The wire

Publicado en el Diari de Tarragona el 26 de junio de 2016


El diario Público ha dado a conocer esta semana una inquietante conversación entre el ministro del Interior y el director de la Oficina Antifraude de Catalunya que fue grabada furtivamente hace ya algún tiempo. De su contenido se deduce una ofensiva explícita del gobierno español para perseguir los casos de corrupción que afectaban exclusivamente a los partidos independentistas, un empeño aderezado con un especial sentido de la rigurosidad (si queremos suavizar el asunto) o con una creatividad proactiva capaz de suplir la escasez de pruebas (recordemos los expedientes apócrifos contra Xavier Trias). Todos los partidos -salvo el PP, obviamente- han exigido la inmediata dimisión del ministro, una demanda que ni siquiera será tomada en consideración al encontrarnos en plena semana electoral. En cualquier caso, esta filtración deja abiertas numerosas preguntas que deberían ser analizadas por separado.

Lo relevante: qué. El gobierno popular y sus satélites mediáticos, tanto públicos como privados, han iniciado una desesperada campaña para situar a Fernández Díaz como víctima de una oscura conspiración, una vieja tradición de la derecha española que se extiende desde los contubernios judeomasónicos del franquismo hasta las presuntas intrigas policiales alimentadas por el aznarismo tras el 11M. En esta ocasión se trata de crear una gruesa cortina de humo que desvíe la atención mediática de lo verdaderamente trascendente: el contenido de la escucha. La conversación difundida esta semana pone en evidencia que el gobierno de Mariano Rajoy utilizó las instituciones públicas para perseguir a sus rivales políticos de forma específica y dolosa, una práctica con tintes mafiosos que habría provocado una cascada de dimisiones en cualquier país medianamente civilizado.

Lo grave: quién. No estamos hablando de una charla informal entre dos sargentos chusqueros de una comisaría de Vallecas, sino de una entrevista en la sede de Interior entre dos autoridades de altísimo nivel que tienen sobre sus espaldas la responsabilidad de defender el estado de derecho. El propio ministro reconocía en la grabación que el presidente Rajoy estaba al tanto de estas maquinaciones, una revelación que habría supuesto un auténtico terremoto institucional en cualquier país de nuestro entorno. Todos los implicados en esta trama deberían saber -lo saben, sin duda- que la justicia deja de serlo cuando la severidad con que se aplica depende de la ideología del investigado. Por si fuera poco, de la conversación se deduce también un compadreo bananero entre políticos, policías, fiscales y periodistas que confirma el abismo que nos separa de las grandes democracias occidentales.

Lo increíble: dónde. Según apuntan todas las informaciones, la entrevista difundida por el diario Público se produjo en el propio despacho de Fernández Díaz. Al margen de quién fuera el responsable de la grabación, parece evidente que ninguno de los dos interlocutores tenía el menor interés por difundir sus comprometedoras palabras, de modo que la filtración tuvo que ser realizada necesariamente por un tercero. Algo realmente grave está sucediendo en el Ministerio del Interior cuando ni siquiera el sancta santorum de la institución es un lugar seguro para mantener una conversación secreta. ¿Acaso las reuniones sobre antiyihadismo están siendo también registradas o custodiadas por desconocidos incontrolados? Es difícil imaginar mayor ineptitud en la cabeza visible del aparato que tiene encomendada la seguridad del estado.

Lo inquietante: cómo. Quienes conocen a Daniel de Alfonso, responsable antifraude a propuesta del expresident Artur Mas, comentan su afición por grabar clandestinamente sus entrevistas más sensibles. Sin embargo, aún no sabemos si fue él quien registró la conversación o si nos encontramos ante un daño colateral derivado de las luchas intestinas que se viven en el seno del Cuerpo Nacional de Policía. En cualquier caso, me gustaría recomendar a Jorge Fernández Díaz (aficionado a encontrar aparcamiento con su ángel Marcelo cuando va a condecorar a alguna Virgen) que repasase el evangelio de San Marcos: “si un reino lucha contra sí mismo no subsistirá.” Parece que Mariano Rajoy ha vuelto a demostrar su habilidad como cazatalentos encomendando nuestra seguridad y la de nuestros hijos a un individuo incapaz de protegerse de sus propios colaboradores y subordinados.

Lo sospechoso: cuándo. A nadie se le escapa que esta grabación ha sido filtrada a cinco días de las elecciones generales para torpedear la imagen de Fernández Díaz y su partido en un momento políticamente crítico. Al margen de que lo verdaderamente relevante de este episodio sea el contenido mismo de las grabaciones, ello no es óbice para investigar hasta sus últimas consecuencias a Daniel de Alfonso, a su entorno y a las siniestras fuerzas policiales que al parecer conspiran para alterar turbiamente los resultados de unas elecciones legítimas. 

Lo deprimente: para qué. Probablemente, para nada. Si alguien pensaba que airear nuevas vergüenzas del PP provocaría una deserción en masa entre sus seguidores, me temo que se llevará una tremenda decepción. La penosa gestión política e informativa de Aznar tras la masacre del 11M logró desbaratar los pronósticos electorales porque una gran bolsa de voto moderado sintió náuseas al contemplar a Ángel Acebes mintiendo descaradamente sobre más de doscientos ataúdes. El caso que nos ocupa es radicalmente incomparable, pues los simpatizantes que todavía le quedan al PP no tienen nada de moderados, y en consecuencia no cambiarán de papeleta por saber que Rajoy ha utilizado torticeramente las instituciones contra el independentismo. En este sentido, sospecho que la constatación de que vivimos bajo un gobierno amoral e incompetente apenas acarreará consecuencias electorales. Alguno podrá disentir razonablemente de esta conclusión, al considerar inconcebible que los ciudadanos de un país civilizado puedan tolerar mansamente abusos como éste. Y tendría razón, siempre y cuando fuésemos una sociedad que tiene interiorizados unos sólidos valores democráticos. El problema es que no lo somos. Y así nos va.

Comentarios

  1. Lo delictivo: (que no creo que se le escape a letrado Arzamendi) el cohecho, la prevaricación, el tráfico de influencias, la calumnia, las injurias y el uso bastardo de las instituciones del estado para fines partidistas

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