Una competición con demasiados Corredores

Publicado en el Diari de Tarragona el 19 de febrero de 2012


Hace un par de semanas, una cuestión aparentemente tangencial y cerrada en el debate urbanístico local desató una dura polémica que está lejos de cerrarse: el Port abría la caja de los truenos al expresar su deseo de instalar un tercer rail en las vías de costa, con el fin de lograr una imprescindible salida de ancho europeo para sus mercancías. La frontal oposición de Alejandro Fernández y numerosos ciudadanos a esta posibilidad consiguió lo que parecía inimaginable: la creación de un embrión de grupo de presión para intentar dar cauce a las lógicas aspiraciones de nuestra industria, sin que ésta pasase como un tanque por encima de un viejo objetivo de la ciudad: la Façana Marítima.

Afrontar una cuestión de este calado exigía el acuerdo de las fuerzas políticas, sociales y empresariales de nuestra capital: se podía optar por la solución planteada por el puerto, que comprometía seriamente la apertura de nuestra ciudad al mar, o bien acelerar la rehabilitación de la línea Reus-Roda, de acuerdo con el proyecto bendecido por Bruselas, probablemente a través de un consorcio privado similar al planteado para el tercer fil. El debate fue encarnizado, tanto a nivel político como social, llegando a tornarse agrio en ocasiones. Hay quien atribuyó la dureza del choque entre Josep Andreu y Alejandro Fernández a la posibilidad de que ambos se enfrenten en 2015 para arrebatar la alcaldía a los socialistas. Afortunadamente, todas las partes implicadas parecieron compartir finalmente un punto en común: el Corredor del Mediterráneo es el único proyecto que compatibiliza definitivamente las diferentes demandas de nuestra ciudad.

El líder del PP local tomó el guante que le lanzó el Presidente de la Autoridad Portuaria para ir juntos a Madrid, con el objetivo de arrancar un calendario urgente y creíble que permitiera tener lista la salida férrea interior en un tiempo razonable. Pese a que algunos exigieron que la línea Reus-Roda estuviese en marcha en un plazo máximo de cinco años para detener el proyecto de costa (una fecha quimérica para todo aquel que conozca la plomiza mecánica administrativa consustancial a las grandes obras públicas) la esperanza de lograr un frente común parecía fraguar. En este punto, prefiero pasar por alto la actitud naif de algunos dirigentes municipales, incapaces de tomar partido en una cuestión crucial como ésta, que ocultaban su ambigüedad bajo el paraguas de un estéril intento por convencernos a todos del carácter presuntamente provisional del tercer fil. Lo indignante del caso es que algunos de los que han reclamado vehementemente la inmediatez de esta obra faraónica son los mismos que tardan décadas en construir un simple polideportivo. En fin…

En las gestiones que se realicen en Madrid habrá que contar con el esfuerzo de todos: Josep Andreu (que representa al principal impulsor y beneficiario de la obra), Alejandro Fernández (defensor fundamental de la alternativa interior e interlocutor políticamente idóneo ante el gobierno), Josep Fèlix Ballesteros (que como alcalde de la ciudad tiene el honor y el deber de representarla), y todo aquel dispuesto a remar en la misma dirección: Victòria Forns, Arga Sentís, representantes de la química, Cambra de Comerç, Generalitat… Puede que en este proceso se despejen algunas interesantes cuestiones. Por ejemplo, quizás sepamos si la aparente predisposición del Port a aceptar el trazado interior es sincera, o si por el contrario nos encontramos ante una mera pose estética que esconde el secreto deseo de priorizar el tercer fil sobre el Corredor del Mediterráneo para demorar así la competencia de los puertos del sur. También podremos evaluar la influencia de Alejandro Fernández en la capital española, fundamental para el buen fin de una larga serie de proyectos que esta ciudad tiene encallados desde hace décadas. Y también servirá para comprobar si nuestros máximos representantes políticos e institucionales son capaces de hacer piña en las cuestiones nucleares de Tarragona, más allá de los intereses partidistas de las distintas formaciones a las que todos ellos deben su privilegiada posición.

Lamentablemente, esta semana hemos conocido el absurdo interés de la ministra Ana Pastor por resucitar el corredor central, un costosísimo proyecto desechado en su día por Bruselas. Puede que nos encontremos ante una mera declaración hueca, fruto de la cobardía política, cuyo único objetivo es no enfadar a nadie sin costo alguno, puesto que en estos momentos no hay dinero para nada. Aun así, estas manifestaciones han caído como un jarro de agua fría en nuestro entorno, ya que a la escasez de presupuesto podría unirse la multiplicación de obras a las que destinarlo. Esta bofetada ha obligado a Alejandro Fernández a asegurar que los barones populares afectados darán la batalla para que se priorice el eje mediterráneo, consciente de que una negativa tajante desde Génova lo dejaría en una situación comprometida. Parece claro que, a día de hoy, la pelota está en el tejado del PP: ellos abanderaron la viabilidad de abrir nuestro puerto a Europa sin malbaratar nuestra costa, y en sus manos está la posibilidad de priorizar esta posibilidad. Nuestro Corredor ha tropezado: esperemos que se levante con la colaboración de todos.

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