En misa y repicando


Publicado en el Diari de Tarragona el 16 de septiembre de 2012


Según algunos analistas, la abrumadora manifestación que recorrió las calles de Barcelona el pasado 11 de septiembre significará un antes y un después en la historia de Catalunya. Aunque tengo mis reservas sobre esta tesis (recordemos las mismas soflamas mesiánicas en 2010 tras la estéril marcha en contra de la sentencia del Estatut) parece claro que la demostración de fuerza del independentismo marca un hito en los anales políticos del país. Han sido numerosas las fuerzas políticas catalanas que han pretendido arrogarse la representatividad de esa marea humana que invadió el centro de la Ciudad Condal: unos defienden que se exigía la declaración unilateral e inmediata de independencia, otros la convocatoria urgente de un referéndum, otros la creación de una hacienda propia, otros la paralización de los recortes sociales que desangran el país, otros la reactivación de las competencias estatutarias afeitadas por el TC… En raras ocasiones los partidos superan la tentación de meter las narices en movilizaciones populares para hacer suya la protesta civil, retorciendo las motivaciones originarias hasta hacerlas coincidir con los propios postulados.

Dejémonos de tonterías: la marcha de la Diada fue convocada por una organización independentista, con un manifiesto independentista, y con un lema independentista. ¿Qué pintaban allí políticos contrarios a este proyecto, como Duran i Lleida o Pere Navarro? En mi opinión, nada. ¿Qué derecho tenían ellos a alterar unilateralmente el carácter nítidamente soberanista de la concentración? En mi opinión, ninguno. Cualquier organización, en este caso la Assemblea Nacional Catalana, tiene perfecta legitimidad para convocar la manifestación que le venga en gana, sin que ningún político con pánico a la oscuridad tenga derecho a alterar el objetivo de la misma por miedo a quedar como un bicho raro. Y si a estos señores no les gustaba la convocatoria, que hubiesen organizado otra para los suyos. Si queremos que todas las ideas puedan ser defendidas, ya va siendo hora de expresarlas sin temor a quedarnos solos. Yo también soy uno de esos ciudadanos –ilusos quizá- que aún cree en la posibilidad de alcanzar un modelo (federal o confederal) para lograr una relación justa y sin asperezas con el resto de España. Y por eso no acudí a la manifestación.

En cualquier caso, me llama la atención la euforia desatada en las filas convergentes, pues da la sensación de que gran parte de los congregados en el paseo de Gracia interpelaban con su presencia al propio partido liderado por Artur Mas, cuestionando su actitud durante los últimos años. Y con él, de paso, también al sector del PSC que no termina de definir sus objetivos de país. Como decía el expresident Pujol, ya está bien de hacer la puta y la Ramoneta (supongo que se refería a sí mismo durante la era geológica en que atesoró casi todo el poder en Catalunya). Efectivamente, ya está bien de que CiU se dedique a enfervorizar los ánimos de la ciudadanía con manifiestos maximalistas para acabar respaldando incondicionalmente al gobierno español de turno, ya está bien de corear al unísono la independencia en el congreso de Reus para que Oriol Pujol aparezca al día siguiente diciendo que CiU no es secesionista, ya está bien de exigir la soberanía plena de Catalunya para reclamar después un mejor encaje en España… Y ya está bien de que el PSC se dedique a jugar al desmarque con el PSOE para acabar votando siempre con él en las Cortes, ya está bien de declararse un partido federalista para luego asistir a manifestaciones independentistas, ya está bien de sacar pecho en Barcelona y bajar la orejas en Madrid…

Me parece perfecto que Esquerra Republicana defienda con uñas y dientes la independencia de Catalunya. Me parece perfecto que el PP haga lo propio en sentido contrario. Lo que ya no tiene pase es que los dos partidos mayoritarios de este país sigan jugando con las expectativas de la ciudadanía, con sus miedos, con sus sueños, con sus inseguridades, con sus anhelos, con sus pasiones… Todos sabemos que la doble baraja con la que siempre juegan convergentes y socialistas tiene un único objetivo: abarcar el máximo espectro electoral posible, forzando su discurso hasta límites grotescos que provocarían la carcajada si no se tratara de cuestiones tan graves. A día de hoy, parece que el partido nacionalista pretende acentuar su radicalismo de cara a unos posibles comicios adelantados, aprovechando como siempre el viento de popa. ¿Será capaz Artur Mas de comportarse honestamente con su electorado, comprometiéndose claramente en su camino a la independencia? ¿Se atreverá Unio a desmarcarse de un proyecto que, según ellos mismos dicen, resulta incompatible con su ideario político? ¿Plantearán los gerifaltes convergentes una hoja de ruta secesionista, concreta y contrastable, en el programa con el que concurrirán a las urnas? ¿Pondrán en peligro gran parte de su respaldo electoral –y los cargos públicos correspondientes- para ser coherentes con sus presuntamente nuevos objetivos políticos? ¿Serán capaces de concretar su propuesta más allá de la exigencia de “estructuras de estado”, un modelo en el que encaja desde Navarra hasta Corea del Norte? ¿Se refieren a que van a exigir un estado propio o no? ¿Y ese estado será federal, confederal o independiente? Hagan el favor de definirse, señores, apechugando con las consecuencias electorales que se deriven de su posición. Y hasta entonces, por favor, dejen de calentarnos la cabeza y no nos hagan perder más el tiempo.

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