Bienvenido Mr. Adelson


Publicado en el Diari de Tarragona el 4 de marzo de 2012


Dentro de un par de meses se anunciará el lugar elegido por la compañía Las Vegas Sands para construir uno de los mayores complejos de ocio del planeta. Según algunos medios, el aterrizaje de Sheldon Adelson podría significar la mayor inversión privada realizada en Europa en toda su historia: diecisiete mil millones de euros de desembolso, casi trescientos mil puestos de trabajo directos e indirectos, doce megahoteles (el menor de los cuales triplicará la capacidad del actual mayor hotel de España), etc. Por si fuera poco, el plan presentado no es un mero esbozo genérico de inversiones a largo plazo, sino un minucioso proyecto empresarial que debería estar concluido la próxima década. En una época de asfixiante parálisis económica, la propuesta del magnate norteamericano ha puesto en estado de alerta a los responsables políticos de las dos ubicaciones finalistas: Barcelona y Madrid.

La pasada semana, el promotor del complejo fue recibido en el Palau de la Generalitat por el mismísimo Artur Mas, a quien sólo le faltó disfrazarse de Elvis para agasajar al millonario de Boston. El Govern ha ofrecido unos terrenos de Viladecans para poner en marcha la iniciativa, consciente de que esta inversión podría convertirse en la tabla de salvación para miles de parados catalanes, para las empresas que intervendrían en su construcción, y para las administraciones públicas que viven de los impuestos que todos ellos pagan. El propio Andreu Mas-Colell viajó a la capital económica de Nevada para entrevistarse personalmente con los impulsores de Eurovegas: parece que la candidatura madrileña disfruta actualmente de una cierta ventaja sobre la catalana, pues lleva negociando este desembarco desde hace ya varios años. Lo que parece claro es que los dirigentes de ambas urbes van a quemar todas sus naves para conseguir la inversión del siglo.

Sin embargo, la posible implantación de Las Vegas Sands en Catalunya no está logrando el mismo efusivo y berlanguiano recibimiento en todos los ámbitos de nuestra sociedad. No son pocos los que recelan de las bondades del faraónico proyecto, teniendo en cuenta los indudables puntos oscuros que acarrea la llegada del imperio Adelson a nuestras tierras. Más allá de los conocidos perjuicios que rodean a los grandes establecimientos dedicados al juego (crecimiento de las ludopatías, multiplicación exponencial de la prostitución, aparición de redes de prestamistas que usan sistemas de cobro tan eficaces como heterodoxos, etc.) se ha hablado mucho sobre las supuestas exigencias que los promotores del complejo habrían puesto sobre la mesa: exención de impuestos y cotizaciones sociales durante dos años, avales estatales, alteraciones en la reglamentación urbanística, modificación legal en materia de contratación de extranjeros, cambios en la normativa sobre el blanqueo de capitales, admisión de menores en los casinos, excepciones a la ley antitabaco… Si contemplásemos estas condiciones como un bloque indivisible, podríamos deducir que el amigo Sheldon nos ha tomado por un país de chichinabo, donde un fajo de dólares abre todas las puertas de par en par: me gustaría creer que no es así.

En este punto, conviene diferenciar nítidamente las propuestas que podrían ser razonables de aquellas que jamás deberían ser aceptadas por un gobierno medianamente digno. Así, ante un proyecto de semejante volumen y trascendencia, no sería descabellado asumir unas medidas excepcionales que ya se han aplicado en otras ocasiones. Pienso en las inevitables cuestiones urbanísticas, en los beneficios fiscales temporales, o en la flexibilización de la normativa sobre el tabaco, una medida que ya disfruta la propia ciudad de Las Vegas en el país más radicalmente prohibicionista en este asunto. Sin embargo, admitir un paso atrás en materia laboral o en nuestra lucha contra el blanqueo de capitales supondría reconocer que no somos más que una triste versión monárquica de una tercermundista república bananera, donde el verdoso color de los billetes norteamericanos nos hace olvidar los principios sobre los que presuntamente se asienta nuestro modelo social.

Lo cierto es que el debate sobre la procedencia de aceptar determinados negocios discutibles en épocas de vacas flacas es más antiguo que ir a pie. Me viene a la cabeza el vergonzoso macroprostíbulo que se abrió en la Jonquera hace poco más de un año, o las dudosamente legales plantaciones consistoriales de marihuana en Rasquera (¿no habría sido más lógico en Porrera?). Por lo visto, los concejales de ERC no vieron otra salida para el municipio que dedicarse al negocio de las drogas: para ese “viaje” no hacían falta alforjas… Sin ánimo de comparar los burdeles y el cannabis con los casinos de Sheldon Adelson, parece claro que un importante sector de la ciudadanía tampoco ve con buenos ojos las actividades que presumiblemente se llevarán a cabo en Viladecans. También supongo que es más fácil adoptar una posición moralista si uno tiene el futuro solucionado, que si lleva una larga temporada en el paro, el banco le ha desahuciado, y no tiene con qué alimentar a su familia… Primum vivere. Los representantes de la Generalitat defienden contra viento y marea que el complejo Eurovegas será tan beneficioso como inocuo. Al margen del lugar en el que se instale definitivamente, ojalá sea cierto y sirva para dar un poco de esperanza a tantos desempleados necesitados de ella.

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