Un modelo para Tarragona

Publicado en el Diari de Tarragona el 5 de febrero de 2012



La conferencia pronunciada por Alejandro Fernández el pasado lunes en la Cámara de Comercio de Tarragona ha provocado una encendida reacción entre sus principales rivales municipales. El origen de la polémica se remonta a una conocida y lógica reclamación de los representantes del Port, que llevan años solicitando una conexión ferroviaria de ancho europeo que afiance la competitividad de esta pieza esencial de nuestra economía. En el contexto de una crisis económica y financiera que apenas permite soñar con grandes inversiones a corto plazo, ha surgido la posibilidad real de abrir esta nueva salida construyendo una tercera vía en paralelo a los raíles que recorren actualmente nuestra línea de mar: el llamado tercer fil.

El pasado mes de mayo, todas las fuerzas con representación en el Consistorio acordaron liberar definitivamente la fachada marítima de la barrera ferroviaria que nos separa del Mediterráneo. Sin embargo, la mayor parte de sus firmantes han pasado ahora a defender ardorosamente lo contrario: CiU, PSC, ERC… A todos ellos les parece ahora estupendo que se gasten 180 millones de euros para consolidar el trazado actual con una vía más. ¿Qué motivos o intereses se esconden detrás de este súbito cambio de opinión, que tan felices hace a los accionistas de algunas grandes empresas afincadas en nuestro territorio? ¿Qué broma pesada era ese supuesto interés de todos ellos por abrir la ciudad al mar, emulando a la Barcelona del 92? ¿Es coherente esta obra con ese objetivo?

Es cierto que el proyecto puede ser perfectamente defendido si analizamos el asunto en el corto plazo y desde una perspectiva eminentemente industrial. El horno económico no está para bollos estéticos, y la conexión costera parece una opción más que factible desde el punto de vista financiero. Según los defensores de la nueva vía, nuestro tejido productivo no puede esperar a la ejecución de un proyecto ferroviario general que puede tardar décadas: más vale pájaro en mano que ciento volando.

Sin embargo, el tercer fil puede terminar decidiendo si Tarragona puede aspirar a convertirse en una capital turísticamente atractiva, o si debemos conformarnos con ser una población adosada a un polígono industrial. En mi opinión, los representantes municipales acertaron de lleno el pasado mes de mayo cuando declararon unánimemente la necesidad vital de liberar nuestra fachada marítima, como un paso ineludible para dignificar una urbe que debería comprometerse de forma irreversible en la mejora de su calidad de vida global. No se trata de un asunto exclusivamente estético sino también preventivo (evitar el paso de mercancías peligrosas por la ciudad) y económico: este proyecto quizás solucione un problema urgente de nuestra industria, efectivamente, pero quizás cierre la puerta al gran objetivo urbanístico de Tarragona desde hace más de un siglo, estrechamente vinculado a nuestro desarrollo en otros sectores. En definitiva, pan para hoy y hambre para mañana.

Que no nos tomen por tontos: por mucho que coincidan en sus apreciaciones los grandes popes del empresariado local con otras voces llegadas desde Reus y Barcelona (ciudades conocidamente volcadas en la defensa de los intereses de Tarragona) nadie puede considerar provisional una obra con un uso mínimo previsto hasta 2030. Ese panorama puede resultar temporal para un geólogo, pero no para una ciudadanía que piensa en términos generacionales. Cuando escucho los discursos de los promotores del tercer fil, me vienen a la cabeza los argumentos de aquella banda de adoradores del progreso a cualquier precio, que decidieron derribar parte del circo romano para construir un cine en la Rambla Vella. Enhorabuena, señores: milenios de herencia arqueológica destrozados para lograr una sala de proyecciones que ya ni siquiera existe. ¿Caeremos una vez más en el cortoplacismo mercantilista? Es evidente que el Port necesita una salida ferroviaria ya, pero ya existe una alternativa con la línea Reus-Roda, de acuerdo con la Core Network aprobada en octubre por la Comisión Europea.

La actual encrucijada exige apostar por un modelo para Tarragona, sin someterse a los dictados del partidismo barato. De hecho, en la conferencia del lunes, el paradigma que sirvió como referencia fue la ciudad de San Sebastián (jamás gobernada por los populares) contraponiéndola a El Ferrol (con alcalde del PP). Aun así, el incoherente cambio de postura de PSC y CiU sobre el futuro de la Fachada Marítima amenaza con trasladar esta cuestión a la arena política, como sucedió en su día con la ofensiva por la capitalidad que multiplicó el número de alejandristas locales, muchos de los cuales ni siquiera comparten la ideología de Mariano Rajoy.

En cualquier caso, si el diputado popular aspira a vencer en esta contienda, deberá presentar de inmediato una alternativa política y financieramente creíble a corto plazo, teniendo en cuenta que la credibilidad de las promesas populares cotiza a la baja desde el pasado treinta de diciembre. De lo contrario, la presión industrial será insoportable y nuestra fachada marítima estará perdida. Si finalmente es así, sólo pido la instalación de una placa conmemorativa en el Balcó con los nombres de los defensores del tercer fil, para que dentro de veinte años nuestros hijos puedan “agradecerles” el resultado de su miopía.

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