Sospechosos


Publicado en el Diari de Tarragona el 5 de diciembre de 2021


Un viejo amigo de la Conca de Barberà, gran erudito sobre historia local, me explicó hace unos años de dónde procedía la expresión catalana “fer dissabte”, que hace referencia a la limpieza intensiva que se realiza semanalmente en el hogar. Debemos remontarnos hasta el 31 de marzo de 1492, cuando los Reyes Católicos promulgaron en la Alhambra el Edicto de Granada, bajo las directrices de Tomás de Torquemada. Dicho documento daba un plazo de cuatro meses a los judíos residentes en las coronas de Castilla y Aragón para abandonar dichos territorios (“acordamos de mandar salir todos los judíos y judías de nuestros reinos y que jamás tornen ni vuelvan a ellos”), pudiendo canjear sus bienes por letras de cambio o mercaderías que no fueran armas o caballos. En realidad, el edicto planteaba una terrible encrucijada para los miembros de esta comunidad: o bien emigraban a lo desconocido, o bien renunciaban a la fe hebraica. Gran parte de ellos hicieron las maletas, pero otros muchos optaron por abrazar el cristianismo, algunos de forma real, y otros manteniendo su credo y sus ritos de forma clandestina. Estos ‘falsos conversos’ fueron objeto de una persecución implacable por parte de la Inquisición durante los años posteriores.

Una de las costumbres judías más conocidas es la celebración del ‘sabbat’, que se extiende desde el atardecer del viernes hasta la aparición de tres estrellas en la noche del sábado. Durante el séptimo día hebreo, no se puede realizar ningún tipo de actividad física, tal y como prescribe el Talmud: ni labrar, ni recolectar, ni hornear, ni coser… ni limpiar. Precisamente, para demostrar a sus vecinos y gobernantes que el abandono de su fe era auténtico, este colectivo adoptó la rutina de realizar las tareas del hogar concretamente los sábados, de la manera más explícita, pública y sobreactuada posible: ventilar las viviendas, fregar los patios, sacudir las alfombras en los balcones, etc. Y fue así como los judíos conversos, por la cuenta que les traía, comenzaron a “fer dissabte”.

A lo largo de la historia, una de las pulsiones comunes en la mayor parte de regímenes totalitarios ha consistido en considerar peligrosamente sospechosas determinadas acciones o actitudes que hasta entonces no tenían ningún trasfondo especialmente significativo. En el caso descrito, permanecer descansando en tu casa durante el sábado podía llevarte directamente a la hoguera, si tenías unos vecinos aficionados a la delación y topabas con un inquisidor especialmente suspicaz. Situaciones parecidas se produjeron también en la China de la Revolución Cultural, la Alemania nazi o la Rusia estalinista: una actividad tradicionalmente intrascendente podía convertirte automáticamente en sospechoso de vulnerar los principios fundamentales del régimen.

Afortunadamente, vivimos en un sistema que garantiza la libertad de pensamiento, de culto, de prensa, de reunión… Sin embargo, poco a poco, la ciudadanía occidental se ha dejado empapar por la lluvia fina de una dictadura más sutil pero igualmente implacable: la tiranía mental del credo millennial y del progresismo mal entendido. Hoy en día, dependiendo del entorno, puedes encontrarte con una desagradable sorpresa si ingenuamente decides explicitar públicamente tu opinión contra el nuevo dogma, reprender verbalmente a un hijo, declararte militantemente carnívoro, regalar una muñeca a una niña, acatar las directrices de la RAE sobre el género, dar un abrazo a un menor que no sea familiar tuyo, decir que vas a misa los domingos, ceder el paso a una mujer al entrar en un establecimiento... Vade retro. Y el número de nuevos tabúes crece sin cesar.

Esta misma semana, el Corriere della Sera ha difundido un documento impulsado por la comisaria de Igualdad de la UE, Helena Dalli, que insta a no felicitar la Navidad durante las próximas semanas, sustituyendo esta expresión por la más neutra “Felices Fiestas”. Por lo visto, los tradicionales mensajes de buena voluntad te convierten en sospechoso de defender una confesionalidad supremacista, incompatible con los principios de las democracias avanzadas. Se comienza negando las raíces cristianas de la civilización europea, y se termina construyendo una neolengua para “ser sensibles al hecho de que las personas tienen tradiciones religiosas diferentes”. Si me permiten la experiencia personal, he tenido amigos y familiares musulmanes y judíos que me han felicitado por Eid al-Fitr o Hanukkah, y jamás me he sentido ofendido. Es más, me ha hecho mucha ilusión. Se ve que soy un tipo raro. Afortunadamente, parece que en Bruselas aún queda alguien con sentido común, y el documento de Dalli ha sido retirado.

El último episodio de esta antología del disparate lo ha protagonizado el Departament d'Educació de la Generalitat con su nueva guía de arquitectura inclusiva con perspectiva de género, que propugna relegar la zona dedicada al fútbol en las escuelas. Ha sido TV3 la que ha destapado este documento, donde se asume que los estudiantes varones usan más estas instalaciones que sus compañeras, lo que exige una intervención pública para que los patios sean “menos machistas”. ¿No habíamos quedado en que no había deportes de niños y de niñas? Llama la atención la estigmatización de esta especialidad justo cuando el fútbol femenino está logrando afortunadamente un protagonismo jamás visto, y cuando la blaugrana Alexia Putellas acaba de recibir el Balón de Oro a la mejor jugadora del mundo. Ya lo decía Albert Einstein: “hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana”.

Cuando José Barrionuevo se convirtió en ministro de Interior, planteó poner el foco policial sobre quienes tuviesen un aspecto que los hiciese sospechosos de simpatizar con la izquierda abertzale, una apariencia exterior que incluso se atrevió a sugerir. Los estrategas de HB, verdaderos genios de la propaganda sarcástica, convocaron inmediatamente “concentraciones de sospechosos” en todas las capitales vascas, con miles de asistentes ataviados con la vestimenta descrita por el lamentable ministro. Quizás va siendo hora de que algunos hagamos lo mismo.

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