Los cuatro velos de Podemos

Publicado en el Diari de tarragona el 10 de abril de 2016


La actualidad española vive sacudida por las consecuencias directas del nuevo cuatripartidismo, un contexto inédito que invita a recordar el sustrato social que lo alumbró. Hace un par de años los hogares españoles capeaban una fase agónica de la crisis y la economía real hacía aguas por todos lados. Comenzaba a generalizarse la convicción de que las clases privilegiadas se habían hecho con las lanchas salvavidas, mientras los pasajeros de tercera se hundían sin remedio en el océano de la desesperanza. Las grandes fortunas españolas se hacían cada vez más ricas, la clase media estaba siendo devastada, y gran parte de los estratos menos pudientes comenzaban a caer en la más absoluta exclusión social. Como novedad, amplios sectores electorales incluyeron a los partidos de izquierda tradicionales entre los colectivos rescatados, un fenómeno que ofrecía en bandeja un amplísimo caladero de votos indignados a quien los quisiera pescar. Y entonces nació Podemos.

El partido morado denunció acertadamente los grandes errores en la gestión de la crisis que habían disparado exponencialmente nuestros niveles de desigualdad, proponiendo un recetario simple pero comprensible que concitó un enorme respaldo. Por citar sólo alguno de los ejes del proyecto podemita, deberíamos comenzar resaltando la denuncia de “la casta”, una especie genérica caracterizada por acumular todos los vicios de nuestra peor oligarquía (egoísta, incompetente, cortoplacista, irresponsable, aprovechada, insaciable, abusona, insolidaria…) y que fue utilizada como diana conceptual sobre la que focalizar todos nuestros males colectivos. En segundo lugar, con el fin de paliar los estragos provocados por esta cúpula multisectorial dirigente, el partido fundado por Iglesias propugnó la priorización política de los retos sociales para rescatar de la miseria a los millones de familias asoladas por la crisis. Como tercer eje, Podemos propuso también un cambio de paradigma organizativo que cambiara el sentido en el flujo de toma de decisiones. Así, frente al habitual modelo jerárquico donde la cúpula ordena y las bases obedecen, la formación morada preconizó un esquema asambleario similar al del 15M, donde las resoluciones fueran acordadas entre todos. Por último, superando la conocida aversión de nuestra izquierda tradicional hacia determinadas exaltaciones nacionales, el nuevo partido retomó el concepto de patriotismo para defender la autonomía española frente a las injerencias extranjeras (fundamentalmente alemanas y norteamericanas).

Este cuerpo ideológico sonaba muy bien en los oídos de millones de ciudadanos, recelosos ante la deriva tomada por el sistema constitucional implantado en la Transición. Había llegado la hora de promover cambios sustanciales en nuestro modelo político, un horizonte que jamás sería llevado a la práctica por los dos grandes partidos. Sólo así se entiende que una formación recién creada, carente de un cuadro dirigente con una trayectoria medianamente contrastada, fuera casi capaz de igualar en votos al centenario PSOE en las últimas generales. Sin embargo, el salto a la arena del nuevo partido ha terminado convertido en una danza de los siete velos, entendiendo este baile en el sentido popularizado por Oscar Wilde. Siempre es posible distraer temporalmente al público con el movimiento de los pañuelos, pero antes o después terminará viéndose lo que hay detrás. De hecho, la praxis política de Pablo Iglesias ha desguazado su mensaje fundacional en apenas unos meses, hasta convertir el discurso de Podemos en una broma de mal gusto, sólo apta para incondicionales.

El involuntario destape podemita se inició con los sospechosos contratos universitarios que firmaron algunos de sus principales dirigentes. El caso más sonado fue el de Íñigo Errejón, suspendido de empleo y sueldo por la Universidad de Málaga, donde cobraba un salario manifiestamente inmerecido teniendo en cuenta su nula dedicación. Puede que estas turbias relaciones sean la causa de que Podemos haya denunciado todas las castas conocidas de nuestra sociedad menos una de las más significativas: la universitaria.

Pasando al segundo eje programático, todos recordamos la célebre rueda de prensa en la que Pablo Iglesias propuso un acuerdo de gobierno a los socialistas en sede parlamentaria. Contra todo pronóstico, el líder del partido morado reclamó el control de los servicios de espionaje, la televisión pública, las fuerzas de seguridad… Fue nombrando, uno por uno, todos los objetivos estratégicos que estarían en la lista de cualquier golpista. Nada de educación, ni de servicios sociales, ni de sanidad… Son muchos los españoles que desde aquel día albergan serias dudas sobre las presuntas prioridades sociales del líder de Podemos.

En tercer lugar, ha llamado la atención la fulminante destitución de su secretario de organización, evidenciando la primera crisis interna del joven partido. Como dijo Alonso Guerra, el que se mueve no sale en la foto. Ni debate, ni asambleas, ni canciones, ni besitos. El errejonista Sergio Pascual ha sido desterrado políticamente por Pablo Iglesias con una contundencia inusitada, dejando claro que lo le temblará la mano a la hora de purgar a la disidencia interna. Menos mal que de momento no hay gulags en la sierra de Burgos…

Por último, las recientes revelaciones sobre la financiación del germen de Podemos ponen también en cuestión sus presuntos deseos de independencia patriótica. Los más de mil millones de las antiguas pesetas recibidos de Venezuela ni siquiera se adornaron con teóricos trabajos de asesoramiento, sino que explícitamente se entregaron para agitar el bolivarianismo en España. ¿Autonomía nacional? Según de quién.

En resumen, los velos han caído y el líder de Podemos ha quedado con sus vergüenzas al aire. La realidad diaria desmiente machaconamente la sinceridad de su idílica propuesta, lo que lleva a pensar que aquel discurso que encandiló a las masas no era más que publicidad engañosa. ¿En qué se diferencian el actual Pablo Iglesias y un viejo dirigente comunista? Sospecho que sólo en la coleta.

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