevista del pasado martes habrá calado hondo en amplios sectores de base conservadora, tremendamente decepcionados por un gobierno taciturno que ha incumplido sistemáticamente su proyecto político. Preferencias partidistas al margen, creo que somos muchos los que consideramos que la tesis básica del actual ministro de Hacienda (bajaremos los impuestos cuando haya crecimiento) debería plantearse exactamente a la inversa (habrá crecimiento cuando bajemos los impuestos). Y es éste el asidero al que se agarra Aznar para ganarse el aplauso general, sabedor de la frustración que se vive en las sedes populares al tener que defender una política fiscal que se parece al ideario del partido y al programa electoral de 2011 como un huevo a una castaña.

Tan interesante como el discurso de Aznar ha sido la respuesta que ha recibido en su propio partido, donde hemos oído opiniones inteligentes como la de Jesús Posada (Aznar representa un pasado que no volverá y sus declaraciones no se deben a su opinión sobre la actualidad sino sobre sí mismo), predeciblemente tontas como las de Ana Mato (siempre tenemos en gran estima a nuestro presidente de honor, bla, bla, bla), absurdamente increíbles como las de Martínez Pujalte (no he visto el programa) e incluso escocidas como las de Cristobal Montoro en la tribuna del Congreso (no se pueden bajar impuestos, las añoranzas para otro día). Según algunos periodistas acreditados en las Cortes, han sido declaraciones de este tipo las más habituales entre la bancada popular, eso sí, siempre a micrófono cerrado por lo que pudiera pasar (discurso desleal, vergüenza de entrevista, etc.). Lo que parece claro es que la inmensa mayoría del aparato popular ha cerrado filas en torno a Rajoy, desactivando desde las alturas el motín aznarista.

En mi opinión, la intervención del expresidente acertaba en algunos puntos, como la necesidad de retomar los puntos básicos del programa popular, aunque su discurso incluye varios flancos abiertos que pueden frustrar el intento de Aznar por volver a tomar las riendas del partido, aunque sea desde la barrera. En primer lugar, su empecinamiento en negar la existencia de una contabilidad B en el PP choca abiertamente con los indicios que se acumulan en los juzgados. Por otro lado, su intento de convencernos sobre el supuesto desinterés de Correa al regalar 32.452 euros en el bodorrio escurialense no tiene especiales visos de prosperar (una celebración, por cierto, a la que acudieron más presuntos delincuentes que al enlace de Connie Corleone con Carlo Rizzi). Por último, su furibundo ataque contra al Grupo Prisa, al que acusó atrevidamente de estar al borde de la quiebra siendo una empresa cotizada, pierde legitimidad viniendo de un trabajador de la competencia (recordemos que Aznar es vocal de News Corporation, propiedad de Rupert Murdoch).

Parece difícil que el presidente de honor del PP pueda desbancar a Mariano Rajoy al frente del partido, a menos a corto plazo. Sin embargo, no estaría de más que el actual inquilino de la Moncloa tuviera en cuenta el poder de arrastre que aún conserva Aznar entre las filas populares, un nuevo frente que sumar a la larga lista de quebraderos de cabeza que acosan al gallego, quien ya debe haberse gastado en tila el presupuesto de gastos reservados. Rajoy eligió una mala legislatura para ganar las elecciones…



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