Cambiar las cosas

Publicado en el Diari de Tarragona el 11 de agosto de 2013

Acaban de concluir las obras correspondientes al primer tramo de la A-27, una de las principales demandas de la ciudadanía y la industria tarraconenses en materia de infraestructuras y uno de los puntos centrales que esgrimió el PP local en la campaña previa a las últimas elecciones generales. Según el proyecto constructivo, la ansiada autovía está llamada a unir nuestra ciudad con la villa de Montblanc en un futuro que se antoja imperfecto. Aunque tengo el deber de aclarar que el proyecto debería continuar teóricamente hasta Lleida, debo reconocerles que mi capacidad para fantasear se agotó cuando escribí mi primera novela: antes llegará el hombre a Marte que la A-27 a la capital del Segriá. Eso sí, tras más de dos décadas de exasperante espera, por fin podemos dirigirnos hacia el centro peninsular a través de una vía digna de una capital provincial. Sin embargo, es inevitable recordar en esta tímida celebración que ni siquiera hemos llegado a la mitad de la obra, muy lejos de lo que debería ser ya una realidad hace demasiados años: una conexión de gran capacidad con la autopista A-2 que permita un tránsito cómodo y seguro para los habitantes de la ciudad, los turistas que nos visitan y las mercancías que se dirigen al Port.

La apertura de este primer sector quedará en suspenso hasta que la ministra de Fomento se digne tomar un AVE hasta Perafort (ese otro equipamiento que se nos quedó a medio camino) para poder así cortar la cinta de marras, una arraigada costumbre entre nuestros políticos que hoy en día carece por completo de sentido. Eso sí, habrá que reconocerle a la señora Pastor su acertada decisión de desbloquear la obra, tras la paralización indefinida de los trabajos que decretó el gobierno Zapatero. Lamentablemente, el tramo inaugurable apenas constituye una pequeña parte de la envergadura mínima que esta vía debería alcanzar para tener algún sentido. Tengo todos mis respetos por El Morell, pero parece claro que una autovía que sólo llega a esta población tiene la misma utilidad que la explicación sobre cómo hinchar las barcas de emergencia en los vuelos intrapeninsulares. ¿Qué pasará cuando la ministra abandone nuestras comarcas con un pequeño trozo de tela entre sus manos? Nadie lo sabe.

Me gustaría escuchar a la señora Pastor anunciando un compromiso firme de continuar inmediatamente las obras hacia Valls, evitando así que lo ya realizado más allá de La Pobla siga pudriéndose bajo el polvo como un viejo palacio de Sadam. Me gustaría ver a Alejandro Fernández presionando al ministerio para cumplir su promesa electoral de retomar los trabajos hasta llegar a Montblanc, a poder ser con mayor capacidad de influencia que la demostrada en la defensa de su modelo ferroviario ante Madrid. Me gustaría constatar cómo el alcalde Ballesteros hace de esta cuestión un tema esencial en el desarrollo de Tarragona, pese a que fue su partido el que paralizó sine die la construcción de esta vía en la anterior legislatura. Me gustaría comprobar cómo Victòria Forns es capaz de utilizar su recientemente descubierta vehemencia para defender los intereses transversales de la ciudad, aunque Tarragona sea la provincia peor tratada en materia de infraestructuras por su formación desde el Govern.

Ha tenido que ser la iniciativa privada la que ofrezca una alternativa viable para reducir los plazos geológicos que esta autovía terminará soportando si el asunto sigue en manos de los políticos. Primero fue Abertis la empresa que se ofreció para concluir la obra a cambio de un peaje o una ampliación en la concesión de la AP-2. Posteriormente la Cepta propuso una alternativa basada en el sistema del peaje en la sombra, articulada a través de una empresa privada que concluiría la A-27 a cambio de una cantidad variable que recibiría anualmente desde las instituciones según el uso efectivo de la infraestructura, una opción mucho más sensata que debería tenerse en cuenta.

Con sainetes como éste no es extraño que los ciudadanos se sientan huérfanos de referentes políticos capaces de resolver con eficacia los grandes problemas de la ciudad. A todos nuestros representantes se les llena la boca proclamando la defensa de Tarragona, unos con mayor ímpetu y otros con menos, pero el hecho es que nuestros principales retos permanecen en la UVI o camino del tanatorio, infectados por el virus del partidismo cainita, la incompetencia profesional, el delirio de grandeza y el populismo barato: Mercat Central, Juegos del Mediterráneo, Tabacalera, parking Jaume I, Banco de España, Savinosa, fachada marítima… En este contexto caben tres reacciones posibles por parte de la ciudadanía: declararse antisistema (una opción estéril), volverse un escéptico antropológico (la respuesta habitual) o intentar cambiar las cosas desde dentro.



Han sido varios los intentos de crear un partido municipalista en Tarragona, casi siempre liderados por personajes pintorescos o políticos con problemas. Una aventura de este tipo sólo podrá salir adelante con el aval de ciudadanos sin vasallajes externos, de profesionalidad contrastada y ejemplaridad reconocida, no bajo la batuta de individuos que sólo desean vivir (o seguir viviendo) del dinero público. En este sentido, comienza a rumorearse que un conocido abogado tarraconense, de prestigio incontestable y honestidad fuera de toda duda, puede aceptar el reto de liderar un nuevo proyecto político en nuestra ciudad. Quizás nos encontremos ante una posibilidad histórica para ver hecha realidad una alternativa de éxito nacida en Tarragona y para Tarragona. Estaremos atentos.

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