Ataques de sinceridad

Publicado en el Diari de Tarragona el 5 de marzo de 2017


Es frecuente que, al poner en marcha un gran reto lleno de complejidades, sea necesario asumir desde un principio que el barco difícilmente llegará a buen puerto si los implicados en la empresa no son capaces de guardar cierta discreción sobre determinados extremos. No estoy diciendo que haya que mentir, en modo alguno, pero sí conviene estar preparado para “gestionar la verdad” (como decía un viejo conocido mío que se las sabía todas).

El proceso soberanista que vivimos en Catalunya lleva varios años caminando en la cuerda floja de la astucia estratégica, la postverdad publicitaria y el malabarismo jurídico. Sin embargo, este acorazado de madera ha sufrido últimamente varias vías de agua en su política informativa que pueden acabar pudriendo los cinco pilares del armazón argumentativo que lo mantiene a flote: su tramitación impecable, su viabilidad legal, su motivación desinteresada, su absoluta transparencia y su radicalidad democrática.

El primer incidente lo vivimos hace ya unas semanas, cuando diversos medios de comunicación recogieron en sus portadas las graves afirmaciones desgranadas por el exjuez Santiago Vidal en sus últimas conferencias. Según el autor del proyecto de constitución catalana, el Govern estaba recopilando de forma ilegal los datos fiscales de los ciudadanos, había falseado las cuentas públicas para camuflar partidas multimillonarias, elaboraba listas de jueces afectos y contrarios al proceso independentista, organizaba clandestinamente sus propios servicios de espionaje con la ayuda de un estado no europeo (presuntamente Israel), etc. Tras unas primeras horas de desconcierto general, el portavoz republicano Sergi Sabrià desautorizaba las declaraciones (“nuestro trabajo es siempre escrupulosamente legal”) pero la duda quedaba flotando en el ambiente. El propio Junqueras reconocía días después que el Govern y el proceso habían sufrido un duro golpe.

Aunque no lo hemos conocido hasta esta semana, más o menos por esas mismas fechas Francesc Homs se reunía en Madrid con un grupo de ejecutivos de Google, Nissan, Endesa y Visa. Aunque el propio Homs confirmó la existencia del encuentro, lo verdaderamente relevante del caso fue su contenido, filtrado precisamente por los interlocutores del diputado. Según estas fuentes, el dirigente del PDeCAT desveló a lo largo de la conversación que las encuestas que maneja su partido prevén una derrota sin paliativos de la opción independentista en caso de convocarse una consulta, y además reconoció tener serias dudas sobre la viabilidad de organizar un referéndum legal que pudiera ser reconocido internacionalmente. El Govern se encontraría atenazado por su promesa explícita de culminar el proceso, tanto ante sus bases y como ante los partidos que lo respaldan, careciendo de una salida airosa para frenar el desastre. Los analistas políticos han sostenido durante estos meses que el punto culminante del proceso soberanista podía visualizarse con la metáfora del choque de trenes, aunque da la sensación de que Francesc Homs lo ve más parecido al final de Thelma y Louise.

En tercer lugar, esta semana ha comenzado el juicio por el caso Palau, un entramado de donaciones que presuntamente ocultaba un sistema de comisiones para financiar ilegalmente a la antigua Convergència. La esperanza del actual PDeCAT era que las responsabilidades legales quedasen circunscritas a los administradores del propio Palau, pero acabamos de conocer que la mano derecha de Fèlix Millet, Jordi Montull, está ultimando un acuerdo con la fiscalía a cambio de tirar de la manta. Supongo que deben de estar frotándose las manos aquellos que siempre han defendido que la conversión independentista de Convergència fue un mero ardid para ocultar sus problemas con la justicia. Habrá que ver cómo evoluciona la causa penal, pues dependiendo de lo que salga a la luz, podemos encontrarnos ante el definitivo desplazamiento de los convergentes como referente del soberanismo en favor de ERC.

Tampoco favorece la fiabilidad del proceso la constatación de que algunos de sus responsables mienten abiertamente sobre los pasos que se van dando, una sospecha que ha quedado evidenciada tras conocerse la reunión secreta entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. Puede que la filtración procediese de la Moncloa (harta de escuchar reproches sobre su negativa a contestar al teléfono) o también del propio Govern (las malas lenguas sugieren que fue precisamente ERC la que dejó al President aireando la zona anatómica donde la espalda pierde su santo nombre, en probables vísperas de unas enésimas elecciones catalanas donde los republicanos pueden dar el definitivo sorpasso a los exconvergentes). En cualquier caso, la presunta transparencia del proceso soberanista quedó gravemente tocada con la imagen de Neus Munté negando el encuentro por activa y por pasiva, horas antes de que fuera tácitamente confirmado por el propio Puigdemont.

En quinto y último lugar, parece que algunos estrategas del proceso se han vuelto a ir de la lengua, explicitando la forma en que piensan dotar de cierta apariencia de legalidad a la desconexión con España. Según han desvelado diversas fuentes periodísticas barcelonesas y madrileñas, la artimaña ideada por el bloque parlamentario soberanista consistiría en cambiar el reglamento de la cámara catalana de forma fulminante para, inmediatamente después, poder aprobar la ley de Transitoriedad Jurídica sin debate previo en comisión ni posibilidad de proponer enmiendas. El objetivo sería maniatar política y jurídicamente a los partidos de la oposición (pese a que fueron dichas formaciones las que obtuvieron la mayoría de los votos populares en las últimas elecciones autonómicas). De ser cierto, nos encontraríamos ante un salto cualitativo que pondría en cuestión la radicalidad democrática de la que siempre ha hecho gala el proceso soberanista. ¿Es éste el estado independiente y paradisíaco al que nos dirigimos, un lugar donde el gobierno popularmente minoritario amordaza y encadena a la oposición popularmente mayoritaria para que no moleste? Esperaremos acontecimientos.

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