La hora de ERC


Publicado en el Diari de Tarragona el 15 de febrero de 2021


La bajísima participación en los comicios de ayer probablemente fue fruto de la conjunción de cuatro factores coadyuvantes. Por un lado, las especiales circunstancias en que se desarrollaron estas elecciones provocaron problemas organizativos, que se intuyeron desde primera hora: desconcierto en la constitución de algunos colegios, ausencia de mamparas protectoras, miembros de las mesas que alegaban encontrarse mal, problemas para calentar grandes espacios que debían permanecer abiertos para reducir las posibilidades de contagio… En efecto, en esta ocasión, los hiperventilados no eran sólo algunos votantes. Como resultado de los protocolos especialmente desarrollados para esta convocatoria, se formaron las mayores colas que se recuerdan en nuestra modesta historia electoral. Como testimonio personal, quienes votamos en el pabellón del colegio Sagrat Cor de Tarragona, nos topamos con una cadena humana que giraba en la calle Santa Joaquima hasta llegar casi a Ritort i Faus.

Por si fuera poco, semejantes esperas tuvieron que ser soportadas bajo unas condiciones climatológicas inusuales en estas latitudes: frío, lluvia, viento... En efecto, la ‘bestia del Este’ no quiso faltar a nuestra particular fiesta de la democracia. Este drástico empeoramiento del tiempo ya había sido anunciado por los meteorólogos desde principios de año. De hecho, lo leí en un artículo que cayó en mis manos nada menos que el pasado 9 de enero. Según los expertos de la revista JGR Atmospheres, los informes de los últimos sesenta años demostraban que los súbitos aumentos de temperatura en el vórtice polar solían desencadenar temperaturas gélidas en Europa cuarenta días después. Según la Universidad de Bristol, la temperatura estratosférica subió de -70 a -20 grados centígrados el pasado 5 de enero. Cuarenta días después, 14F. Clavado.

Como tercer factor, los estudios demoscópicos de los últimos meses evidenciaban un agotamiento electoral en Catalunya que tampoco ayudaba a compensar el difícil contexto ambiental. Sin duda, los comicios de ayer eran cruciales para superar la parálisis institucional en que vivimos inmersos desde hace ya demasiados años. Sin embargo, la constante repetición de elecciones y la sensación de que nada cambia en un sentido ni el contrario probablemente desanimó a muchísimos ciudadanos a la hora de sobreponerse a las circunstancias y acudir a las urnas. Efectivamente, no hay nada que desmotive más a un votante que el hecho de sentir que su esfuerzo es inútil, sumergido en un sentimiento de fatalismo inexorable.

Y, para colmo, lo más obvio: la mayor pandemia del último siglo. El miedo es libre, y por muchas medidas extraordinarias que se implementasen, era previsible que muchas personas renunciarían a ejercer su derecho al voto en esta ocasión, especialmente entre los colectivos más vulnerables desde la perspectiva de la salud. Y eso por no hablar de los ciudadanos que recientemente dieron positivo por coronavirus, y concluyeron responsablemente que su deber cívico prioritario era precisamente permanecer recluidos en sus hogares. Como resultado de estas cuatro circunstancias, es incluso milagroso que la mitad de los catalanes acudieran ayer a sus respectivos colegios electorales.

Desde el punto de vista de los resultados, se han confirmado dos previsiones ya apuntadas durante la campaña: una concentración de voto no independentista en el PSC (entendido como el voto útil del constitucionalismo) y un buen resultado de los partidos con un electorado más movilizado (pensemos en la CUP o en Vox, cuarta y quinta fuerzas del nuevo Parlament respectivamente) como efecto lógico de un entorno abstencionista. En cualquier caso, aunque el recuento final podría sugerir que hay pocas alteraciones sustanciales en la composición de la cámara catalana, conviene destacar dos puntos que podrían cambiar hipotéticamente el panorama político de cara a la próxima legislatura.

En primer lugar, debe destacarse el trasvase de voto que se ha producido desde Ciudadanos (partido más votado en la anterior convocatoria) hacia el PSC de Salvador Illa (que se convierte en la primera fuerza destacada del constitucionalismo). Esta novedad abre la posibilidad, aunque sea remota, de un acuerdo entre formaciones independentistas y no independentistas para la conformación del nuevo Govern. Este horizonte podría significar una luz al final de un túnel de bloques irreconciliables que ha marcado últimamente la política catalana, y que ha favorecido una década de esterilidad política con evidentes efectos en el clima social y económico que tardaremos en revertir.

Por otro lado, el triunfo de ERC sobre Junts per Catalunya acaba con una vieja maldición que parecía impedir a los republicanos convertirse en líderes del bloque independentista, incluso aquellas veces en que todas las encuestas jugaban a su favor. Esta segunda novedad afecta de forma directa al sudoku necesario para la conformación del incipiente ejecutivo.

En efecto, con los resultados sobre la mesa, se confirma que ERC tendrá la llave del nuevo Govern, como advirtieron todas las encuestas. Si los republicanos se decantan por repetir una fórmula nítidamente independentista, el hecho de haber quedado por delante de JxCat les dará ventaja para liderar la Generalitat. Y si apuestan por un gobierno de izquierda transversal, fácilmente podrán exigir la presidencia, teniendo en cuenta que disponen de alternativa. No sería la primera vez que los socialistas ceden una presidencia autonómica, pese a haber ganado las elecciones, como ocurrió en Euskadi en noviembre de 1986.

En definitiva, todo apunta a que Pere Aragonès será el próximo presidente de la Generalitat, aunque quizás debamos esperar unas semanas para conocer la identidad de sus socios parlamentarios. Se cierran las urnas y se abren los despachos.

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